Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Lo que nos une

29/04/2021

Esto no hay quien lo aguante. La campaña política en nuestra Comunidad hermana, Madrid, nos ha dejado sobresaltados a los que no somos fascistas ni comunistas, a quienes deseamos vivir en paz sin tener que señalar a los que no piensan como nosotros. Me avergüenza que no se consiga mantener el sistema de convivencia que logramos antes de la llegada de esta pandemia, que no sepamos respetar a otros compatriotas, que ciudadanos de nuestro país se atrevan a utilizar la violencia mientras se normalizan las amenazas, se demoniza a menores, e, incluso, se llega a limpiar el suelo con lejía, encima de donde se situaron simpatizantes de partidos del otro extremo. ¿Qué será lo próximo, señalar a un colectivo con la cruz amarilla que impusieron los nazis a los judíos? La tolerancia ha dejado paso a la crispación, al odio, a fulminar al diferente. Y ahí es donde los que creemos en una sociedad democrática, que decide libremente en las urnas, debemos poner coto.  Hay que ser valientes. 

No es cierto que los que no están del lado de Pablo Iglesias sean fascistas. No se puede abusar alegremente y mucho menos en una campaña electoral de un término que ha causado tanto mal a la humanidad. Rechazar la violencia es imprescindible. Ahora bien, imponer el modo de hacerlo, las palabras y el contexto, queda en la conciencia de cada cual. En uno y otro lado. No puedes exigir, cuando tú has consentido y jaleado actitudes vandálicas y poco ejemplares, que los demás actúen como dicta tu ideología. Tampoco necesitamos alimentar los extremos para ver quien llega más lejos. Creo que somos más los que apostamos por esa libertad sin ira de la que tanto se habló en la Transición, por ese modelo que llevó a un diálogo enriquecedor a dirigentes de ideología tan distante como Fraga y Carrillo. Necesitamos voluntad, empatía y talento para acabar con este sinsentido, con este clima tan pernicioso. El político que no tenga esas capacidades no merece estar en un gobierno.

Me quedo, en este mes de mayo, con aquello que nos une, lo que nos representa a todos, los que nos llama a confraternizar más allá de ideologías. Y, en este punto, me centro en el 1 de mayo en Toledo, con nostalgia de la romería del Valle, una festejo con actos religiosos, sí, pero con una esencia que va más allá, que se plasma en la procesión, en paseos contemplando la silueta más universal de nuestra ciudad, rodeada por nuestro castigado Tajo, en escaladas a la Piedra del Rey Moro, en visitas a los chiringuitos, también a los de partidos políticos, que ofrecen sus pinchitos morunos, su paella, sus migas… Ahí no se ve la radicalidad.Tampoco me olvido de ese Primero de Mayo, que nos recuerda que la lucha por igualdad y por los derechos de los trabajadores nunca está de más.Alcemos la voz cuando toque y, por qué no, el que quiera que haga sonar la campana de la ermita del Valle para cumplir una tradición que se inició hace siglos y que, sin duda, será eterna. Y, el 2 de mayo, algo que nos roza el corazón: el Día de la Madre, una jornada para recordar o disfrutar de nuestra certeza, de nuestro amor más incondicional. Celebremos, que ya toca.