Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


De políticos, enchufes y vasallaje

28/10/2021

No sé el momento exacto en que la política en España se convirtió en una profesión, en un método cómodo y fácil que encontraron ciertos personajes carentes de talento para prosperar en la vida en base a tejemanejes, trapicheos y tramas diversas, en las que el peor enemigo está cerca, en el propio partido. Y hay más, porque aquellos que califican de aberrante la monarquía porque se transmite de padres a hijos por la gracia divina, y razón tienen, lo consideran natural cuando en las instituciones en las que ellos mandan entran por enchufes, más o menos sofisticados, sus parientes, abriendo el camino a que diversas sagas acaparen algunas instituciones, sin el menor reparo. Sin ningún pudor. A la vista de todos. Y, lo peor de todo, frente a la resignación de la mayoría.
Desde la Transición, la política en España ha experimentado, poco a poco, una profunda degeneración, con resultados tan contundentes como penas de cárcel para los condenados por descarados delitos de corrupción, ensuciando el espíritu de generosidad y consenso con el que nació nuestra ansiada democracia. No obstante, hay otros delincuentes de guante blanco, sibilinos, altos cargos que premian a los suyos, aunque reúnan menos méritos que los de enfrente, que derrochan los fondos públicos en proyectos descabellados, con inversiones delirantes, acogiendo a cientos de asesores de todo y maestros en nada, técnicos que no disponen de especialización y que ni siquiera se molestan en acudir a sus puestos de trabajo. Así se ha creado una colosal mole, una administración paralela, donde los puestos a dedo campan a sus anchas, quizá como única salida para muchos de convertirse en seres privilegiados por el solo hecho de estar al lado del gobierno de turno. Y si no perteneces a esa secta, date por perdido. Lo de la igualdad, el mérito y la capacidad, incluso para conseguir un puesto de funcionario, se va olvidando. De ahí que merezca mi reconocimiento todo aquel que supera las dificultades y sin 'padrino' logra su merecida plaza como servidor público.
Es precisamente esa idea de la política como servicio público la que se ha perdido. Al ciudadano, al elector, al vecino, ya no le reciben ni el consejero, ni el concejal, ni el alcalde o alcaldesa en su despacho. Lo de la cercanía queda para el programa electoral. En Toledo, ni siquiera se pueden plantear preguntas en los Consejos de Participación. Es el no va más. Los elegidos se consideran por encima de aquellos que les dieron generosamente su voto para cambiar las cosas, para mejorar sus barrios, para hacerles la vida más grata. Oye, es conseguir un puestecito de concejal o de consejero, estos ni siquiera cuentan con el respaldo de las urnas, y olvidarse, hasta la próxima, del pueblo que les eligió. No pisan la calle, vuelan en coche oficial y se entronizan en su propia satisfacción.
No sé en qué momento nuestro sistema se convirtió en un régimen de vasallaje, en un cortijo, basado en la premisa no escrita, pero admitida, de que quien gobierna es el amo de cada institución. Menos mal que quedan algunas personas que se acercan a la política con un auténtico afán de rendir cuentas a los vecinos, de ser su altavoz y de servir a quienes, en realidad, son sus jefes. A esos también les reconozco. Y les aplaudo. Si no fuera por ellos, esta democracia ya estaría muerta.