José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


Vamos para mayores

18/10/2022

El Instituto Nacional de Estadística con sus proyecciones relativas ha determinado que la España que nos espera para 2037, un horizonte aparentemente lejano, será más anciana, con menos nacimientos y que, aunque la población se incrementará, habrá territorios que seguirán formando parte de esa España vaciada, de una manera aún más severa. Aunque este no es el caso de Castilla-La Mancha que, según esas previsiones, será un territorio que verá su censo aumentado. No obstante, me atrevería a vaticinar el mantenimiento de ese desequilibrio poblacional, que en esta región es cada vez más evidente, incluso en algunas comarcas de nuestra provincia como La Jara.
El envejecimiento poblacional es un factor de éxito de cualquier sociedad y uno de los indicadores que mejor podrían describir su grado de desarrollo. Así lo evidencia la elocuente respuesta a uno de sus alumnos de la reputada antropóloga Margaret Mead, que definió como el primer signo de la civilización un fémur curado, pues evidenciaba que una persona enferma habría encontrado a otras personas dispuestas a cuidarla, hasta su sanación. No obstante, a pesar de las proyecciones, existe también la otra cara de la moneda, en la que podemos encontrar  comportamientos éticos reprobables por falta de humanidad; como los que sufrieron nuestros mayores durante la pandemia, y que arrastramos hasta nuestros días en forma de declaraciones nada afortunadas como las de Enrique Osorio, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, que pretende dar carpetazo a una investigación de lo acontecido, argumentando que «las familias ya lo han superado». Tampoco ha estado muy espléndida Inés Arrimadas, líder de un partido al que muchos desean dar por enterrado, al azuzar incluso el enfrentamiento generacional, con afirmaciones carentes de empatía que le han llevado a twittear que garantizar el poder adquisitivo de las pensiones, como contempla el proyecto de ley de Presupuestos del Estado, es ensanchar una brecha con los jóvenes. Pues, además de ser incierta dicha afirmación porque el valor del sistema público está fundado en la solidaridad intergeneracional, no en la competencia, ahonda en un distanciamiento con la realidad que viven muchas familias en las que las pensiones de sus mayores han sido y son el sostén principal de su supervivencia, a lo largo de las diferentes crisis que venimos padeciendo.
Tampoco es mi intención limitar esta reflexión a un cuestionamiento de los infortunios, fruto de las declaraciones de muchos políticos en el fragor de los rifirrafes de la vida parlamentaria, ya que, además, las hay para todos los gustos y colores, sino que, quizás, deberíamos ser capaces de realizar una reflexión individual, para darnos cuenta de si prestamos la atención que precisan nuestros mayores o, como mucho, nuestra capacidad de entrega en estos tiempos se limita a los cuidados que ofrecemos a nuestras humanizadas mascotas o, simplemente, a las atenciones que nos dedicamos a nosotros mismos.
Sin animo de recriminar, sino más bien adhiriéndome al ejercicio de futurología, que nos propone el INE, y siendo como somos todos aspirantes a llegar a la senectud, nos convendría tomar conciencia de que la sociedad actual habrá fracasado si no somos  capaces de conservar hoy y mejorar para el día de mañana, los necesarios sistemas públicos que garanticen la protección social de las futuras generaciones de mayores.