Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Sobre lo de Cantó

08/07/2021

Hace unas semanas, ante ciertas actitudes durante la crisis fronteriza con Marruecos, recordaba aquí al pensador norteamericano Henry. D. Thoreau, uno de los más influyentes escritores políticos desde el siglo XIX. Hoy vuelvo a él. Y lo hago por un personaje peculiar, quien en estos últimos días se ha situado en el epicentro de las críticas por la última voltereta en su mediática trayectoria: Toni Cantó, responsable de la nueva Oficina del Español, creada ex profeso para él por Isabel Díaz Ayuso.
Mientras leo, tengo la costumbre de doblar el pico de aquellas páginas en las que hay alguna frase que me gusta. Durante el mes de abril tenía entre manos esos ensayos de Thoreau a los que ya me referí. En esos días, la moción de censura presentada en Murcia convulsionó el panorama político nacional, derivando en la convocatoria de elecciones autonómicas en Madrid y generando un fortísimo terremoto en Ciudadanos, cuyas réplicas, en forma de deserciones, aún continúan. Una de las más sonoras fue la salida de Toni Cantó y su veloz incorporación al Partido Popular, tropezando aquel galáctico fichaje con la resolución judicial que, junto al ex alcalde toledano Agustín Conde, le apeó de las listas al parlamento regional por intentar burlar los requisitos de la ley electoral madrileña. ¿Recuerdan? Pensando en él, dejé marcada una frase que ahora cobra toda su dimensión: «Los ineficaces ofrecen su ineficacia al mejor postor y están siempre esperando que les den un puesto. Como podemos imaginar, raramente se ven contrariados».
Es legítimo, porque no somos ríos y por ende podemos volvernos hacia atrás, que todos tenemos derecho a cambiar nuestra forma de pensar, nuestra ideología y nuestra militancia. Cuando, tras un proceso de reflexión personal uno decide dejar un grupo político para continuar su compromiso bajo otras siglas, es poco lo que se puede objetar. Semejantes actitudes, si responden a un honesto tránsito intelectual y se hacen sin dobles intenciones, son respetables y, a veces, hasta edificantes. Pero cuando ese tránsito se hace sin otra lógica aparente que la de continuar sentado un tiempo más en el machito (en este caso con una generosa retribución, por cierto), mal ejemplo se da a una sociedad indignada que tiene en la desafección hacia la actividad política uno de sus grandes retos a superar.