Semblanza histórica de Mora y de su Fiesta del Olivo

José García Cano*
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En 1957 se celebró la primera Fiesta del Olivo, gracias a un agricultor del lugar llamado José Fernández-Cabrera Martín-Maestro, que quiso celebrar el fin de la campaña aceitunera

Desfile en la V edición de la Fiesta del Olivo en el año 1961. - Foto: Revista Provincia nº 33 34

Aún resonando los ecos del octavo centenario del rey toledano Alfonso X el Sabio, recordamos sus sabias palabras sobre el trabajo de los agricultores y hortelanos: «El pueblo debe criar diligentemente los frutos de la tierra, labrándola y cultivándola por manera de conseguirlos, porque desta crianza ha de mantenerse la otra… porque estándolo así abundará en las cosas que le sean necesarias». La importancia de la tierra y sus cultivos ya era reconocida en aquel siglo XIII y hoy perfectamente lo podríamos extrapolar a una querida localidad toledana como es Mora de Toledo y al centenario cultivo olivarero que encontramos en ella. En el siglo XVIII al hablar de la tierra y los cultivos de Mora, se decía que había plantíos de viñedo, frutales, almendros y olivar, entre otros productos. Por tanto, está claro que las olivas forman parte del paisaje moracho y del pasado de la localidad, hecho que se confirmó en 1957 cuando se celebró la primera Fiesta del Olivo, gracias a un agricultor del lugar llamado José Fernández-Cabrera Martín-Maestro, el cual quiso celebrar el fin de la campaña aceitunera, como ya desde hacía décadas -quizá siglos- hacían los vecinos, es decir reuniéndose todos los recolectores en las fincas de los propietarios de las olivas para comer y beber juntos -por cuenta del amo, claro está-, disfrazarse, adornar sus carros, celebrar bailes y dar por finalizada la campana de aceituna.

Pues bien, esa curiosa forma de rematar las faenas de la aceituna se materializó en una importante fiesta que con el paso de los años conseguiría la declaración de Fiesta de Interés Turístico. Ya en aquellos primeros años de la fiesta, Mora contaba con la nada despreciable cantidad de millón y medio de olivos en su término municipal (que ocupa casi 17.000 hectáreas) negocio en el cual se empleaban almazareros, almacenistas, cultivadores, vareadores, gañanes y podadores, convirtiéndose en una importante fuente de ingresos para sus vecinos.

Celebrar esta fiesta no es más que una excusa para rendir un homenaje al olivo como cultivo milenario cuyo aceite se lleva produciendo desde hace siglos en nuestra provincia y en nuestro país. Pero Mora también es historia, tradición y patrimonio; la fortaleza de Mora o castillo de Peñas Negras, aparece citado a finales del siglo X como lugar ocupado por el mismísimo califa de Córdoba Abd al-Rahmán ibn Muhámmad, más conocido como Abderramán III, quien partirá poco después a la imperial Toledo. Ya en el año 1082 Mora se incluye en la dote que la joven Zaida aportó al matrimonio con Alfonso VI.

También tuvo Mora relación con la Orden de Santiago pues en el año 1173 tanto la localidad como el castillo pasaron a su propiedad, levantándose además un palacio por parte de esta orden que se ubicó junto al arroyo de Yegros.

Mora posee por méritos propios una página completa dentro de la historia de la Guerra de las Comunidades en Castilla, pues cuando los hombres de Zúñiga, el Gran Prior de la Orden de San Juan -a la sazón leal a Carlos V- llegaron a Mora, sus vecinos tomaron las armas definiéndose como seguidores del bando comunero. Sucedió que los niños, ancianos y mujeres, habían sido introducidos en el interior del templo parroquial, a los que se sumaron algunos vecinos que huían de los hombres del prior. No pudo suceder peor final que el incendio que provocaron aquellos con la posterior muerte de cientos y cientos de morachos en el interior de la iglesia, un triste episodio cuyo quinto centenario se celebró el 23 de abril del pasado año.

Después de unos malos años de cosechas y sequías, sobre todo la ocurrida en 1589, comenzaría una nueva etapa en la historia de Mora, ya que desde 1568 se había separado de la Orden de Santiago por mandato de Felipe II, habiéndola incorporado a la Corona. Poco tiempo después Mora fue permutada a don Francisco de Rojas, por una serie de fincas situadas en Aranjuez; y ya en tiempos del rey Felipe III (concretamente en 1610) Mora fue elegida como cabeza del señorío del mismo nombre, cuyo titular era don Francisco de Rojas y Guevara, al mismo tiempo señor de Layos y El Castañar. No olvidemos que una de las personas que ostentó el condado de Mora fue la emperatriz doña Eugenia de Montijo, la cual pasó algunos periodos en la localidad.

Llegando al siglo XIX Mora es protagonista de un enfrentamiento bélico entre franceses y españoles, en la conocida como Batalla de Mora, que sucedió el 18 de febrero de 1809 y en la que el ejército francés tuvo que emprender la huida ante la valentía y fiereza de nuestros soldados dirigidos por el duque de Alburquerque. Como recuerdo de aquella gesta, en 1817 Fernando VII creó una medalla que fue entregada a todos los participantes en aquella batalla denominada como la acción de Mora y Consuegra. Y pasando los años Mora llegó al siglo XX conservando tradiciones, viejas historias y algunos monumentos, como su iglesia de Altagracia, en pleno centro de la localidad o la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, a la que tanta devoción tienen los morachos, posiblemente construida a finales del siglo XVI y con cúpula de media naranja. También tuvo Mora un convento de frailes franciscanos conocido como el de San Eugenio, de época renacentista, el cual después de abandonarse se utilizaría como cuartel de la Guardia Civil y posteriormente colegio. Mora poseyó el impresionante palacio santiaguista de Yegros -antes citado- el cual estaba ya prácticamente arruinado en los años 60 del siglo XX, como así citan algunos autores que lo conocieron por aquél entonces y cuyas ruinas se situaban en la dehesa de Yegros, la cual ocupaba una extensión de 12.000 fanegas.

Hablando de religiosidad en Mora hay una imagen de Cristo muy querida por sus vecinos ya que es la de su patrón: el Santo Cristo de la Vera Cruz, la cual se salvó del triste periodo de la Guerra Civil. Y por lo que respecta a la patrona de Mora, tenemos a Santa Ana, otra imagen muy venerada desde hace generaciones, cuya fiesta tiene lugar el 26 de julio de cada año. Como ejemplo del poso cultural que ya poseía Mora desde principios del siglo XX, destacamos las publicaciones que se editaban en la localidad como por ejemplo 'El Eco de Mora', semanario publicado en el verano de 1912 por don Juvenal García Fernández o 'La Antigua', publicación de carácter religioso; 'La Opinión' fue un semanario publicado en 1920; desde 1928 el periódico toledano 'El Castellano' publicaba los martes una página dedicada a Mora dirigida por don Santiago Fernández Contreras; sería en 1949 cuando se publicaría 'Ecos de Juventud', una hoja de propaganda católica de periodicidad mensual que se publicó durante cuatro años y que se transformaría tiempo después en 'Ecos de Mora'.

Volviendo a la Fiesta del Olivo que en esta 64ª edición tendrá lugar los días 23, 24 y 25 de abril, recordamos como en aquellas primeras -y lejanas- ediciones de la fiesta, se celebraban exposiciones, se colocaban stands de maquinaria agrícola y al mismo tiempo tenían lugar ferias y muestras de ganado, que se completaban con las tradicionales cabalgatas tan arraigadas entre los vecinos morachos y que aún hoy, en su presente edición seguirán recorriendo las calles de Mora. Y la Fiesta del Olivo sin duda no luciría de igual forma si no fuera por las Reinas y Damas que cada año dan más vistosidad y alegría al evento; tanto las damas infantiles como las mayores forman parte ineludible de estos días. Entre todas ellas se eligen a las Reinas correspondientes, quienes son coronadas durante el acto del pregón, uno de los momentos más solemnes de la Fiesta del Olivo y que sirve de pistoletazo de salida para el resto de celebraciones. Habría que añadir los certámenes de poesía y pintura, que le dan el toque artístico y original a la fiesta. Y no nos queda otra opción más que visitar Mora durante estos días festivos para empaparnos de tradición, de fiesta, de aceite, de costumbres y de sabor a lo nuestro, a lo moracho… Después de estos dos duros años de pandemia, restricciones y prohibiciones, volvemos a recuperar la Fiesta del Olivo con más fuerza, ganas e ilusión que nunca; felicidades a todos los morachos por esta fiesta que sin duda es una de las más originales y especiales de toda la provincia de Toledo, ¡a disfrutarla!

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.