Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


De La Mancha a Normandía

07/04/2021

He de confesar que lo que más me está costando de esta prolongada pandemia es la imposibilidad de viajar. Giróvago empedernido, me lanzo, siempre que puedo, a recorrer los caminos, tratando de aprehender las multiformes sensaciones que la confrontación con nuevos lugares nos regala. Es quizá por ello por lo que  he disfrutado muchísimo con un delicioso libro que me atrevo a sugerirles. Un libro de viajes. Uno más, dentro de esa larga tradición que arranca con las naves de Odiseo regresando, con mil dificultades, de las derruidas murallas de Troya. Pero no sólo. Junto al viaje -o mejor, a los viajes, pues se trata de dos, bien definidos y diferenciados- exterior, el que recorre los paisajes, se detiene ante los monumentos o fija su mirada en la diversidad humana, se nos invita a otro viaje, el interior, tan rico, o más, que el otro.
Se trata del libro de Jorge Bustos Asombro y desencanto, publicado en Libros del Asteroide, una editorial que nos ofrece sin descanso auténticas joyas literarias, verdadero disfrute para cualquier bibliófago. Si sólo se han acercado a la obra de Bustos a través de sus artículos periodísticos, sin duda que les sorprenderá. Más allá del incisivo y mordaz columnista, pleno de ironía, aparece un escritor brillante, con un amplio, rico y variado dominio del idioma, fruto de múltiples lecturas que afloran sin cesar a lo largo del texto. Un goce para los sentidos, por sus variadas resonancias, todo un regalo en estos tiempos en los que el lenguaje se empobrece inexorablemente.
El libro se articula en dos viajes, distintos y distantes, tanto en el tiempo como en el espacio. Un primer recorrido, siguiendo las huellas de don Quijote, nos presenta una guía espléndida para adentrarnos en las vecinas tierras de La Mancha. Un itinerario físico, que bien pudiera ser una guía de viaje para quien, bajo el yugo del confinamiento perimetral autonómico, desee salir de la rutina cotidiana y aventurarse por un paisaje, y un paisanaje, fascinantes. Pero también un itinerario espiritual, un encontrarse consigo mismo, abismado en la inmensidad de un mar de cielo y tierra que nos abruma. Y una invitación  para releer (¿o más bien leer?) ese Quijote tan asumido como icono regional como poco conocido.
Desde La Mancha el segundo relato nos conduce a Francia, tan cercana y tan lejana. Se aproxima con el espíritu del aventurero, del conquistador de las Indias, del navegante que explora un terreno desconocido y deslumbrante. Ya el título del libro nos da la clave de cómo afronta espiritualmente el viajero la nueva singladura. Lo hace desde el asombro, ese asombro, Thaumazein, que para Platón y Aristóteles era el principio del verdadero conocimiento, de la filosofía. Un asombro que propicia el encuentro, el encuentro el conocimiento, y el conocimiento, el amor.
Una obra que vale la pena degustar, como los vinos manchegos o los caldos de Burdeos.