Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


La ciudad de aoristo

29/07/2021

Albacete es como el aoristo, ese tiempo verbal indeterminado de algunas lenguas indoeuropeas, que representa la acción verbal como única, puntual, momentánea y no prolongada en el tiempo, convirtiéndola ‘en algo que sencillamente ha sucedido, sin distinguir pasos en su progreso’.
Mi profesor de griego, en aquellos remotos tiempos del plan de 1953, con reválida de 4º y de 6º, de ciencias y letras anteriores a la LOGSE, cuando se encontraba algún aoristo en su apasionada lectura de la Anábasis de Jenofonte, siempre proclamaba con exaltada pasión aquello de que el «aoristo tiene por característica, no tener característica». Yo, que en ese momento no estaba demasiado interesado en el avance de Ciro hacia el río Tigris, ni en la cuestión lingüística del aprendizaje de tan noble lengua, no llegaba a entender bien aquello de la mermada característica del aoristo. Ahora, con el tiempo, con pena, con mucha pena, descubro que el aoristo, como la ciudad de Albacete, expresan acción pasada y aspecto puntual, por lo que se suele traducir como pretérito perfecto.
Ahora sé que el drama del aoristo, sin personalidad, sin definición, es el drama de la ciudad, si se piensa en Albacete como ciudad descatalogada, sin característica definida de pasado, desindustrializada, estancada social, cultural, económica e institucionalmente. Entre las calificaciones de la ciudad aoristo, acierta aquella que la describe como una ciudad crecida alrededor de la especulación urbanística, sobre la base de patrones de una sociedad basada en el esparto y el ajo de ‘mataero’, como respuesta a un determinado ordenamiento económico-social ideado primero en algunas cacerías y seguido luego en aquellas meriendas de Salobre y en los viejos Consejos de Administración de la CCM.
Una ciudad es el resultado de los distintos contextos históricos, de las ideas, de los intereses, los conflictos y las necesidades predominantes en la sociedad. Su naturaleza debe ser evolutiva y ha de pertenecer al mundo del futuro. Es a la vez la expresión de un sistema de valores, de preferencias, de ideologías, que se expresan a través de sus edificios, sus calles, la actividad de sus habitantes, su tejido social, cultural, económico. La ciudad ha de ser pensada, reflexionada. La ciudad ha de ser bien pensada más allá de considerarse como un simple espacio físico que crece por la simple adición de edificios y personas. Pensar la ciudad implica quererla y entenderla.
La característica de la ciudad de Albacete es su indefinición, su tiempo verbal indeterminado, impreciso, irresoluto, relativo, vacilante vago; su principal característica es, precisamente, no tener característica. La ciudad, que no ha sido nunca el resultado lógico de decisiones racionales, languidece aburrida, como el aoristo, detenida en el tiempo, puntual, momentánea, no prolongada, como algo que ha sucedido sin más, víctima de su arcano en los caminos ignotos de sus representantes políticos, sus promotores urbanísticos y sus constructores.