Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


A las mujeres

02/03/2023

Confieso que hace tiempo perdí la fe en los movimientos feministas apesebrados, para volcar mi admiración en mujeres que se solidarizan con las más vulnerables, las ayudan, las escuchan, las acompañan, se funden en su dolor y son dichosas con sus alegrías.
Y, sí, perdí la fe cuando me di cuenta de que gran parte de esos grupos autodenominados feministas se han politizado hasta el extremo preocupante de distinguir entre mujeres de primera, las suyas, y de segunda, las que no comulgan con sus ideas. Y así se ha reducido una batalla de siglos, que ha dado lugar a grandes conquistas, a una pelea sectaria en la que o estás conmigo o no te valoro ni te creo. Justo, lo contrario de lo que se ha postulado toda la vida, al equiparar el feminismo con la lucha por la igualdad, donde un hombre no tiene más privilegios, ni más derechos, ni más poder solo por pertenecer al género o sexo, que ya me han liado, masculino.
Y es que muchas de esas furiosas progresistas, que no considero feministas, han conseguido, incluso, que el concepto de mujer se haya diluido en términos como seres gestantes y otras pamplinas que nunca acabarán con nuestra esencia ni dejarán de ser un atentado a la biología. Nosotras somos las que nos quedamos embarazadas, las que parimos, las que sufrimos en nuestro cuerpo ese desgaste, las que tenemos la regla o la menopausia. Las que damos vida. Si nos da la gana, claro. Es un derecho nuestro, individual, que, por mucho que se empeñen en leyes absurdas y totalitarias, nunca podrá detentar un varón.
Duele que se mantengan estereotipos, que conciliar siga siendo nuestra asignatura pendiente o que nos cueste más llegar a la cima porque el camino del ascenso choca a veces con nuestros propios sentimientos. Por eso es preciso seguir reivindicando este 8 de marzo  sin ceder un ápice en lo que hemos conseguido. Ni dar alas a quienes borran nuestros nombres en aras a derechos de otros. Que son distintos. Y no podemos consentir que se conviertan en invasivos.
Queremos seguridad laboral, personal, libertad, que nadie nos ponga trabas. Pero también que ningún político ose legislar para que nuestros hijos se pierdan en una maraña de hormonas cuando son solo niños con una vida por delante para decidir con madurez.
El 8M  es una jornada para salir a la calle. O no, que las dos manifestaciones convocadas en Toledo, a muchas no nos representan. Que  elija cada una, que somos únicas y hemos de querernos más allá de lo que nos han impuesto las férreas reglas del patriarcado. Que no nos marquen qué hacer ningún día de nuestra vida. Ni siquiera de qué color vestirnos. Eso sí, no bajemos los brazos ante lo que consideramos injusto y no dejemos atrás ninguna de nuestras aspiraciones. Les debemos un homenaje a las que nos precedieron, a nuestras madres, que desde su sacrificada vida de amas de casa, hicieron una labor impagable para que sus hijas se convirtieran en mujeres libres, valiosas, independientes. Esas madres, sí, no progenitoras gestantes, esas mujeres, que nos ayudaron a conciliar con nuestros niños, que les protegieron y les dieron alas cuando nuestras obligaciones nos lo impedían, merecen que sus hijas, nunca renunciemos a nuestros sueños. Sigamos en la lucha, pues. Generosa, pero implacable.