José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


El amor no duele

14/02/2023

Para algún lector despistado hoy es 14 de febrero, día de los enamorados. Afortunadas todas aquellas personas que estén sufriendo, en este momento, esa revolución química y hormonal que conlleva haber sido víctima de los flechazos de Cupido y mucho ánimo para aquellas que estén intentando reponerse de sus heridas.
Algunos estudiosos de los comportamientos sociales, ávidos por elaborar alguna atractiva teoría para captar la atención y definir, de paso, algunas conductas actuales, han catalogado buena parte de las relaciones que compartimos, en estos tiempos, como relaciones líquidas. Posiblemente, dicha definición responda más a la necesidad de explicar la adolescencia perpetua en la que algunos adultos se han instalado, y que los hace capaces de esfumarse más fácilmente de una relación, con una conducta tan inmadura como el goshting, que a poner fin a su compromiso con las cuentas compartidas de Netflix.
Es más que evidente que, en las últimas décadas, la sociedad española en uno de los aspectos que ha dado mayores muestras de transformación, ha sido en la forma de relacionarnos. Esto no es sólo porque hasta los más mayores hayan encontrado en apps como 'Tinder', una alternativa que les permite concertar una cita con mayor facilidad que asistir de manera presencial a una entidad financiera o algún servicio público, sino porque existen datos que constatan una imparable secularización de la sociedad. Una evidencia de esta secularización es la caída en picado de los matrimonios, sobre todo en los religiosos, mayoritarios hace unos años y, ahora, reducidos a un, a penas, diez por ciento de los mismos. Además, también es relevante el ritmo de crecimiento de los divorcios, que se ha equiparado prácticamente al de las bodas. Este dato tan parejo certifica que, lo que en otro contexto histórico fuera un sacramento inamovible, en la actualidad, en la mayoría de los casos, tiene fecha de caducidad. No obstante, es conveniente precisar que poner fin a una pareja que ya no nos llena, no es un fracaso personal, sino una nueva oportunidad para alcanzar el bienestar.
Estos cambios sociales que, sin duda, ayudan a disfrutar de una mayor transparencia en la forma de vivir nuestra sexualidad y relacionarnos, también contrastan con otros a los que la ciudadanía no debería ser ajena. Por ello, a pesar de la modernidad en la que aparentemente estamos instados, todavía siguen muy presentes, un conjunto de falsas creencias con las que crecemos y de las que no es fácil desprenderse, por lo que acaban siendo especialmente nocivas y tóxicas para la juventud. En este sentido, en un día como hoy, es conveniente llamar la atención, especialmente de las de las chicas más jóvenes y de su entorno, para que sean conscientes de que la existencia de un mensaje romántico por San Valentín, la organización de una cena en pareja o un regalo, en ocasiones, responden más a patrones inducidos por una guía de estilo de las grandes compañías publicitarias, que al amor y al respeto que siempre debe estar presentes en una relación; más aún, si el resto del año, dichas relaciones se sustentan en conductas basadas en control, faltas de respeto o intentos de sometimiento, que no son otra cosa, que diferentes formas de ejercer la violencia de género. Del mismo modo, también los chicos más jóvenes tienen que reflexionar sobre si los patrones de masculinidad que les han sido transmitidos son el camino para construir relaciones de equidad, en definitiva, sanas y felices o, por el contrario, son el atajo que conduce al abismo del dolor ajeno, pero también del propio.