Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


El calendario de la cocina

29/12/2022

De la pared, donde está apoyada la mesa en la que cada mañana apuro taza tras taza de café bien aguado teñido con leche -hasta que de verdad me despierto y comienza el cerebro a establecer relaciones productivas con propósito-, cuelga un calendario al que llamo mi cuadro de mando porque me ayuda a ponerme en orden y planificarme a corto y medio plazo.
Un enorme calendario, carente de la belleza que podría haberle concedido algún arte plástico, pero por su utilidad de gran belleza cartesiana. Con un espacioso recuadro para cada día del mes, tan amplio que te permite escribir, tachar o retachar, si cambias de opinión sobre las tareas que harás o si te las cambia el devenir de los acontecimientos, claro. Son estupendos para señalar los cumpleaños que no puedes olvidar, los días de teatro, la floración de los tulipanes del Jardín Botánico, el comienzo de una exposición o las cenas y comidas. Perfectos para apuntar las reuniones importantes, las consultas pendientes, las fechas de entrega de trabajos, los exámenes o los viajes. También te mantiene al corriente de los festivos, las fases de la luna y de la llegada de equinoccios y solsticios, con lo que puedes prepararte ante el cambio de estaciones. Es tan grande que incluso puedes emplear los márgenes para anotar allí desde el teléfono del electricista o del dentista a los localizadores de billetes o los ingredientes que te faltan para una cena de invitados. Bueno, en no pocos manuscritos gran parte de su valor les viene dado por sus anotaciones marginales como paratextos claves para desentrañar casos, pruebas delatoras o pistas interesantes que indagar.
Como a 2022 apenas le resta tiempo, y confiando en ser capaz de recordar todo lo que hay que hacer en dos días, me decidí a quitarlo para colocar en su lugar al flamante y aseado calendario de 2023. Antes de tirarlo a la basura, aún si ánimo concreto, me puse a hojear los meses y a repasar apuntes y notas. ¡Cuántas cosas pasan en un año, cuantas cosas puedes llegar a hacer en trescientos sesenta y cinco días y cuántas no llegan a buen fin!  Hojeando fui siguiendo los procesos -ahora el avance, luego el retroceso, después el estancamiento, de pronto el progreso inopinado, más tarde el olvido o viceversa- de distintos proyectos o propósitos de 2022, porque es verdad que los sueños se sueñan, pero también se trabajan.
Entonces recordé a Antonio Gala que se refería a los propósitos de año nuevo calificándolos de duros e incómodos como lo son los escritorios de robusta y rústica madera, ya que no dejan de ser una firme determinación de alcanzar algún objetivo para lo que debemos ordenar nuestra propia conducta.  Lo escribía en uno de los artículos que recopila en La casa sosegada, cuyo título denota su predilección por San Juan de la Cruz, entre los poetas del XVI a los que es aficionado, y evoca el proceso necesario para lograr la armonía.
Por eso, quiero desearles: ¡Un venturoso 2023 donde sembrar sueños, cultivar propósitos y recoger fructífero sosiego!