Joe Biden ha dicho que tiene intenciones de presentarse a un segundo mandato. Eso ocurriría en 2024 de manera que, si cumple su promesa, el presidente estadounidense tendrá que hacer campaña con 82 años. Kamala Harris, que era la pata joven y electrizante del ‘ticket’, tiene 56 años, tres menos que Barack Obama.
No es que los EEUU esté inmersos en un proceso de gerontocratización -si es que existe esa palabra- sino que los presidentes americanos son, con escasas excepciones, personas de edad avanzada. Entre otras cosas porque lleva años alcanzar los méritos necesarios para ser percibido como un buen candidato, ya sea en el mundo de la empresa, el cine o la judicatura.
Resulta curioso que haya sido EEUU quien ha exportado el culto a la juventud y que, sin embargo, no lo haya extendido a su clase política. Una teoría totalmente improvisada al respecto es que en España no copiamos las cosas que funcionan en otros países, sino las que suceden en sus películas. Es más, quizá los doctores de los sondeos no son adictos a la política estadounidense o la británica, sino a las series que hablan de política estadounidense o británica. Donde los actores, a la fuerza, tienen que ser hombres y mujeres jóvenes y apuestos.
España ha pasado en pocos años de ser un país con dirigentes veteranos a convertirse en un lugar donde los candidatos que cursaron la EGB empiezan a ser sospechosos. No eres apto si no eres capaz de llegar al Congreso de empalmada. Lo decía hace poco alguien en Twitter, que quizá le estamos dando muchas vueltas cuando, en realidad, los problemas de gobernabilidad que estamos teniendo en los últimos tiempos tienen más que ver con la ESO.