José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Hacia una ciudad culturalmente eficiente

05/04/2021

Toledo, la ciudad a la que el refrán definió como de «santos, cantos, sabios y encantos», es el lugar donde Ángel Guerra vivió el asombro del sentido más profundo de la Semana Santa. Los fastos religiosos, la ‘solemnidad melancólica’ de la que habla el narrador en la novela, el rigor y seriedad de la liturgia, una predicación profunda y el sentimiento que se esconde entre las notas de los himnos y la música religiosa son algunos de esos elementos paradigmáticos que tocaron su alma a modo de flecha. Todo este patrimonio religioso e inmaterial, unido a las devociones populares, a la imaginería y a otras costumbres de diversas naturalezas han generado para nuestra ciudad una Semana Santa que, desde 2014, está declarada de Interés Turístico Internacional.
Aunque este año todo ha vuelto a ser diferente, la oración no ha salido de los templos y las costumbres no han podido ir más allá de las casas de cada uno, lo cierto es que algunos sectores de la ciudad se han implicado en un esfuerzo digno de agradecer. En concreto, me refiero a las diversas cofradías, hermandades y capítulos que, lejos de postergar su condición de tales, han decidido dar nuevamente el sentido de veneración a las imágenes ornándolas como cada año y mostrándolas a los fieles y turistas que quisiesen verlas en sus respectivas sedes canónicas. Por cierto, este año con especial gusto en algunos casos, como es el Monumento decorado en el Monasterio de Santa Isabel por el Capítulo de Caballeros del Santo Sepulcro, que, para mí, ha combinado elegancia, exquisitez y sencillez a un tiempo. Además, las distintas cofradías se han organizado entre ellas para crear una suerte de itinerario en el que poder ver los distintos pasos que han sido ornados este año. Como digo, un esfuerzo y una idea que, además de ser digna de agradecimiento a esas entidades y a la Junta de Cofradías, demuestra que todavía quedan cofrades que entienden que es precisamente en pequeños detalles como esos donde se encuentra la fe más sencilla y el sentimiento más auténtico de querer llevar a los fieles la devoción a sus imágenes.
El turismo este año, por causa de los cierres perimetrales, es de suponer que ha sido eminentemente autonómico. Aunque a nadie le es agradable no poder salir de su lugar de residencia, reconozco que la coyuntura que vivimos ha sido un aliciente razonable para que los castellano-manchegos tengamos una oportunidad para poder conocer nuestra región, tan rica y tan única en tantas cosas. Por cierto, que desde la Viceconsejería de Cultura, que dirige con esmerado criterio Ana Muñoz, se han publicado en el blog de Cultura de Castilla-La Mancha por segundo año consecutivo unos curiosos artículos sobre música, gastronomía, cofradías, bordados y tradiciones populares como forma de conocer mejor los aspectos más curiosos de la Semana Santa en los diversos rincones de la región. Igualmente, este blog publica algunos artículos muy interesantes a lo largo del año que pueden ser referencia para recorrer Castilla-La Mancha buscando los referentes culturales de los que nos hablan los diversos autores que colaboran en el blog.
Digo esto porque me parece que, en un momento donde el turismo es fundamentalmente nacional e incluso autonómico, estas iniciativas nos ayudan a poner en valor el lugar donde residimos y, además, sirven como atractivo para quienes se prestan a conocer antes lugares más lejanos que lugares más cercanos. Ambas iniciativas, así como las rutas guiadas temáticas que se han hecho estos días en Toledo, no son sino formas diferentes y sugerentes de fomentar el turismo y la cultura dentro de nuestras fronteras. Y aquí es donde tengo que tirar de las orejas al Ayuntamiento. Este año, el programa de Semana Santa ha estado bien maquetado, con la sencillez y la seriedad que pide su contenido, y bastante más acertado que programas como el de 2019, que, a excepción de la fotografía de portada, era realmente antiestético. Lo que echo de menos es que la actividad municipal se haya quedado en eso y en el vídeo promocional que se ha publicado. Vídeo en el que, por cierto, no logro entender el sentido de poner la canción de Vanesa Martín que han elegido. A mí me gusta su música, pero creo que la letra de la canción elegida, que dice cosas como «yo soy del mar, soy del sol, soy de la tierra que nace del alma y envuelve tu voz», no tiene ni la más mínima relación con la Semana Santa toledana. Creo que Ayuntamiento y cofradías deberían haberse coordinado para convertir esa exposición de pasos en un itinerario turístico ad hoc, y que deberían haberlo publicitado mucho más y mejor, porque el elenco de obras de imaginería religiosa de la ciudad bien vale ser considerado como una entidad cultural digna de estudio y de divulgación en su conjunto.
Y, si miramos más allá, una reflexión más importante. Toledo no es la gallina de los huevos de oro. Seguimos empeñados en que la ciudad se vende sola, se abastece sola y se publicita sola. Y eso no es así. De hecho, por seguir anclados en ese absurdo, fíjense en cómo se han visto afectados tantos comerciantes de hostelería, artesanía, restauración y otros tantos sectores, que han perdido por culpa de la pandemia su activo fundamental para mantenerse a flote. No es justo que en una ciudad con tanta historia, tanto patrimonio y tantas infraestructuras culturales sigamos quedándonos en el pasear de los turistas por las imperfecciones de nuestras calles y con los basureros pasando a las horas más intempestivas. ¿Es que acaso no hay formas de atraer a un nuevo público? ¿No hay métodos para aprovechar todo lo que tenemos y darle un nuevo sentido? Toledo debería aprender, en este año de Alfonso X, de la virtud multidisciplinar de este rey y obrar en consecuencia. Nuestra ciudad es puntera en el mundo en patrimonio, en estudio de idiomas, en arte, en turismo, en estudios militares… ¿Por qué no dar un paso más allá, renovarnos y convertirnos en una ciudad culturalmente eficiente? Porque, aunque no se lo crean, la cultura da dinero, siempre y cuando sea un producto cultural serio y bien hecho. Si nos planteásemos ir más allá del turista de un día y empezásemos a fomentar la venida de personas e instituciones de diversos lugares del mundo para, aprovechando la impronta de Toledo, realizar sus estudios y trabajos en las ciencias que han sido propias de los maestros toledanos, podríamos albergar perfectamente instituciones como una universidad internacional únicamente dedicada a idiomas, un centro de estudios de las tres religiones del Libro a nivel mundial, o escuelas y centros de enseñanza dedicados únicamente a cuestiones patrimoniales, históricas y turísticas.
Para progresar verdaderamente como ciudad, tenemos que olvidarnos de una vez por todas de las ideas más apolilladas del turismo y renovarnos, empezar a ver Toledo no como un parnaso que se vende solo y al que todo el mundo desea venir, sino como una fuente de cultura en la que cada una de sus gotas puede ser una oportunidad para desarrollar alguna disciplina y atraer a un público especializado, que, además de traer prestigio y dinero a la ciudad, sería un gran activo en su estudio. No hay nada nuevo bajo el Sol, pero sí mucho más allá de nuestras murallas. No somos ni los únicos ni los mejores. Y, sinceramente, a veces pienso que no sabemos hacia dónde vamos como ciudad. Si no renovamos nuestra oferta, si no trabajamos dando prioridad a una industria cultural seria, si no nos publicitamos como Dios manda en los medios de comunicación como sí hacen otras ciudades, seguiremos tan estancados como estamos ahora, el casco se seguirá muriendo paulatinamente y estaremos perdiendo el soplo de aire fresco de los nuevos bríos que otras ciudades de España están aprovechando convencidas de que ahí está el auténtico progreso de las ciudades patrimoniales. Lanzo esta necesidad a la alcaldesa y al Ayuntamiento, porque son ellos quienes pueden empezar a edificar este nuevo pensamiento de ciudad.