Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


¿A que no hay?

03/09/2021

A Pedro Sánchez le superan los acontecimientos no previstos. Da igual un incendio o una inundación. La factoría de marketing de Moncloa no es rápida de reflejos. Lo vimos en Ávila con el fuego que arrasó cerca de 22.000 hectáreas en Navalcruz. Los fontaneros del Gobierno tardaron más de una semana en preparar el helicóptero y, sobre todo, los aplausos. No siempre es posible localizar a una clac numerosa que reciba al presidente con vivas y vítores. Lleva su tiempo.
Dicen en el entorno monclovita que la estrategia de la era post Iván Redondo pasa por prescindir de la emotividad y añadir más contenido. Que los mensajes sean más directos, evitando los adornos. Igual por eso Sánchez no estuvo en Toledo para calibrar los efectos del aguacero. Ni en Tarragona. Ni tampoco en Valencia o en Murcia. Para acudir a cualquiera de esos lugares hace falta tiempo y que el cabreo del personal se atempere, no vaya a ser que tenga que escuchar algún exabrupto innecesario. Un «ayúdanos, Pedro, zona catastrófica» es lo máximo que está dispuesto a oír, y eso es difícil de controlar en caliente.
El presidente del Gobierno tenía cerrado para este jueves un sarao en Guadalajara, esa provincia de la que nunca se acuerdan salvo cuando tienen que vender algún borrico y no quieren hacer demasiados kilómetros. Y eso que no pagan de su bolsillo ni la gasolina ni tampoco el mantenimiento de la legión de coches oficiales. Allí que se plantaron, para contarnos que, en España, más del 70% tiene la pauta completa de vacunación. Lo de 70% de inmunizados, vistos los contagios entre los vacunados, se ha vuelto una imprecisión que afean con vehemencia al periodista que se le ocurre recurrir a esa expresión. Tampoco tiene mucho sentido ni lo de inmunidad de grupo ni de rebaño.
El caso es que en Guadalajara vacunaron contra el coronavirus a la primera mujer en España. Es Araceli Hidalgo, una señora tan elegante como humilde, a la que los focos convirtieron en los últimos días de 2020 en la abuela de España. Sigue siendo achuchable y no se inmuta ni con la presencia del presidente del Gobierno, acompañado por una cohorte de altos cargos y carguillos, asesores y asesorcillos. Araceli es la imagen de un éxito colectivo que cualquier político -aquí no hay distingos- aprovecharía del tirón.
Pedro Sánchez acostumbra a colocarse todo tipo de medallas, las que le pertenecen y también las que no. En cambio, se esconde cuando le interesa, aunque la responsabilidad sea suya y afecte al conjunto de los ciudadanos. En este caso -no es de lo más habitual- su pronóstico se ha cumplido. No ha acabado el verano y el porcentaje que anunció está con las dosis requeridas. Otra cosa es el envoltorio, siempre a favor de parte, incluso cuando no es merecedor. Las vacunas las ha comprado Europa y las han puesto las comunidades autónomas. Bueno, los sanitarios y el personal que rodea todo el proceso, aunque en muchos momentos haya dado la sensación de que los viales se llenaban en un despacho de Moncloa y los inyectaban el propio Sánchez y sus ministros.
Es un hito que hay que celebrar, más aún en unos tiempos en los que no recibimos grandes alegrías. Por eso, sobran los fuegos artificiales. Si no, los lanzamos para cualquier asunto. ¿A que Pedro Sánchez no se va a un surtidor de gasolina y explica el precio de los carburantes? O mejor. ¿Es capaz de ir a una eléctrica y asumir que el precio de la luz triplica lo que se pagaba hace tan solo 12 meses? ¿A que no hay?