Pablo Corrales

Desde mi tribuna

Pablo Corrales


El olvido recurrente

05/04/2022

Siempre he creído que las personas somos siempre prescindibles pero que las ganas de trabajar, la apuesta por la mejora permanente, el afán en búsqueda de la excelencia y la abnegación en tales tareas no lo son en absoluto. El cese de Fernando Fontes como director del Museo de Santa Cruz, del museo de todos los toledanos, me temo que terminará por hacer que me replantee tales creencias.  El que fuera director de nuestro museo desde 2016,  ha sido destituido por la Viceconsejería de Cultura, cercenando, con esta decisión, todos sus planes de futuro (y de esperanza para el propio museo) que tanto necesitaba -y necesita- nuestro querido Museo de Santa Cruz, evaporándose, como por un sortilegio macabro, la ansiada posibilidad de que los toledanos volvamos a tener nuestro auténtico museo.
La rehabilitación del edificio de Santa Fe, la remodelación de la entrada de la antigua Biblioteca del Miradero y otras actuaciones llevadas a cabo en el entorno del Museo de Santa Cruz, serían (deberían ser) una magnífica noticia para Toledo y para los toledanos (que verían, así, rehabilitado y puesto nuevamente en valor una parte de su inagotable patrimonio histórico-artístico) si se hubieran destinado a su natural cometido. Pero no. Desgraciadamente, estos espacios no se han dedicado a tal fin sino que han sido ocupados y dedicados a otros menesteres como lo es el nuevo espacio expositivo para la Colección Polo, lo cual no deja de sorprenderme (y no precisamente para bien, sin que pretenda ser una crítica a la citada colección sino únicamente a su ubicación y a las consecuencias de la misma).
El Museo de Santa Cruz (que no es solo un museo arqueológico, sino también lo es de bellas artes, etnográfico, de artes decorativas…) lleva ya sufridas demasiadas afrentas que impiden que los toledanos podamos disfrutar de uno de los mejores museos nacionales y de prestigio internacional, con unos fondos increíbles que seguirán -me temo- durmiendo el sueño de los justos en los inadecuados sótanos y almacenes del museo.
El Museo de Santa Cruz, por si alguien no lo supiera, es nuestro Museo provincial y local desde 1836; es el MUSEO DE TOLEDO, así en mayúsculas para que quede bien claro y lo entiendan nuestras autoridades locales, provinciales y regionales. En él se encuentra depositada la identidad cultural de los toledanos y su objetivo ha de ser mantenerla y, velando por la integridad de sus fondos y colecciones, exhibirla y ponerla en valor.
El Museo de Santa Cruz guarda la memoria colectiva de todos nosotros como ciudad y como provincia, de lo que fueron nuestros antepasados y de lo que somos y, solo por eso, merece no solo el máximo respeto de todos los que sobre él deciden sino que merece el máximo compromiso en su defensa y puesta en valor por parte de las autoridades locales y provinciales pero, lamentablemente, estamos viendo como por éstas ni se le respeta, ni se le defiende ni se le pone en valor. Me ha sorprendido especialmente (quizá 'sorprender' no sea el verbo más acertado) la inacción y el desinterés que para con el museo de Santa Cruz ha mostrado el Ayuntamiento de Toledo, al menos, de haber habido alguna reacción en contra de lo que está ocurriendo con nuestro museo, no se han hecho con la contundencia y la publicidad que el asunto requiere. Igual es porque es solo trabajo por Toledo y no hay foto o, lo que sería aún más grave, por desinterés o por ser un asunto que no produce ningún rédito político traducible en votos. El primero de los toledanos, su alcalde, tiene una única misión en su mandato: pelear por Toledo (por su futuro, por su patrimonio, por su respeto). Si no lo hace, no será digno de ser así llamado.
 Tristemente, se comprueba que solo hay interés en el Museo de Santa Cruz cuando se organiza una gran exposición en sus salas vacías. Entonces, sí. En esos casos puntuales o, incluso, con alguna exposición mediocre e indigna de ser ubicada en nuestro museo, éste recupera una mínima y forzada  consideración por parte de algunos. Fuera de esos casos, el museo permanece ignorado, en el desprecio más absoluto.
Pero esto no debería ser así. Como toledanos, como ciudadanos, tenemos derecho a contemplar desde la cabeza de elefante del Polígono, pasando por las pinturas de Arrendondo, el Sátiro de las Termas y concluyendo con las esculturas de nuestro Alberto Sánchez, por citar solo algún ejemplo de los innumerables que conforman los fondos de nuestro museo. Es el patrimonio de todos, toledanos y visitantes. Conviene que no lo olvidemos.
Como toledano quiero tener un museo a la altura de otras ciudades de España ¿por qué Toledo es la excepción? ¿Será que los toledanos tragamos y nos callamos con todo? ¿Por qué permitimos que el Museo de Santa Cruz sea desmantelado, se le condene durante décadas a no tener ningún futuro y sus mejores fondos caigan en el ostracismo más atroz? ¿Es solo por dejadez? ¿Aceptamos sin rechistar lo que presuntamente 'es moderno' según nuestros gobernantes? ¿Estamos, acaso, a gusto bajo el yugo del despotismo no ilustrado? No. Toledo tiene mucha historia; una historia orgullosa que se mostraba, hasta no hace mucho, en uno de los mejores museos de España pero que algunos se han encargado de despreciar, olvidar y obviar.
Como toledanos debemos no ya pedir si no exigir ese gran Museo de Santa Cruz del que podamos sentirnos orgullosos. Un museo de Toledo que recoja nuestra larga historia, nuestro arte, nuestro patrimonio y sirva a la ciudadanía como referente local, regional, nacional y, por qué no, internacional. Yo no me resigno a no tener un proyecto cultural que albergue nuestra memoria colectiva como toledanos, y a la vez sea un elemento turístico ineludible para quienes nos visitan. Tenemos el mejor contenido y el mejor contenedor; solo hacen falta buenos gobernantes que hagan buenos planes para Toledo  a medio y a largo plazo, sin olvidarse del presente. Mientras tanto, habrá que conformarse con la visita a la exposición de Alfonso X, donde podremos ver expuestos para el público algunos de los estupendos fondos de este Museo, antes de que vuelvan a la triste realidad de los sótanos y almacenes esperando que, algún día, de forma definitiva, puedan ser contemplados por los toledanos expuestos en su museo.
Con mi agradecimiento a la labor realizada por Fernando Fontes y a su resistencia numantina frente al absurdo, no me gustaría terminar sin desearle toda la suerte y la fortaleza a su sustituto, don Antonio Dávila. Su suerte y su fortaleza será también la del Museo de Santa Cruz.