Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


La próxima revolución

15/03/2021

Doce meses después de vivir en pandemia, ninguno de nosotros será probablemente el mismo de antes. Hay unas consecuencias de aislamiento, de separación familiar, de pérdidas personales, en muchos casos económicas, desgaste psicológico y de agotamiento que nos obligan a revisar -al menos a corto plazo- nuestro proyecto vital para recomponernos del golpe.
El sector agroalimentario -que ya se hizo más fuerte en el crack de 2007- había logrado incrementar su presencia en los mercados internacionales. Aquellos años de crisis tan malos no tuvo más remedio que salir al exterior, extranjerizarse más, y multiplicar sus exportaciones con una inversión mayor en estructuras, logística y transporte que permitiera atender la demanda que llegaba de fuera.
Pero de repente, el mundo se volvió a parar y la población quedó confinada por el coronavirus. Los hoteles, bares y restaurantes echaron el cierre por el Estado de Alarma, y así tantas actividades empresariales que dejaron de ser esenciales. La alimentación quedó sin embargo blindada en medio de una reacción compulsiva y desbordada de la población que llegó a temer por un racionamiento. Nunca ocurrió.
De hecho, solo queda en nuestra memoria alguna imagen fugaz de aquellas primeras largas colas de clientes, separados por la distancia social a las puertas de comercios y supermercados, esperando llegar a tiempo a la estantería. Pero pronto se disiparon porque la distribución respondió, y con ella, un tejido productivo moderno, comprometido y eficiente que logró calmar las ansias de la marabunta con la mejor prueba de fe. Salvo papel higiénico, no faltó nada que llevarse a la boca.
Con esta perspectiva, el comercio de nuestro país y las grandes cadenas de supermercados hacen ahora balance y agradecen a cada uno de sus proveedores, sobre todo a los agricultores y ganaderos, el esfuerzo y la oportunidad de haberse amoldado a unas circunstancias sobrevenidas tan imprevisibles. ASEDAS por ejemplo, dice que España fue uno de los pocos países que respondió con solvencia a la crisis evitando la rotura de stocks como sí pasó en otros mercados, y todo gracias a la diversificación que desde el anterior episodio económico se impuso en el catálogo productivo de nuestras cooperativas y empresas.
Tanto es así que la distribución también ha tenido que adaptarse a los cambios y a los nuevos hábitos de consumo. Porque los de ahora no son tan transitorios. Pensemos en el teletrabajo. De momento, ya no compramos como antes. Ni ellos venden como ayer al incorporar a los estantes algunas producciones que solamente encontrábamos en el Horeca.
El reto es seguir reforzando la cadena porque se avecina otra revolución; y esta será a golpe de click desde el salón.