Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Teletrabajo

24/09/2020

Ahora corresponde bendecir al teletrabajo, solución terapéutica para los males económicos y profiláctica para los daños sanitarios. Pero no hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que no es un remedio universal y que tiene unos cuantos efectos secundarios. Debilita la cultura de la empresa, disminuye la actividad económica de los negocios del entorno y alguno tiene hasta nombre como la fatiga digital.
No sé si fatiga porque me recuerda al fatiguée francés, siempre me pareció exagerado cercano a la extenuación, pero sí cansancio. Seguro que muchos lo habrán notado, después de varias reuniones virtuales a lo largo del día, con variadas herramientas que facilitan una interfaz para videollamadas, que no se escatiman por su comodidad y bajo coste. Casi simultáneamente tienes una reunión con funcionarios europeos, participas en un encuentro virtual sobre innovación con cien personas más, intervienes en una jornada corporativa y asistes a una concurrida sesión académica.
Los expertos consideran que el cansancio se debe a que el cerebro tiene que hacer un esfuerzo adicional porque no recibe, además de lo que se está diciendo, otras muchas señales con las que está habituado a interpretar lo que sucede. Somos animales sociales y para comunicarnos hemos aprendido a leer, con poco esfuerzo consciente, la expresión facial, las posturas, los gestos y otras sensaciones que no nos llegan con la virtualidad. Hace tiempo leí un estudio que despejaba la posibilidad de que la interpretación incorrecta de la información emocional, como las expresiones faciales, explicara la agresividad de los adolescentes, puesto que aún no tienen la habilidad suficiente para identificar emociones y distinguir entre gestos de enojo y de felicidad.
Eso sin contar que seguir varias cosas a la vez es un cansancio poco fructífero. Algo parecido experimenté el pasado viernes mientras hacía unas gestiones por la bella y fronteriza comarca de Oropesa, de  Calera y Chozas a Caleruela. Sintonice al subirme al coche una emisora. Interesada trataba de memorizar los requisitos de un concurso fotográfico que se celebrará en Ávila, cuando se interpuso la narración de una aventura arqueológica en Cáceres. Intrigada esperaba escuchar qué habían descubierto en el yacimiento, cuando desde la emisora de Madrid se informaba de las nuevas medidas que se impondrían en la capital con motivo de la pandemia. También me concernía por razones laborales, así que decidí prestar atención justo cuando cambio la emisión al ámbito de Toledo donde se relataban unos resultados deportivos. Apagué la radio y  me concentré en admirar el declinar del paso de ‘Alpha’, la primera tormenta con características tropicales que se ha registrado en nuestra latitud y que ya es parte de la historia de los huracanes. Se fue formando el viernes, en el seno de una borrasca frente a las costas de la península ibérica cerca de Portugal, con fuertes vientos y temporal marítimo. Al tocar tierra, perdió fuerza pero cargada de humedad dejó gran cantidad de lluvia en puntos del Pirineo y del Sistema Central. Eran las nubes que yo veía enganchadas entre el Almanzor y el Puerto del Pico, acolchando con algodón el valle, las dehesas y los baldíos. Prodigioso y fascinante.