José Antonio Carretero: «Me moriré toreando»

Pedro Carrreño/Dominguín
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José Antonio Carretero es leyenda del toreo. Plata de ley ganada a pulso en los ruedos durante décadas. Testigo y compañero fiel de las grandes figuras de la tauromaquia. El de Madridejos ya ocupa, por méritos propios, un lugar en la historia

José Antonio Carretero posa delante de la antigua plaza de toros de Madridejos, donde actuó muchas tardes de luces. - Foto: Dominguín

La plaza antigua de Madridejos es el lugar elegido para realizar esta entrevista. parece que la esperara bajo un cielo azul claro y brillante. O simplemente, porque el viejo coso barrudo hubiera dicho «la entrevista aquí, o en ningún lado». Plaza que, pesar de los esfuerzos, no pasa por el mejor momento de su historia. Dice el Cossío que «Madridejos posee una modesta plaza de forma ovalada que la afición del pueblo construyó en mes y medio escaso, horadando un circuito y haciendo en él, a fuerza de azadazos, los asientos del graderío, sobre el que se colocaron baldosas. Tiene cabida para 3.000 personas». La mañana es fría, pero clara. Los rayos de luz rebotan en las vigas de adobe aún encaladas. Frente a ellas, José Antonio Carretero comienza a recordar que esa, fue su primera plaza. La de su pueblo, y que en ella debutó como becerrista.

«Pero mi afición no nació aquí. Nació viendo corridas en televisión en los años setenta, cuando yo era un chaval. Un día ví un reportaje sobre la creación de la escuela nacional de tauromaquia, en Madrid, y mi padre me apuntó con once años. Mis recuerdos de esta plaza de toros de Madridejos son de crío. Recuerdo ver llegar en un Seat 124 a Gabriel de la Casa y, tiempo después a 'El Bogotano' y a Andrés Vázquez. Esta plaza me trae muchos recuerdos, de toda una vida, porque aquí torearon los grandes de aquellos años como Dámaso González o Palomo Linares, y siempre estaba llena. Pero en aquellos tiempos, en ningún momento me imaginé mi carrera. Era solo ilusión de poder torear, de ver el desembarque de los toros. Aquello recuerdos son maravillosos e inolvidables y, en el año 81, conseguí debutar como becerrista. Lo hice con un traje prestado de Alejandro Sastre. De color azul, como el cielo que hace hoy en Madridejos».

De aquel becerrista, de aquel jovenzuelo que vivía en Getafe, José Antonio dice que le queda mucho. «Sobre todo, ilusión, pero de diferente forma», matiza. «Uno mira hacia atrás y ve que ha conseguido cosas, muchas metas. Uno no sabe hasta dónde puede llegar en la vida cuando empieza, o hasta dónde puede fracasar. Ahora mismo por edad, y por las lesiones que he tenido, ya no puedo torear. Pero sigo con la ilusión de hacerlo. Soy torero y me moriré toreando».

José Antonio Carretero conversa con Pedro Carreño y Joaquín Romera durante la entrevista.José Antonio Carretero conversa con Pedro Carreño y Joaquín Romera durante la entrevista. - Foto: José María MorenoJosé Antonio entorna los ojos a medida que sus recuerdos brotan de sus labios, y retorna a sus primeros años. Tiempos en los que participó en la parte 'seria' de los espectáculos que recorrían muchos pueblos en aquella época. Carretero reconoce que fueron años fundamentales para su formación. «Para aprender el oficio y las cosas del toreo. Para aprender a convivir, salir de casa y conocer sitios y plazas», afirma. Y señala que esa formación «es importantísima y clave para un chaval que quiere torear». Su memoria vuelve también a aquellos años en la escuela de tauromaquia, que a principios de los ochenta ya se era de Madrid. Allí coincidió con Joselito, 'Yiyo', Sandín, Vicente Yesteras, o 'El Fundi', entre otras figuras. Con algunos incluso, llegó a rodar una película participando, con quince años, en una escena haciendo 'la luna' en la finca de Palomo Linares cerca de Aranjuez.

«Aquellos años, en la escuela, lo que hacíamos era jugar al toro. Algunos compañeros venían de tradición familiar, pero muchos, entre los que me incluía, no teníamos ninguna raíz taurina en la familia. Así que nos juntábamos a jugar al toro. Era como aprender a hacer el amor haciéndolo por primera vez. Con el paso del tiempo, cuarenta años después, me he dado cuenta de que la base que aprendí en aquellos años, fue lo que desarrollé en mi carrera».

Como maestro de la brega, Carretero elude pronunciarse sobre si ahora se torea mejor o peor que hace cuarenta años. «Ahora se torea más bonito -dice rotundo-, porque el toro embiste más obediente. Como decía Ángel Teruel, el toro ahora es más educado. La emoción está en la imperfección, cuando el toro te pasa cerca, cuando nada es previsible. Se mejora en comodidad, pero no en calidad. Pero toreando bonito también hay emoción. Ahora bien, si tu quitas la tragedia, no hay emoción. Sin emoción no hay plasticidad y no hay toreo. Y si no existe eso, entonces le quitas todo».

Para Carretero, el respeto también es fundamental en la plaza. «Yo me he sentido respetado, porque lo primero que hay que hacer es respetar tu profesión y tu relación con el toro. Y, sobre todo, mantener una línea personal recta y firme. Yo he sido dueño de mi carrera y de mi vida. Me habrá salido mejor o peor, pero siempre he intentado hacer las cosas lo mejor posible».

Al hablar de maestros que influyeron en su trayectoria, Carretero nombre en primer lugar al maestro Jaime Ostos, porque «cuando era chaval me ayudó mucho», afirma. Pero, inmediatamente y a renglón seguido, su voz se pone más seria para recordar a Santiago Martín 'el Viti'. «A mí me dejó marcado una vez que le vi torear en Ciudad Rodrigo. Me quedé asombrado, yo no he visto nada igual en mi vida. Yo tenía quince años». Y después de 'el Viti', a José Tomás. Pero mi maestro fue Gregorio Sánchez, aunque mi admiración con el tiempo, ha sido y es por todos».

El rostro de José Antonio se relaja y brilla al oír un nombre: Caraestrecha, y empieza a hablar de ese día, y de ese manso que le tocó banderillear con Las Ventas a reventar. «Ese día nos vestimos de goyesco. Si me hubieran quitado el chaleco, hubieran visto que yo iba forrado de cuerdas. Una por aquí, otra por allá, porque aquel traje no tenía tirantes y se tenía que sujetar de alguna manera para que no se cayera el pantalón. Me tocó banderillear al toro y gracias a los compañeros, lo pude hacer».

Carretero, al hablar de ese par mítico, quiere honrar y responsabilizar también a sus compañeros en la ejecución de la suerte. Pero fue él, quien puso esos palos negros. «El primero y quiero matizar -dice Carretero-, fue el bueno por varios motivos. Era un toro grande y abanto, de banderillas negras, pero se arrancaba y no sabías por dónde iba a salir. Por eso hay que tener mucho cuidado en el primer par, porque no sabes lo que te va a hacer. Veo que arranca, pero luego se asusta. En el primer par me pega un quiebro y se va para el otro lado. Me cambió dos veces. Me quedé tranquilo sabiendo en ese momento lo que tenía entre manos, pero había que ir, y yo lo que quería era aprovechar, si podía, el viaje. Sabía lo que tenía que hacer. Por eso, el mérito de verdad, es el primero. El segundo tuvo mucho mérito, pero por toda lo anterior. Me fui con decisión y luego pasó lo que pasó». Y lo que pasó, fue que Carretero puso a la plaza en pie. En una tarde en la que Joselito, que lidiaba solo, protagonizó junto a su cuadrilla una tarde memorable para los anales de la tauromaquia contemporánea. Y encima, televisada. Ver ese par, aún hoy, emociona. «Ese par me marcó la vida como banderillero», termina recordando los sucedido aquel dos de mayo inolvidable. Aquella tarde que ha quedado para la historia del toreo.

«Un buen banderillero debe tener mucho conocimiento, que se adquiere con el tiempo -prosigue hablando sobre su oficio-. Ser compañero lo primero, y darse cuenta que, conseguir algo, depende de los demás. Siempre trabajar para el matador, dentro y fuera de la plaza. Y saber que el mejor capotazo no es el que no se da. Es el que no se ve», termina diciendo, con sapiencia de Séneca de plata, el maestro de los capotazos imperceptibles y doctos. «Y el secreto -dice para rematar su faena-, es tener vocación durante toda la carrera y querer mejorar. Hay que llevarlo dentro y demostrarlo luego».

A lo largo de su carrera, José Antonio ha conseguido el respeto fuera y dentro de la plaza. Ha sido el leal escudero de las grandes figuras de las últimas décadas. 'El Juli', Cayetano Rivera, Morante de la Puebla, Rafael de Paula, Manuel Caballero, Curro Vázquez y el último gran valor de la tauromaquia toledana, Tomás Rufo. De todos ellos, como profesional, habla dentro y fuera del micrófono con lealtad y profesionalidad. Como corresponde a las leyes que rigen y marcan la vida de los toreros. Dentro y fuera de la plaza.

Recuerda con emoción su última tarde. En la Maestranza. Fue su hija quien le cortó la coleta. Como testigo, Morante de la Puebla y la afición sevillana puesta en pie. Aplaudiendo -como solo sabe esa afición- al torero que mejor ha encarnado en los últimos años los valores y virtudes de un subalterno. De un banderillero con mayúsculas. «Fue un día muy especial y emotivo, pero sobre todo, lo que quiero es que mi hija, en el futuro, se sienta orgullosa de quien es su padre» recuerda emocionado el de Madridejos.

Carretero, como toledano, no deja escapar la oportunidad para hablar en la entrevista por el momento que la tauromaquia atraviesa en Castilla-La Mancha. Y, en concreto, en la provincia de Toledo. «Es espectacular lo que está ocurriendo en nuestra región y en nuestra tierra, y tiene mucho que ver -al igual que pasa en Andalucía con Canal Sur-, el empuje y apoyo de la televisión regional. Eso sí, la afición en Toledo es desde siempre. En toda la provincia hay muy buenas aficiones como la de aquí, de Madridejos, donde hay muchos y buenos aficionados desde hace muchas décadas».

Precisamente en Madridejos, en su pueblo, es donde José Antonio Carretero tiene puestas ahora muchas ilusiones y ganas. Los aficionados de este taurino pueblo manchego, es decir, sus paisanos, quieren rendir el homenaje que José Antonio se merece. Desgraciadamente, no podrá ser en su querida y añorada plaza vieja. Pero, afortunadamente, Madridejos cuenta con otra mucho más moderna y funcional. Los trabajos para llevar a cabo ese homenaje ya han comenzado y todos, torero y afición local, ansían y anhelan llevarlo a cabo a lo largo de este año. Sería, no un epílogo a su carrera, sino el reconocimiento merecido y mutuo entre el torero y su pueblo. Entre su pueblo y el torero. José Antonio, 'Carre', se lo merece.