Ignacio Olmos, alternativa de puerta grande y enfermería

Mario Gómez
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El flamante nuevo matador de toros probó las mieles del éxito en el toro de su doctorado y la dureza de la profesión en el segundo de su lote, resultando corneado y con una fea caída sobre el cuello que provocó angustiosos momentos

Ignacio Olmos desorejó al primer toro de su vida, 'Caribeño' de ‘Toros del Ojailén’. - Foto: Jokin Niño

Hay muchas formas de tomar la alternativa. Puede ser en un festejo muy elegido o puede ser donde la casuística proponga y dar la cara, aun sabiendo que te la pueden partir. Puede ser que sea necesario lanzar la moneda al aire sabiendo que puede salir cara, pero que es alta la probabilidad de que al caer, caiga cruz y toque rezar.Se puede pasar de puntillas para cambiar el carnet, o se puede abrir una nueva etapa en la que se demuestre que quieres y puedes ser. Así pasó el pasado sábado en Tomelloso, donde el capote de paseo con el holograma del Cristo de Urda con el que Ignacio Olmos partió plaza en el día de su alternativa, no solo le cubrió durante estos momentos, sino que en ambas faenas estuvo presente librando la tragedia, por dos veces. 

La primera de ellas cuando libró una cornada terrible tras quedar colgado del pitón por la barriga en el toro de su alternativa, y la segunda, durante la faena al que cerraba el festejo y en la que tras ser empalado fue lanzado por los aires cayendo sobre su cuello y quedando rígido en el suelo cuando, además de quedar a mereced, también quedó inmóvil y las imágenes de CMM hacían presagiar un daño severo. 

Con todas las ilusiones en su cabeza y sobre sus hombros Ignacio Olmos se convertía en matador de toros de mano de su maestro y amigo Eugenio de Mora. El toro de la ceremonia fue 'Caribeño', marcado con el número 19 y del hierro de 'Toros del Ojailén'. Un animal que salió con pies y ante el que el que Olmos se abrió de capote.

Una sentida ceremonia en la que Eugenio de Mora le cedió los trastos de matador de toros.Una sentida ceremonia en la que Eugenio de Mora le cedió los trastos de matador de toros. - Foto: Jokin NiñoGran ovación durante la ceremonia y emociones a flor de piel, al igual que durante el brindis a su hermano Dimas, dos hermanos que se han acompañado desde el primer becerro hasta el primer toro. Lazos de sangre que plasman fidelidad que trascienden hasta el plano taurino. 

Comenzó Olmos con un sobrio inicio por doblones por bajo. Sometiendo y con mando. Un comienzo poderoso y templado ante un oponente rebrincado. La distancia siempre fue media, y el animal no corrigió el defecto de soltar la cara. Mejores inicios que finales, ya que tomaba la muleta y la despedía lanzando derrotes. Pasaba con más brutedad que clase. Con la izquierda aprovechó la inercia del ir y venir. Se acentuaron las miradas a tablas de 'Caribeño', y se convirtió en una huida hacia adelante el devenir del trasteo. Un Olmos encajado y bien colocado que aprovechaba los viajes cayendo a tablas de su oponente. Cuando definitivamente se rajó, el toricantano aprovechó para, en la cercanía, sacar lo poco que quedaba en pases circulares por la espalda. 

Mostró el hambre de quien come sabiendo que no es descartable que llegue el ayuno, aunque por voluntad y disposición no debiera llegar. En esas llegó una tremenda voltereta en la que quedó suspendido por la barriga en unos angustiosos e interminables segundos sobre el pitón. Una estocada buena que puso en sus manos dos orejas que paseó en una emocionada vuelta al ruedo.

El que cerró el festejo fue un cuajado cinqueño de 'Javier Gallego'. Un veragua musculado y con romana que se desplazó de salida, con tendencia a quedarse corto y que se desgastó, como es propio del encaste en varas. Un jabonero que brindó a 'El Trebu', un gaditano, aficionado y ex-novillero, que de forma romántica y altruista ha caminado el camino de novillero hasta la alternativa con Olmos. Otra historia de lealtad y amistad propia del toreo de otro tiempo.

No lo hizo mal de inicio, pero pronto apagó la luz y se afligió. Tornó las acometidas en broncas y de poco recorrido. Desfondado, se quedaba a la altura del estaquillador. A base de darle sitio y ayudarse con la espada simulada, fue extrayendo muletazos de corto recorrido sin salirse de los vuelos de la muleta. Aguantó el torero a un toro que venía andarín y poco definido. Hizo bien en sortearlo en sexto lugar, como sus conocimientos del encaste atestiguan.

Un esfuerzo titánico que se vio sorprendido por un parón del animal ante el que Olmos aguantó y el derrote fue a parar a su muslo, lanzándolo por los aire y cayendo de fea manera con el cuello. Quedó inerte. Un derrote más a la altura de la axila izquierda hacia el pecho rondó la tragedia. Agrio final para quien quiso redondear su tarde y que bien mereciera que el esfuerzo se materializase en contratos, al menos en las próximas ferias toledanas.

Lo pasaportó de forma efectiva el padrino de alternativa. Un Eugenio de Mora que sorteó en primer lugar uno de 'Javier Gallego' que pareció lastimarse durante la lidia, a pesar de no apuntar cosas malas, y uno de 'Toros del Ojailén' en cuarto lugar, que a pesar de su amplitud de presencia tampoco tuvo ninguna opción.

Bonito y torero fue el detalle del padrino de la ceremonia, Fernando Tendero al abandonar el coso a pie, a pesar de haber obtenido una oreja de cada uno de sus oponentes, por respeto a su compañero que se encontraba en la enfermería. El ciudarrealeño dio una importante dimensión durante toda la tarde, alternando ambas manos y mostrando un amplio concepto y registros muy amplios ante dos toros de encaste y condiciones muy diferentes.

Quizá no fue la tarde soñada ni la más redonda de Ignacio Olmos, pero lo que si le sirvió es para mostrar lo que más necesita, que posee voluntad y ganas para labrarse futuro en el toreo.

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