Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Agua de mayo

03/05/2022

De las distintas aguas conocidas, las de mayo son de las más codiciadas. Aguas benefactoras para el campo, y de ahí el conocido refrán. Sobre todo, si son recogidas por la tierra con mesura, y garantizan una buena cosecha.
Recibir agua en mayo es una expresión que va más allá del refranero agrícola. También se utiliza cuando se recibe una buena noticia, algo escaso en estos tiempos. Si a alguien le toca la lotería, pues lo lógico es decir que le ha venido como 'agua de mayo' y, siendo generoso, se invita al personal a una comida. Que se ha heredado un pellizco, pues también se tira de refrán, y luego se apaña uno con Hacienda.
En estos tiempos -y por desgracia en los venideros si nada lo endereza-, recibir las benditas aguas de este mes es una quimera. Son muchos los que miran al cielo esperando que cese la tormenta y los nubarrones de estos últimos tiempos. Y que, de arriba, caigan gotas sabias, prudentes y pacificadoras. A sabiendas de que el agua, y más si es de mayo, nunca llega igual para todos.
Falta hace, en estos días, agua de mayo que sofoque el fuego en muchas economías familiares. Una bajada de la inflación, por ejemplo, sería recibida como agua bendita en muchos hogares, que ven cómo llenar el carro de la compra es todo un sueño, y un recuerdo de tiempos pretéritos. Hasta que esas providenciales gotas lleguen, habrá que racionar nuestras visitas a los mercados y gasolineras (de acudir a los locales de ocio con asiduidad, mejor no hablar).
Pero no solo está el deseo de apagar la inflación con el primaveral líquido celestial. Otra agua de mayo -muy bienvenida-, sería la que apagara la pira del recibo del gas, o de la luz. Aunque algunos ya se conformarían con que, algunas gotas, aclararan la factura de este último y, simplemente, pudiera entenderse.
La reducción del déficit público y del endeudamiento, también sería recibida como agua de mayo. Sobre todo, para las generaciones venideras, que son las que van a apechugar con eso de gastar más de lo que ingresamos ahora. Una práctica de la que se ha abusado desde hace años, como si el dinero -y no el agua de mayo-, cayera del cielo.
Agua de mayo sería también mandar a su casa a aquellos políticos, (a los malos se entiende) que no dan la talla ni están a la altura de las necesidades que, ahora mismo, demandan los ciudadanos. A aquellos que, por inexperiencia, o perversión, utilizan la mentira y el enfrentamiento como única arma dialéctica. A esos que rompen la concordia, el entendimiento, y creen que la división de la sociedad y de la nación es buena para sus intereses personales y partidistas. A aquellos que, fuera de la política, pasarían hambre.
Este mes que acabamos de arrancar, abre un ciclo político electoral que durará hasta mayo del año que viene. Tocan doce meses en los que, el personal, escuchará de todo. Frases que, básicamente, se reducen a «fíate de mí, que lo mío es lo bueno y lo del otro, es lo malo».
El agua de mayo, por poca que sea, es necesaria y será bienvenida como nunca. Este mes, el que viene, y siempre. Que falta hace.
Oídos sordos y mirada al cielo para lo que nos caiga.