Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (V)

José García Cano*
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En localidades como Villaluenga de la Sagra y en Ocaña han ocurrido en siglos pasado hechos a los que los vecinos no pudieron dar explicación lógica o científica. Una circunstancia que ayudó a acrecentar la superstición y el miedo

Calle de la localidad de Ocaña. - Foto: David Perez

Alrededor del mundo de la hechicería -y esto sirve para cualquier época y cualquier lugar- siempre ha habido una  serie de hechos y acontecimientos que sin ser del todo obra de la magia no se les podía dar explicación lógica o científica; ahí entraba la superstición y el miedo de nuestros antepasados ante hechos que se salían de lo tradicional. Ejemplos los hay en el territorio de nuestra provincia, como lo ocurrido en 1495 en la localidad de Villaluenga de La Sagra, donde en su castillo ubicado en el cerro del Águila, los vecinos fueron testigos de una serie de visiones aterradoras, las cuales asustaban a los soldados que protegían esta fortaleza, por lo cual llamaron rápidamente a un vecino de la cercana localidad de El Viso de San Juan llamado el 'doctor de las Moralejas', quien era capaz de curar multitud de enfermedades así como de enfrentarse a malos e indeseables espíritus. Según los testimonios el supuesto doctor acudió al castillo junto a sus dos criados para realizar un exorcismo en toda regla, el cual no funcionó de ninguna de las maneras; decidió regresar al Viso aunque de camino no se libró de que los duendes del castillo le fuera importunando y molestando. Con el pasar del tiempo no desaparecieron en Villaluenga los sucesos extraños, ya que esta vez en el siglo XVIII un vecino de Cabañas de La Sagra llamado José Navarro, quien tenía fama de hechicero y curandero, el cual una noche le comentó a su esposa que si él quería podrían llegar volando hasta Villaluenga, lugar donde según su opinión, se reunían las brujas de la comarca para hablar de sus fechorías y conjuros.

Y a unos 50 kilómetros de Villaluenga nos encontramos con Ocaña, lugar donde en 1621 tenemos constancia de que ocurrieron unos hechos inquietantes -y únicos en toda la provincia- en casa de Francisca de Austria, vecina del lugar y natural de Vizcaya. Esta mujer asegura que se le había aparecido amortajada un ánima del purgatorio, precisamente la de su suegro, para comunicarle que en su casa había algunos pecadores; también aseguraba que veía a los demonios asomados a una ventana de la cueva, donde se ponían habitualmente. Avisado Manuel de Toledo, sacerdote de la localidad, comenzó a realizar una serie de exorcismos delante de varias personas que presencian los hechos, cuando de repente, Francisca asegura ver a unos demonios que estaban en esos momentos en la bodega; inmediatamente bajaron todos armados con cruces y candiles, para nada más entrar comprobar que se escuchaba un repetitivo ruido que provocaban unas tijeras que se habían perdido hacía días. Cuando estaban todos comentando el extraño caso, comenzaron a caer una serie de piedras del techo que provocaron que el sacerdote exorcista se descalabrara. Pero la cosa no quedó ahí; ante la mirada atónita de varios testigos, varias veces Francisca fue arrastrada por el suelo de los pelos, entre gritos y lloros, sin que nadie pudiera ver quién tiraba de ella; en otras ocasiones del techo de la habitación caían piedras, en otros momentos la boca de Francisca se llenaba de basura y en otras de ceniza y así una serie de fenómenos que no tenían ninguna explicación como por ejemplo ruidos extraños, objetos que se movían solos, luces que se apagaban y encendían, etc.

Proceso de fe de Francisca de Austria.
Proceso de fe de Francisca de Austria. - Foto: Archivo Histórico Nacional
Podemos imaginar si nos ponemos en la piel de los vecinos de la época, la histeria colectiva y el miedo que se padecía por parte de los ocañeros de aquel momento antes aquellos sucesos que hoy tildaríamos sin ninguna duda de paranormales. Como era de esperar la Santa Inquisición intervino en el asunto, ya que incluso según aparece en el proceso, en cierta ocasión se llegó a notar un intenso olor a azufre, precisamente el olor del maligno. Por todo lo expuesto, los inquisidores llaman al comisario del Santo Oficio de Ocaña para que investigue el asunto, el cual puesto al habla con Francisca, le dice que cuando volviera a tener una visión él debía sufrir un gran dolor y así comprobar que todo era cierto; el caso es que por alguna razón que se escapa a la ciencia, aquella misma noche, el comisario mientras rezaba en la iglesia, comienza a padecer unos tremendos dolores que durante media hora le hicieron revolcarse por el pavimento del templo, dolores que durante tres días seguidos y a la misma hora se siguieron manifestando. Parecer ser que Francisca era conocedora de estos dolores y es más, le vaticinó un nuevo dolor que le atacaría el mismísimo día de la Ascensión, hecho que ocurrió tal y como había pronosticado Francisca… Los miembros de la inquisición de Toledo fueron informados por su comisario de todo lo que le ocurrió y de los sucesos protagonizados por Francisca, dando pelos y señales de lo que él había vivido en sus propias carnes; igualmente cuenta a los inquisidores que le extrañaba que la supuesta visionaria Francisca, estuviera entrada en carnes 'y coloradota', ya que lo normal como otras mujeres que tenían estas visiones, es que estuviera amarilla de color y con un cuerpecito débil. En la información que sobre ella maneja el Santo Oficio se dice que Francisca había tenido «algunas infestaciones de demonios y visiones de un ángel, muy ordinarias con éxtasis y raptos, y habiendo considerado las circunstancias parece que ay en las cosas desta mujer mucho de embuste y embeleco y algo de ilusión diabólica y mucho de peligro en su persona…». En el informe que redactó el comisario también se dice que si antes Francisca apenas podía vestir unas ropas dignas, ahora andaba galana y «bien vestida». Finalmente, no hay constancia de que la inquisición toledana actuara contra esta vecina de Ocaña ni llegara a aplicarle alguna pena, si bien el caso es digno de recordar ya que, durante muchísimos años, los vecinos de Ocaña no olvidaron lo ocurrido en casa de Francisca y las visiones que ella protagonizó.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.