Francisco Javier Díaz Revorio

El Miradero

Francisco Javier Díaz Revorio


Mundial 82

17/06/2022

En estas fechas nos recuerdan que hace cuarenta años de celebraba el Mundial de fútbol de España… y es imposible evitar que afloren tantos y tantos recuerdos. Para un país que casi estrenaba su democracia y no hacía mucho que había superado un intento de golpe de Estado que puso en jaque al joven régimen, era todo un éxito organizar un evento mundial de tanta trascendencia. Entonces se pensaba que solo un país democrático que compartiera los valores más universales era digno de organizar un acontecimiento así. Hoy parece que solo el dinero o el potencial económico rige la adjudicación de la organización de este tipo de encuentros deportivos mundiales. Sea como fuere, para un adolescente aficionado al fútbol que apenas empezaba a hacer algo diferente que estudiar y jugar a las chapas, que un mundial se celebrase en su país era motivo más que suficiente para seguirlo con absoluta atención y pasión. Es algo que, por lo demás, me gusta hacer en todos los mundiales, pero que ya nunca he podido repetir con tal intensidad.
Así que es imposible olvidar las sensaciones de aquel mundial: aquel fabuloso equipo brasileño con Sócrates y Zico, o la selección argentina con Maradona y Kempes, y Menotti como entrenador… Y también cómo estas selecciones favoritas terminaron decepcionando, para dar lugar a unas semifinales íntegramente europeas, que condujeron a Italia al título, después de ir (como a veces hace) de menos a más, pasando la primera fase sin ninguna victoria, pero superando en la segunda a los dos favoritos mencionados. Cómo olvidar el entusiasmo de Sandro Pertini en aquella final, que contrastaba con la frialdad de Helmudt Schmidt, con el rey Juan Carlos en medio de ambos. En cuanto a España… ¡qué gran decepción! Como solíamos en algunos momentos, fallamos incomprensiblemente en los partidos teóricamente más fáciles, para luego empezar a jugar bien cuando ya era demasiado tarde. A pesar de todo, nuestro Mundial fue un éxito organizativo y acaso el inicio de una etapa feliz y brillante en términos colectivos. Una década después volveríamos a ser anfitriones en las Olimpiadas de Barcelona, con idéntico éxito organizativo y en esa ocasión más que razonables resultados deportivos, cuando España ya estaba plenamente integrada en las instituciones europeas, y en la comunidad de naciones más avanzadas y democráticas del planeta. Ya en el siglo XXI llegarían éxitos deportivos sin precedentes, en especial el Mundial de 2010, pero aquel Mundial del 82 dejó un recuerdo imborrable en la memoria de una nación que emergía, y en la de un joven que empezaba a hacerse mayor. Y la verdad es que no sé cuánto queda de aquel entusiasmo colectivo y de aquella experiencia, más allá de algún 'Naranjito' que todavía se conserva, triste y deslucido, en algún lugar de nuestra geografía…