Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


La torre de los libros

16/06/2021

Supongo que conocen la Torre del Hierro. Su silueta se eleva junto al río, en las inmediaciones del Barco de Pasaje, custodiando el inicio de la senda ecológica. Se trata de una torre albarrana del siglo XII, construida para custodiar la puerta de Adabaquín, en las Tenerías, y proteger la ciudad por el sur. Reconstruida en los años 70 del siglo XX por el arquitecto Chueca Goitia, ha sido restaurada recientemente, albergando la sede de la Asociación de Vecinos ‘La Cornisa’. He podido visitarla y me encontré con un proyecto que merece la pena que se conozca e imite.
La Asociación ha querido ofrecer a los vecinos del barrio una biblioteca popular, y andan afanosos en ello, a través de donaciones y adquisiciones, de modo que ya existe un pequeño conjunto de obras de literatura que permitirán acceder al vecindario a ese mundo maravilloso que nos ofrecen los libros. Un proyecto digno de todo elogio. No me cansaré -lo hago una y otra vez a mis alumnos en la Universidad- de insistir en la necesidad de leer; creo que es algo vital, que permite romper los límites del espacio y del tiempo, que nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en el alma de la persona humana y que, generando en nuestra mente Logos, nos hace más libres, nos plenifica y enriquece como no lo puede hacer ninguna otra realidad material. Somos gentes del Libro, y nuestra civilización, desde que los egipcios empezaron a escribir sobre la fragilidad del papiro o los sumerios en el quebradizo barro, se ha construido sobre ese humilde artefacto, capaz de custodiar la sabiduría de siglos, digno de ser el sagrario precioso de la Palabra divina, el eslabón que une generaciones ofreciéndonos entrar en comunión con quienes nos precedieron o con quienes, después de nosotros, recibirán ese extraordinario testigo.
Junto a la biblioteca, la Asociación está promoviendo, a lo largo de la senda ecológica, un museo de escultura al aire libre. De la mano de José María, el presidente, y del pintor Jule, pude disfrutar de las primicias de un proyecto que enriquecerá nuestro patrimonio artístico. Lo he señalado en otras ocasiones, Toledo no puede vivir sólo de nostalgias del pasado, sino que tenemos la obligación de seguir incrementando ese tesoro, para legar a quienes vengan detrás nuevas aportaciones a esa riqueza, material e inmaterial, que se nos ha transmitido. No basta con conservar lo que tenemos o recuperar lo que aún yace bajo nuestro suelo, comenzando por la Vega Baja y su extraordinario conjunto soterrado; es preciso que también en los nuevos barrios surjan edificios, monumentos, iglesias, jardines -un patrimonio olvidado- dignos de pasar a la posteridad.
Me enamoré de esa pequeña, sencilla biblioteca del Torreón del Hierro, Torre de los Libros. Ojalá cunda el ejemplo y surjan más bibliotecas populares en otros barrios que acerquen a la ciudadanía ese manjar sabroso para el espíritu.