«No me creía lo que estaba pasando...»

Diego Izco (SPC)
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El viejo fútbol y sus invisibles e incomprensibles códigos sellan una final Real Madrid-Liverpool. Del hermoso suicidio colectivo del Villarreal a otra noche disparatada en el Bernabéu

«No me creía lo que estaba pasando...» - Foto: CARL RECINE

La frase pudo salir de la boca de cualquiera de los aficionados que estaba en el estadio o de los millones y millones que lo vieron por televisión. Pero no: salió de la boca del héroe de la noche, Rodrygo. Y luego algo parecido de la de Carlo Ancelotti (habló de «cosas raras» directamente), y luego de la de Thibaut Courtois («No sé explicar lo que pasó»)... hasta que la conclusión más evidente es que no merece la pena analizar sino dejarse llevar. Para cualquiera que haya intentado explicar cómo ha superado las tres rondas el Real Madrid, volver a escribir lo mismo resulta agotador:sigue haciendo el mismo truco y nadie se lo 'pilla'.    
reivindicación. Final clásica. Tercera vez entre Real Madrid y Liverpool, que se llevaron una 'Orejona' por cabeza en las dos ocasiones anteriores. De una manera casi asombrosa, el viejo fútbol sigue reivindicando su sitio a pesar de la pujanza del neofútbol y sus nuevos códigos, alimentados a golpe de talonario y petrodólar. 

Peor... es mejor

El Real Madrid estuvo eliminado entre el minuto 2 de la ida y el 93 de la vuelta. El dato define perfectamente su caminar por esta Champions: los datos oficiales de la UEFA dicen que, en total, el Madrid ha efectuado 66 disparos en estas tres eliminatorias... y que ha recibido 114. Que únicamente fue mejor en este apartado en la vuelta de octavos ante el PSG (21 a 12... para compensar un 'poquito' el 3-22 de la ida). Como si sentirse peor que el adversario, e incluso serlo, hubiese sido un arma decisiva para plantarse en la final. El equipo merengue no revienta los pronósticos: es el pronóstico. 

El roce

El balompié abraza los trallazos y los toques, pero a veces olvida la importancia de los roces. Por ejemplo: el Real Madrid estaría eliminado ahora mismo si su portero midiese 1,98 metros y no 1,99. Esa pelota de Grealish en el 86 iba a gol y rozó en los tacos de Courtois; exactamente un minuto antes, el balón que sacó Mendy en la línea de gol no rebotó en Foden: rozó al jugador y por eso no terminó en las mallas. Y en el 2-1, Rodrygo ya está en el aire cuando el esférico roza levemente en la cabeza de Asensio antes del remate de la gloria: tal vez esa pelota no hubiese entrado sin el roce previo. El roce rara vez es voluntario... pero a veces ayuda.  
una gran temeridad. Es fácil decirlo en frío y desde fuera de esa increíble caldera que fue el Estadio de La Cerámica en la víspera, pero lo protagonizado por el Villarreal fue un suicidio. Inolvidable y hermoso, pero suicidio al fin 

Y al cabo

Tal vez encontrarse un gol tan pronto le nubló la vista: fue a degüello a por el Liverpool, al que achantó en una primera mitad excelsa. Le hizo el segundo, le pudo hacer el tercero en un penalti que se fue al limbo porque los árbitros UEFA saben perfectamente lo que hacen... Pero se desfondó. Como si un boxeador te da a elegir deporte para un mano a mano y tú eliges boxeo, el Villarreal eligió el camino del ritmo y la asfixia ante el equipo con más ritmo y capacidad de asfixiar al rival del planeta. Muertos (suicidados), los jugadores amarillos fueron muñecos en manos de los 'reds' en la segunda mitad. Tanta fue la diferencia que si los ingleses hubiesen necesitado cinco goles en ese periodo, los hubiesen marcado. 

Fabinho aplaude

El Liverpool tiene muchos jugadores especiales en un equipo construido con mimo por un entrenador igualmente especial. Jürgen Klopp, que esta semana fue noticia por pedir un aumento para renovar... pero no para él, sino para sus ayudantes, los quiere comprometidos, humildes y educados. Fabinho Tavares, uno de los mejores pivotes del mundo en la actualidad, no solo fue el encargado de abrir el marcador para su escuadra cuando peor lo pasaba, sino que dejó una de las imágenes de la eliminatoria. Se dirigió hacia el fondo donde estaba la afición del Villarreal y empezó a aplaudir. Un homenaje del ganador al pueblo que perdía. Un gesto magnífico.