Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Desiertos de granito

27/07/2022

Hace unos días, dirigiéndome al Museo del Prado, donde visité la espléndida y muy interesante exposición sobre Luis Paret, crucé la Puerta del Sol, que, más allá de una plaza, es todo un símbolo. Se encuentra, como tantas calles y plazas de España en estos meses previos a las diferentes convocatorias electorales, en obras de remodelación. A priori, conservar y mejorar nuestro entorno urbano me parece, a pesar de que siempre existe la sospecha de un disimulado –o no- electoralismo, algo digno de elogio. La cuestión surge respecto al verbo mejorar, pues aquí los criterios, como los gustos, divergen.
En este sentido no puedo mostrarme más en desacuerdo con algo que parece una especie de plaga que afecta a alcaldes de todo el espectro ideológico, y es la tendencia a convertir los espacios abiertos en auténticos desiertos de granito, lugares inhóspitos para el ser humano –bueno, para cualquier ser vivo- durante los meses de calor, y en tránsito de alto riesgo cuando la lluvia se digna visitarnos. Por toda la geografía española, las plazas enlosadas con granito, u otros materiales pétreos similares, con ausencia total, o reducida a lo simbólico, de cualquier tipo de arbolado, han proliferado como setas en otoño. A veces se aduce que las tradicionales plazas castellanas, que en la Edad Media o el Renacimiento eran utilizadas como lugar de mercado, tal y como ocurría con 'el martes' en Zocodover, coso taurino o espacio donde se realizaban los autos de fe, carecían de vegetación. Sin embargo, plazas y calles son lugares vivos, y recurrir a la historia falazmente nos hace olvidar otro periodo, del que conservamos ya imágenes fotográficas, como fue el siglo XIX, en el que muchas plazas principales estaban llenas de arbolado y todo tipo de plantas. Basta contemplar algunas de las fotografías de Casiano Alguacil para maravillarse por el estado de la plaza del Ayuntamiento toledano, llena de arbolitos que proporcionaban sombra y solaz para el vecindario. En Madrid, la Plaza Mayor, donde hoy nos podemos relajar con un carísimo café, fue ajardinada en 1873, plantándose varias clases de árboles y césped, además de fuentes, bancos y un kiosco de música, convirtiéndose en un pequeño pulmón verde para la Villa y Corte.
A pesar de los prejuicios que solemos tener contra el siglo XIX, calificado de 'pedante y erudito' por el marqués de Lozoya, que criticaba su afán por reconstruir el patrimonio artístico no como fue, sino como se creía que debería haber sido –ahí está la restauración de Nôtre Dame por Viollet-le-Duc-, hay que reconocer que su urbanismo, al menos en lo que a plazas se refiere, era mucho más amable, humano y 'ecológico'. Creo que es preciso recuperar esa forma de entender los espacios públicos. Necesitamos árboles, plantas, flores, en nuestras ciudades y pueblos. Me parece genial la idea del Bosque Metropolitano de Madrid. Ojalá se imite más y tengamos un urbanismo verdaderamente verde.

«Necesitamos árboles, plantas, flores, en nuestras ciudades y pueblos»