Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Pobres secretarios

24/02/2023

Ahora se llaman letrados de la administración de justicia. No han medido sus fuerzas. Han creído que su función tenía la suficiente importancia como para hacerse escuchar. Se ve que son técnicos, pero no saben absolutamente nada de política y así les está pasando…
Eso le pasa a todo el que hace una función que realmente es esencial para el funcionamiento de la sociedad, pero jamás salen en los medios de comunicación. ¿Qué importancia puede tener una profesión en la que ninguno de sus componentes sale en los programas del corazón? Pues absolutamente ninguna, la misma que el que vigila la potabilidad del agua si no lo corta y nos deja sin ducha…
Profesiones importantes en España hay muy pocas: la política, los famosos (yo quise estudiar para famoso y nunca encontré la facultad) y poco más, salvo que tengan la posibilidad de dejarnos sin luz, sin fútbol…
¿Qué porcentaje de población sabe lo que hace un letrado de la administración de justicia? ¿Cuántos ciudadanos usan sus servicios? Porque además tienen mala suerte, sus funciones más populares están en franco retroceso porque las bodas y las inscripciones de nacimiento cada vez son más escasos en número y además ninguna de las dos funciones interrumpe nada. Si una pareja no se puede casar pues no les pasa nada, siguen su vida juntos como si nada; si a un niño no se le inscribe en el Registro sigue tomando biberón y con el certificado del médico la madre y el padre se cogen la baja 'mapaternal'.
Hay otra realidad que juega en contra de los letrados de la administración. Es que, si al que quiere cobrar un crédito (iluso de él) le perjudica que los procedimientos se retrasen, a la parte contraria, es decir, al que no quiere pagarlos le hacen un favor, con lo que así se quedan empatados.
Ironías aparte, lo cierto es que la administración de justicia siempre ha sido lentísima. Cualquier procedimiento dura un mundo. Asuntos con seis, ocho y diez años de antigüedad son, desgraciadamente, normales. Hasta asuntos que deberían ser inmediatos tardan años en solventarse, y eso si se tiene suerte y no se acaba por dar la razón al ocupa en vez de al usurpado. Este túnel del tiempo que son los procesos judiciales, hace que una huelga de quienes los tramitan no tenga ninguna notoriedad porque el que lleva cinco años esperando si tiene que esperar dos meses o tres más no se entera realmente y sobre todo después de la pandemia, con la que nos acostumbramos a que nada funcionara.
Lo anterior es la causa de que el Ministerio de Justicia haga una porreta cuando se le solicita una reunión al más alto nivel, De esto, como de casi nada importante, no se habla en la calle y por tanto a quien debería poner la solución le importa un bledo la huelga.
Y no haber tenido en cuenta esta realidad, ha sido el gran error de los convocantes. Se han creído el mantra de que la Justicia es un servicio esencial en España, cuando su repercusión en las urnas, que es lo único que importa, es menor que la tarjeta amarilla que puede sacar un árbitro en el Arévalo-Puertollano (si existen). Por eso es muy difícil que consigan sus objetivos por muy razonables que sean, que lo son.