Jesús Morales

Nada particular

Jesús Morales


Diferencias entre nuestra gastronomía y la manchega (y II)

01/02/2022

Hace unos años el periodista Lorenzo Díaz escribió un libro muy curioso y bastante divertido 'La cocina de El Quijote'. En él, Díaz enumera y comenta las muchas recetas y momentos en los que aparecen formulas y cosas de comer en la novela cervantina; comprenderán que es un volumen muy recomendable para los interesados en esto del comer, además tiene el valor de adelantarse, como en tantas otras cosas,  en esta costumbre que supone tratar en las novelas de asuntos gastronómicos luego tan imitada: Pepe Carballo, Enid Blyton, Hércules Poirot, etc, lo cierto es que nos cuenta Cervantes en qué gastaba el inefable don Quijote la mayor parte se su hacienda que a tenor del hambre crónica que se sufrió en España durante siglos no estaba tan rematadamente mal; no creo a pesar de todo se deba tomar como ejemplo de lo que es actualmente la cocina manchega dado que de los días de Cervantes a hoy han pasado varios siglos y hubo muchas alteraciones en las costumbres a la hora de comer. Resulta de todas formas más que interesante saber qué eran los duelos y quebrantos –huevos con chorizo, torreznos y eventualmente sesos revueltos; aunque ahora las costumbres han cambiado, que se diga en la obra que el salpicón que tomaba el hidalgo era de «algo más vaca que carnero» no es precisamente un elogio puesto que en aquel tiempo la carne de vacuno estaba considerada inferior a la del macho cabrío algo que actualmente consideraríamos impensable, el salpicón del Ingenioso hidalgo era el mismo que tomaban las clases más humildes en todo caso sabores más que recios, imposibles para el gusto de ahora.
Dije la semana anterior que como La Mancha y nuestra tierra han compartido muchos años idéntica división administrativa a  pesar de las múltiples diferencia existen también coincidencias como el consumo y presencia de la olla, olla podrida o poderida que quitaba el sueño a Sancho Panza y que pasó a denominarse cocido tiempo después.
Capítulo aparte merecen los palominos, esos que Don Quijote comía de añadidura los domingos y que en Talavera adquirieron carta de naturaleza. Es muy posible que la forma de cocinarlos sea lo que dio origen a lo que llaman perdiz a la toledana. Nadie en su juicio podría negar la excelencia del queso manchego aunque por Talavera no andamos precisamente faltos del exquisito derivado lácteo: queso de Oropesa, muy parecido al manchego aunque de  menor tamaño, quesos frescos de cabra de La Vera y Candeleda, excepcionales corderos y cabritos también de Gredos y de la raza ovina talaverana, etc.
Es una desgracia que hayan desaparecido de aquí las anguilas con su guiso de siglos, otro 'premio' que tenemos que agradecer a la desgracia del trasvase. Pena grande. Hay o mejor dicho había en Talavera un pan específico de aquí que como todo lo talaverano topó con la desidia y falta de interés de los talaveranos, la llamada 'barra planchada o talaverana' que como casi todo en esta ciudad  funesta, acabó desapareciendo sin dejar rastro, a buena hora si esa barra se hubiera hecho en Toledo, Madrid, Cataluña o donde fuera la hubieran dejado desaparecer. Talavera de los diablos una vez entré allí a pie, entré a pie y salí a caballo.
Eso era antes.