Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Tiempos de vacuna

19/04/2021

Parece como si de repente el tiempo se hubiera paralizado, e incluso vaciado. Un único vocablo lo llena todo, lo ocupa todo: prensa, radio, televisión, conversaciones callejeras, pensamientos colectivos y personales: vacuna. Un machaqueo constante; telediarios consagrados, de principio a fin, al monotema: vacuna. Habría que abstraerse de todo y de todos; caer en el más absoluto solipsismo parar no estar todo el santo día oyendo hablar de Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Janssen, Spútnik (los rusos siempre tan originales).
Tienden a convertirnos en niños que esperamos en fila a que nos den el correspondiente premio por buen comportamiento. ‘Oye, ¿a ti te han puesto la vacuna?’, ‘¿Y a ti?’. ‘Oye, ¿y qué dosis?’, ‘¿la segunda?’. ‘¡Joder, qué pelotudo!’. ‘Pues a mí ni por esas…’, ‘los veo pasar por delante y por detrás; se me cuelan por todas partes, ¡qué mosqueo!’. ‘Y, por cierto, ¿qué tal?’. ‘Bueno, lo normal, un par de días fastidiado, pero nada, paracetamol’. ‘Joder, qué suertudo, tú’. Y así sucesivamente. La ansiedad crece, y, paralelamente, la aprensión, el temor; ese pobre profesor de la Universidad Laboral de Toledo, menos de treinta años; o la chica de Illinois. ‘Pero, hombre, es un caso entre quinientos mil…’. ‘Sí, pero es que yo tengo muy mala suerte. La lotería no, pero el trombo; además, anoche soñé…’. Y, de ese modo, vamos quedando atrapados en las redes de la obsesión y de la confusión.
Me acuerdo, como si fuera hoy, cuando, con sólo catorce años, tuve que pasar, como toda mi generación, la Reválida de Cuarto. Tremendo, te decían por doquier. ¡Joder, la reválida de cuarto!, ¡qué palo! Fulanico tiene el récord en el pueblo, ocho. No me digas. Y te ibas a tu casa con el alma encogida y te ponías a estudiar latín como un poseso. Y lo peor era la víspera, y no digamos el viaje de Hellín a Albacete a las siete de la madrugada: conforme te acercabas, sentías un nudo en la garganta y unos fuertes retortijones en el vientre. Ya se sabe, la inseguridad. Y lo tremendo era cuando, a  diecisiete kilómetros, la carretera, justo al doblar una curva, dejaba al descubierto la silueta de Albacete, ya cerca de la Base de los Llanos. Habría dado uno lo que fuera por no estar allí; era como estar frente a las playas de Normandía el día del desembarco. ¡Qué horror! Y llegabas frente al Instituto, encogidico, entrabas como si te fuera en ello la vida, acongojado como un personaje de Kafka. Y luego…, nada. Y, ya a la vuelta, te preguntabas: ‘¿Con que esto es la Reválida de Cuarto?...’. Y lo mismo con la de Sexto, con el Preuniversitario; lo mismo con el amor, con el primer hijo, e imagino que con la muerte.
Pues eso mismo es lo que, con la ‘valiosa’ ayuda de los medios, que a lo que parece no tienen otro argumento de que hablar, está ocurriendo, magnificando la noticia y convirtiendo algo que esperábamos con verdadera ilusión y ansias, en otra Reválida de Cuarto, con la diferencia de que te tienen todo el santo día pegado al teléfono esperando el pertinente aviso. ¡Ea, qué le vamos a hacer…, por algo no somos Infantas de España!
Y, mientras oyes por enésima vez a la señora ministra decir que los beneficios de la vacuna multiplican hasta el infinito los hipotéticos riesgos, te enteras, así, como de pasada, que el BBV plantea un despido colectivo que afectará a miles de empleados, al tiempo que Su Santidad pide una sociedad más humana, como Santa Teresa. Y, de repente, como saliendo de un profundo sopor, te dices: ‘Dios mío, ¿no será que me están tomando el pelo?, ¿no será que hemos entrado ya de lleno en ese mundo programado que anunciaban Huxley, Orwell y tantos otros?’ De todos modos, siempre me queda la solución de participar en algunos de los Masters Chefs y vivir así la aventura culinaria que podrá dar sentido a mi vida. Aunque no sé, no sé… De todos modos esperaré a vacunarme y si no perezco en el intento…