Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El cuarto protocolo

29/07/2022

La salida de Boris Johnson confirma la habilidad británica para parecer una democracia viva y pujante cuando ha conseguido el hito de encadenar en el poder a Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Theresa May y Boris Johnson. Visto con perspectiva, solo Theresa se atrevió a contar la verdad a su partido y a los votantes, lo cual provocó que su presencia en el gobierno fuese más corta de lo debido.

El valor de la democracia no reside en la habilidad para discernir el talento político, sino en la capacidad incruenta para que se vayan los gobernantes. En las dictaduras, las fracturas con el poder siempre son dolorosas. Tampoco debemos creer que es sinónimo de bienestar económico, aunque en general se vive mejor que en los sistemas autoritarios; no obstante, es conveniente no ser rotundo al respecto.

Gran Bretaña dejó de ser una potencia tras la primera guerra mundial y abandonó su liderazgo intelectual tras la segunda. Básicamente, el país se quedó exhausto para emprender tareas más ambiciosas. El gobierno apostó por la seguridad protectora sobre la libertad responsable, lo cual es un eufemismo para el igualitarismo a la baja y así evitar las desigualdades. Tras setenta años en dicha tarea el resultado ha sido demoledor.

Dicho país es, tras China y Francia, el lugar con mayor concentración de poder gubernamental del mundo, lo cual es tanto como decir que si te equivocas con el gobernante, tu futuro es tétrico. Lo único que han conseguido es potenciar Londres, mientras que el Reino Unido se diluye en una Inglaterra empobrecida. La diversidad étnica ha potenciado la oferta culinaria pero no ha aportado el brío que se esperaba ya que las causas de la pobreza estructural se mantienen.

No han reformado el registro inmobiliario porque les interesa proteger la burbuja especulativa rusa, mientras los abogados defienden a sujetos de dudosa reputación. Esta hipocresía es más propia de Suecia o Suiza, pero sorprende en el caso británico. Es respetable que un país baje los brazos, nosotros lo hicimos hace un par de siglos, pero es peligroso negarse a reconocer la enfermedad.

Gran Bretaña es demasiado pequeña e insular para tener impacto en el mundo. Son buenos en finanzas y seguros, pero su excelencia educativa está decayendo por el igualitarismo salvaje y la dependencia del dinero chino. Debe encontrar su sitio en el mundo. El estoicismo británico y su pragmatismo eran sus señas de identidad.