Se cumplen cinco meses de guerra en Ucrania y proliferan los análisis haciendo balance. Algunos fundamentados, y otros un poco menos. Esto es lo de siempre, qué le vamos a hacer. Elaborando una media a ojo de todo lo que se dice y se escribe, yo diría que cunde la sensación de que Rusia está ganando la partida a Occidente. Una posición escéptica frente a la apisonadora mediática de los primeros días que, como suele suceder en estos casos, hace parecer más inteligente a quién la sostiene. Es sin duda la postura más sexy, pero esto no la hace necesariamente la más exacta.
¿Qué ha ganado exactamente Putin hasta ahora? ¿Volvería a mandar los tanques a Kiev si pudiese viajar en el tiempo? Resulta muy osado afirmarlo. Por muchos motivos. Su poderosa industria bélica, que capitaliza una parte importante de sus exportaciones, ha quedado en entredicho en todo el mundo. El país se ha aislado, al menos parcialmente. Con consecuencias serias que tardarán todavía un tiempo en aflorar, como las tecnológicas. Nos gusta repetir que su economía no ha sufrido, al revés que las de los países europeos, y esta es una de las tantas exageraciones que hacen parecer más sagaz a quien las pronuncia. Lo cierto es que en ningún país ha caído el PIB tanto como en Rusia desde que empezó la guerra, quizá con algunas excepciones extremas como la de Sri Lanka.
Y lo más importante de todo: el atolladero en el que nos gusta ver, con la saña habitual, a la Unión Europea y a Estados Unidos en el futuro inmediato, no es nada comparado con lo que se le puede venir a Moscú en los próximos meses si el conflicto se cronifica sin una solución a la vista. Como siempre, los análisis más burbujeantes no siempre son los más atinados.