José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Pintamonas

13/02/2023

Según la RAE, son 'pintamonas' quienes pintan sin demasiada habilidad o quienes se tienen por más de lo que son. Sin ánimo de enmendar la plana a señores académicos, yo añadiría a esa entrada dos acepciones: la 3, 'personajes que, por aburrimiento o por estulticia, se ocupan en vulnerar y quebrantar el patrimonio ajeno'; y la 4, 'monos que pintan cosas que no son monas'. De estos pintamonas los hay de muchas clases, aunque todos tienen como rasgo común el de tocar los cojones al prójimo con diferentes actos. Esta semana pasada hemos tenido una muestra más ello. Alguno de estos 'probos' ciudadanos ha tenido la gentileza de mostrarnos su arte pinturrajeando la iglesia de San Miguel, templo de los más antiguos e interesantes de la ciudad, así como a diversos elementos del patrimonio urbano como señales y papeleras de sus inmediaciones. Desconozco si el autor de esta estampa sería el mismo que hace unos meses me partió los dos espejos retrovisores del coche en la puerta de mi casa, o el que le reventó una luna del coche a una conocida mía cerca de Venta de Aires. Hay otros tantos (y tantas) de estos pintamonas que no son exactamente protagonistas de actos vandálicos, pero sí de actos incívicos. Sigo sin entender, por ejemplo, cuál es el atractivo de ir a orinar (personas, ojo) a enclaves como la travesía de Barrio Rey, la cuesta de la Sal, las inmediaciones del Alcázar o las escaleras de las Cortes; o el de romper los espejos de las calles como el de la esquina entre la cuesta de las Concepcionistas y la calle Cervantes.
¿Por qué tenemos que seguir soportando a este atajo de imbéciles sin poder hallar una solución? Y en este caso, hablo de los vecinos del Casco porque es el barrio que más conozco, pero estoy convencido de que estas mismas escenas ocurren en otros barrios de la ciudad. Lo que está claro es que en algunas casas la educación se ha quedado en la mesilla de noche, junto al calzador. Las más elementales muestras de urbanidad se han quedado obsoletas, parece ser. O eso, o que el absurdo buenismo y los pañitos calientes se han apoderado del respeto como conciencia social. O, sencillamente, la impotencia de no encontrar consecuencias verdaderamente punitivas, que termina por convertirse en desidia. ¡Pamplinas!
Aunque sea políticamente incorrecto, soy partidario de que quien cometa un acto vandálico lo repare directamente, con su propio trabajo. O, ¿acaso se creen que las multas educan? Una multa, duela más o menos, se paga si se puede y 'pare usted de contar'. Sin embargo, la reparación del daño tiene un carácter pedagógico para su autor y para los demás. Es una fórmula que ya está inventada, pero que resulta efectiva si se utiliza con la debida moderación y que, lógicamente, precisa de medidas judiciales. Por eso, no debe temblarnos el pulso a la hora de poner en conocimiento de la Policía Local lo que ocurra. Estén atentos y actúen, queridos lectores. Solo así podremos deshacernos de los cuatro pintamonas de turno.