Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Al límite de la paciencia

23/09/2021

Esto de la covid se ha convertido en el cuento de nunca acabar, en el reino de las incongruencias y el gobierno de las paradojas, dignas del mayor ejemplo de surrealismo de la historia de la humanidad. Hay gente que lleva más de un año encerrada, salvo para lo esencial, en casa. Bien. Algunos han intentado driblar desde el primer día las estrictas reglas que nos impusieron a los ciudadanos, sin tener el más mínimo respeto a una alarma de salud pública mundial. Otros, entre los que me encuentro, hemos cumplido las normas, en algunos casos con cierto recelo, pero siempre con la esperanza de llegar a un punto de coherencia, con información científica suficiente y una política uniforme basada en los conocimientos y el sentido común. Y ahora, para qué negarlo, estamos hartitos.
A ver, yo no soy Miguel Bosé. Eso es obvio. No niego la enfermedad, al contrario, la he sufrido muy de cerca. Sé de lo que hablo. Y, tal vez por  eso, me resulta sorprendente que cada región, con Pedro Sánchez mirándose al espejo, haya hecho de su capa un sayo para acorralar al virus apocalíptico que ha venido para quedarse, como afirman algunos agoreros, a los que creo. Que conste.
La vacuna ha sido el bálsamo de Fierabrás para poner coto a la covid, pero hay personas que no están dispuestas a inocularse componentes que desconocen, como si fueran entendidos en estos menesteres, aunque ocasionen una serie de inconvenientes a los que estamos deseando protegernos para volver cuanto antes a nuestra antigua vida. Eso sí, aquí también hay lío, porque a quienes han sufrido la enfermedad en España, no en otros países, solo se les administra una dosis. ¿Por qué? Es algo similar a un dogma de fe.
Mientras, nuestro aguerrido presidente Page ha decidido que esto de las restricciones se ha acabado, que ya está bien de limitar aforos y de no poder usar las barras de los bares. Espero que en esta política ‘aperturista’ se incluyan las consultas presenciales en primaria o la atención de los funcionarios en sus ventanillas. Y qué decir de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, más protegida que la sede de la CIA. Que se abra con horario ininterrumpido, sin cerrar a mediodía, que no se traten los libros como elementos radiactivos y que la cultura sea accesible a todo el mundo. Y, señor Page, en vez de escribir tantos articulitos sobre los mayores, rectifique y abra el Hospitalito del Rey como residencia de ancianos. Y, señora Tolón, no traicione a sus vecinos. Tenía que decirlo, porque hablo de las víctimas más inocentes y peor tratadas en esta pandemia. Y lo del Hospitalito clama al cielo.
Vuelvo a la covid porque hay más: se acerca la posibilidad de exigir el pasaporte sanitario en lugares de ocio, entre ellos los bares. Esta práctica ya se lleva a cabo en países europeos como Francia o Italia. Me parece acertado hasta cierto punto, porque damos una información personal a un camarero que, con todos mis respetos, seguro que legalmente no tiene derecho a conocerla. Pero si hay que hacerlo, se hace. Lo que es exigible en este caso es que los pasaportes covid expedidos por todas las comunidades, entre ellas Castilla-La Mancha, sean impecables, sin errores, impolutos. No nos pueden obligar a cumplir si desde el gobierno regional ni siquiera han sido capaces de tramitar documentos precisos. La paciencia tiene un límite. Y se agota.