A pesar de la derrota del pasado fin de semana en el Salto del Caballo, el CD Toledo comenzó a jugar a algo, por lo menos. Tras meses de juego plano, previsible e inefectivo, el equipo demostró que es algo más que una cara bonita un poco demacrada por el paso del tiempo. Los apenas dos entrenamientos de los que dispusieron Javi Sánchez y Guti antes del partido ante la UD Alzira, fueron suficientes para que los jugadores demostrasen que saben jugar y construir ataques, independientemente de que entrase la pelotita o diese al palo.

Aunque siempre sea un campo temido, el Paquito Giménez es el escenario ideal para resurgir y tomarle el pulso de una vez a esta Segunda RFEF. Un derbi ante uno de los enemigos habituales, con un frío de otra época en uno de los estadios donde se celebran las grandes batallas y ganar sabe mejor. Si alguien sabe cómo ganar allí, ese es el técnico toledano.
Venirse del Paquito con un botín en forma de tres puntos ante un rival directo sería el mejor remedio para todas las inseguridades y falta de confianza de una plantilla apagada y aprisionada por el orgullo y el hermetismo del anterior inquilino del banquillo.
Eso implica que, tanto los más veteranos en la entidad, como Rubén Moreno, Esparza, Olmedo o César Ortiz, deban dar un paso al frente, al igual que hombres como Mamau, Rodri, Migue García, Dieguito o Cédric.
No será un partido de 'jogo bonito' o 'tiki taka', ni será la imagen del CD Toledo de lo que queda de temporada. Será un choque de lucha, de pelea y de hambre. Un hambre que sí se vio el pasado domingo en el Salto del Caballo, un hambre que se intuía que estaba pero que no se pudo ver hasta ahora.
Es el momento de confiar en la plantilla y en un cuerpo técnico al que hace falta dejarle trabajar porque llevan en la sangre ese 'ADN Toledo' que tanto demandaba la afición. Estamos en un tramo de cuatro encuentros vitales ante rivales directos que decidirán el devenir en este anárquico Grupo 5 de Segunda RFEF. Hay fe, ganas y tiempo. Es el momento de resurgir.