Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Pascua

31/03/2021

Quizá la contemplaran ustedes. El pasado sábado, la primera luna llena de primavera, la luna llena de Nisán del calendario judío, bañaba, espléndida, con su luz lechosa, la silueta oscurecida de un Toledo apagado por la Hora del Planeta. Extasiado, pasé un rato observándola desde la barandilla del puente de la Cava, mientras el padre Tajo reflejaba en las exangües y esquilmadas aguas su resplandor plateado. Mirando a la vieja judería recordé como durante siglos sus habitantes celebraron,  en noches similares a la de este  plenilunio del  27 de marzo, la fiesta de Pésaj, la Pascua, recuerdo de la liberación de Egipto, el memorial anual de cómo un pueblo de esclavos alcanzó la libertad y recuperó su dignidad. Generación tras generación, los israelitas evocan aquel momento que les constituyó como nación.
Para los cristianos la Pascua de Israel es el anuncio de otra Pascua, la del Cordero inmolado en el altar de la cruz, ofrecido en sacrificio por la salvación no ya de un pueblo sino de toda la humanidad. Pascua que algunas comunidades cristianas de Asia Menor, siguiendo una tradición que se remontaba al apóstol Juan, celebraban, como los judíos, el 14 de Nisán, de ahí su nombre de cuartodecimanos; poco a poco se impondría la manera de celebrar de la iglesia de Roma, el domingo posterior al 14 de Nisán, manifestación de la victoria sobre la muerte. La única celebración inicial de la Muerte y Resurrección de Cristo, durante la noche, con el paso del tiempo y la influencia de las celebraciones de Jerusalén, fue desglosándose en el Triduo Pascual y las demás celebraciones que constituyen nuestra actual Semana Santa. Asimismo, y junto a la dimensión litúrgica, se desarrolló una riquísima tradición popular que ha dado lugar a un extraordinario conjunto de manifestaciones, como las bellísimas procesiones toledanas.
De nuevo, por segunda vez consecutiva, la Semana Santa de Toledo quedará recluida en el interior de las iglesias. Quizá sea la oportunidad para una vivencia más íntima, profunda y recogida, del misterio de la Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo. Echaremos de menos los hermosos cortejos procesionales que llenan de fe, devoción y arte nuestras estrechas callejuelas. Sin embargo, este año hemos tenido la posibilidad única de visitar las diferentes imágenes en sus sedes canónicas. Una estupenda iniciativa que nos ha permitido contemplar, orar, admirar de cerca su belleza. Las diversas hermandades y cofradías se han esmerado, con un gusto exquisito, en preparar la exposición de sus titulares, creando un ambiente de devoción que ha hecho que quienes procesionemos este año hayamos sido los que hemos recorrido los diferentes templos parroquiales o conventuales, descubriendo, al mismo tiempo, el riquísimo patrimonio artístico que atesoran. Esta procesión exterior se convierte así en símbolo de la peregrinación interior, de nuestro acompañar a Jesús en el misterio de su Pasión. Una sugerente y distinta forma de vivir la Semana Santa.
Les deseo feliz Pascua de Resurrección.