José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Toledo romera

26/04/2021

Con gran tristeza, me ha llegado estos días la noticia de que la Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza puede ser disuelta próximamente por no haber posibilidad de una sucesión generacional, lo cual comienza a ser un preocupante patrón común en diversas entidades tanto culturales como religiosas. De ser esto verdad, y finalmente disolverse la entidad, una de las romerías más queridas de nuestra ciudad pasará a formar parte de la historia de las devociones toledanas en forma de pretérito. Aunque su ermita fue construida en 1630, no sería hasta 1859 cuando, por la necesidad de reparar la capilla, que se encontraba en muy mal estado, cuando se fundó la cofradía a expensas del que años después sería el cardenal Monescillo.

En el ciclo festivo anual de Toledo, así como en el de tantos pueblos de la provincia, todavía podemos distinguir la presencia de los llamados ‘santos de invierno’ y ‘santos de verano’. En el caso de las provinciales, tenemos ejemplos como la Virgen de la Natividad en el monte Berciana de Méntrida, la Virgen de Gracia en San Pablo de los Montes, la Milagra de Navahermosa, el Cristo de la Salud en La Puebla de Almoradiel, el Cristo de Urda, San Gregorio en Sonseca o San Isidro en Miguel Esteban. Enconcreto, es a partir de la Pascua cuando comienza a correr el calendario de las distintas romerías de nuestra ciudad, y lo hace de la mano de los conocidos ‘reviernes’ organizados por la Cofradía del Cristo de la Vega, fundada en tiempos del Cardenal Segura por el gremio de impresores de Toledo. Esta costumbre no es una romería propiamente dicha, pero sí es una tradición muy aquilatada en la ciudad que merece ser reseñada. Puesto que comienza la sucesión de romerías del mes de mayo, conviene que hablemos un poco de cada una de ellas.

En torno al tercer fin de semana de abril, la romería de la Virgen de la Cabeza, de la que ya hemos hablado antes, es la primera de las que se sucederán entre la Pascua y la festividad del Corpus Christi. El primer día de mayo, como viene siendo tradición desde el año 1672, se celebra la romería de Nuestra Señora del Valle. Hasta esa fecha, los documentos hablan de que se celebraba el uno de agosto, así como de la advocación de la Virgen de los nadadores, haciendo directa alusión a quienes cruzaban el río nadando para ir a rezar a la ermita. Terreno sagrado desde, al menos, el siglo XIII, la Real e Ilustre Cofradía-Esclavitud de Nuestra Señora del Valle se fundó en el año 1626 de la mano de don Juan José de Austria, que dotó económicamente la restauración del edificio, anteriormente monasterio de San Félix —de ahí, Saelices—.

Después, el segundo domingo de mayo, Toledo acude en romería a la ermita de Nuestra Señora de la Bastida, situada en la zona de los Cigarrales. Según escribió Emilio Vaquero Fernández-Prieto, se conservan vestigios de esta cofradía desde, al menos, el año 1609, en que el Papa Paulo V concede una Bula a esta “piadosa Cofradía de fieles de Cristo de uno y otro sexo, bajo la advocación de la B.V. María, instituida canónicamente para alabanza de Dios. Su imagen, morena de piel, no es la originaria de esta cofradía, al ser ésta destruida en la Guerra Civil. La actual data de 1942, y es obra del artista toledano Cecilio Guerrero Malagón, cuyo rostro hizo inspirándose en el de su mujer, Esperanza Corrales. Como curiosidad, hay que añadir que en esta ermita hay una cueva donde se recluyó la beata María Ana, cuyos restos están sepultados en el Convento de San Antonio de la calle de Santo Tomé.

El tercer domingo de mayo son dos las cofradías que celebran su fiesta. Una de ellas, más antigua, es la del Santo Ángel Custodio. Existió una anterior Ilustre Cofradía del Santo Ángel Custodio, pero la que actualmente pervive fue fundada el 4 de marzo de 1888, con la finalidad de que se extinguiese el culto a su titular. Ya en ese año se ofrecía al Santo Ángel una misa y un obsequio después de Pascua de Resurrección con la mayor solemnidad, como así citan las Constituciones de la época que se conservan. Además, se le celebraba una función al titular el primero de marzo y debía celebrarse otra función principal un domingo de marzo si los caudales de la cofradía lo permitían. Hay que destacar el valor artístico de la ermita, proyectada por Juan Bautista Monegro, así como el grandioso cuadro de Vicente Carducho que preside la nave principal y tiene como escena una alegoría del Santo Ángel Custodio, y las rejas laterales donde podemos leer la inscripción «Mater cicadiarum ora pro nobis». La otraromería que se celebra ese domingo, mucho más reciente, es la de Nuestra Señora del Rocío. La Hermandad toledana que la venera es la filial número 76 de la Hermandad matriz de Almonte, y fue fundada por el empresario toledano Felipe Ruz Ciudad Real junto a otros toledanos devotos de la patrona de las Marismas. Conserva su simpecado en el Convento de San Antonio, que es su sede canónica, pero celebra su misa mayor en los últimos años en un recinto preparado al efecto en la Peraleda.

La última de las romerías del mes de mayo nos lleva a la única ermita intramuros de la ciudad, que es la de Nuestra Señora de la Estrella. Aunque existen ya documentos de esta entidad en 1498, lo cierto es que el cardenal Silíceo aprobará sus constituciones en 1555, siendo también titular suyo San Sebastián. La ermita que es sede canónica de esta cofradía, situada en la Antequeruela, junto a la parroquia de Santiago el Mayor, fue construida en 1611 siguiendo trazas de Monegro, a quien ya hemos mencionado antes. Se adjudican a la Virgen de la Estrella diversos milagros, cuyo agradecimiento fue materializado en exvotos que se conservan en el camarín de la ermita. Entre otros, podemos ver el que hizo en 1705 a una niña llamada Gertrudis, hija de Juan Díaz y María Muñoz, que cayó por una escalera de cabeza quedando «igualada como muerta», o el que hizo al doctor Julio Guerrero, médico de Toledo, en 1651. Según cuenta la documentación, estando desahuciado por los médicos, le llevaron a su casa la imagen del Niño que complementa a la Virgen, recuperando inmediatamente la salud.

La historia de todas estas romerías tiene un trasfondo fundamental en la ciudad de Toledo, pues son muchísimos los fieles que, con toda devoción, han procurado la veneración a sus titulares y la conservación de sus cultos y fiestas. Por este motivo, me parece absolutamente necesario que los toledanos nos impliquemos de nuevo en esta labor cofrade, tan necesaria en lo espiritual como en lo histórico, con especial atención a las nuevas generaciones, encargadas de tomar el relevo generacional. Y, sobre todo, que lo hagamos con la devoción que nos pide la importancia y la trascendencia del elemento religioso que preside la vida de estas asociaciones públicas de fieles. De lo contrario, además de perder uno de los elementos más auténticos de nuestra raigambre toledana, perderemos también una reminiscencia espiritual inseparablemente incardinada a Toledo.