Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Fiesta de interés

16/09/2022

Los Sanfermines no se entienden en toda su dimensión si no los vives con un pamplonica o con alguien que lleve disfrutándolos muchos años. La Feria de Abril solo se aprecia en su totalidad cuando tienes oportunidad de entrar a cualquiera de sus casetas privadas acompañado de un sevillano. Ocurre en prácticamente todas las fiestas del mundo. La tradición está inexorablemente unida al pueblo que ha sabido trasmitirla y conservarla durante años o siglos. La única vez que fui a las Fallas no tuve la oportunidad de hacerlo junto a algún valenciano y así me fue. No entendí absolutamente nada.
Conozco Tordesillas, en Valladolid, pero nunca he presenciado ese torneo que llaman el Toro de la Vega. Por eso, desde fuera, cualquier juicio que se haga sobre este espectáculo caerá en el error. Dicen que su origen puede estar en 1355, cuando Pedro I de Castilla quiso celebrar el nacimiento de su hija Isabel pasando al aire libre los torneos que se venían celebrando en plazas cerradas. Aun así, la primera referencia escrita data de 1534, que ya son años. Por eso, desde un despacho -bien de un político o de un juez- es complicado entender lo que los vecinos de este pueblo sienten como propio. Y la cultura de Tordesillas o de donde sea no se puede imponer desde fuera.
Sin comprender la idiosincrasia y el sentido de este evento, la trasmutación que ha sufrido este año el torneo trasciende el Toro de la Vega. Convertirlo en algo que apenas se parece al original es cargarte de un plumazo una tradición de siglos y no habría que limitarse a este espectáculo. Esa cruzada emprendida por unos pocos -no piensen que son tantos- para adaptar celebraciones centenarias a sensibilidades muy parciales no va a tener final. Los que quieran reducirlo a este torneo se equivocan. Sin entenderlo ni siquiera gustarme, hay que ser conscientes de que no se va a quedar ahí y que no se van a conformar con una victoria tan simbólica. Es cuestión de tiempo.
Todo lo que tiene que ver con la tauromaquia, en cualquiera de sus versiones, se ha convertido desde hace tiempo en el gran objetivo de ese ecologismo de pastel que si por ellos fuera estaríamos comiendo berzas todo el día. Y aquí, a los que tienen responsabilidades en el ramo, convendría recordarles que, si no cuidan al máximo estos espectáculos y no los trasmiten convenientemente, acabarán muriendo por inanición.  
Guadalajara y Pamplona son las únicas capitales de provincia donde se corren encierros dentro de un trazado urbano con toros que se lidian después en la corrida de por la tarde. Es evidente que los de la capital alcarreña no tienen la repercusión que los navarros, pero van camino del medio siglo de vida y este año se estrenan como Fiesta de Interés Turístico Regional que, sin ser garantía de nada, sí les distinguen con la vitola que merecen. Tras dos años de parón -el primero completamente obligado y el segundo muy discutido- regresan con unos carteles bien rematados, sin envidiar a los que se han anunciado este verano en otras ferias de renombre. Nunca ha sido fácil en una plaza de segunda categoría -así está catalogada- traer a las primeras figuras del escalafón con el condicionante de los encierros. Este año ha sido posible y, sobre el papel, la feria taurina es, sin matices, completamente rotunda. El Gobierno municipal ha sabido enmendar su falta de puntería del año pasado, que dejó sin feria a los aficionados de la ciudad tras presumir de que se celebraría. Los tendidos se volverán a llenar. Cuestión de libertad.

La trasmutación del Toro de la Vega es un paso más dentro de una cruzada para acabar con la Tauromaquia»