"Los clásicos dan respuesta a los grandes interrogantes"

María Albilla (SPC)
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"Los clásicos dan respuesta a los grandes interrogantes" - Foto: Patricia González

Emilio del Río (Logroño, 1963) no solo se encarga de defender que el mundo clásico no es un tostón, sino que lo demuestra. Y lo hace con humor, con conocimiento y con una pasión tal que consigue que, al final, Ovidio y Homero se cuelen entre las lecturas -o relecturas- de quienes pensaban que jamás discurrirían por las líneas de estos autores. Si no me creen, fluyan sin prejuicios por los capítulos de Locos por los clásicos (Espasa) y saboreen a los autores de la cultura grecolatina, aquellos que vivieron en el «momento mágico» en el que se crearon las bases de lo que seguimos siendo hoy.

¿Por qué la cultura clásica es imprescindible para entender el mundo en el que vivimos?

Nuestra cultura, la cultura occidental, no es sino una prolongación de los géneros y de los temas que griegos y romanos, con su fecunda imaginación, crearon hace miles de años. Dan respuesta a las preguntas que nos seguimos haciendo hoy. 

«No hay nada más actual que los clásicos»… Compáreme, por favor, aquellos polvos con estos lodos. 

Durante generaciones, la literatura, la pintura, la escultura, la ópera, en nuestra época el cine y el cómic, han seguido recreando los grandes temas que escribieron por vez primera los clásicos grecolatinos. No se entiende la tradición cultura occidental sin esos autores. Pero es que, además, nos sirven para la vida, sí, nos sirven para entendernos mejor a nosotros mismos y el mundo que nos rodea, y nos sirven también para tomar las decisiones mejores para el futuro. Yo lo demuestro en Locos por los clásicos. Para empezar los 36 capítulos tienen títulos de canciones y películas de la actualidad, porque es una forma de demostrar que no hay nada más moderno que los clásicos grecolatinos. 

Está empeñado en desmitificar que estos autores son un tostón. ¿Qué ha pasado para que tengamos esa percepción de ello? 

En el resto de Europa se estudian, pero aquí los hemos desterrado del sistema educativo. Como dice mi amigo el showman y humorista Mago More: «Yo pensaba que los clásicos eran un coñazo hasta que leí este libro». Si estos autores son algo, es divertidos, ¡y didácticos!

La verdad es que tendían bastante al drama y eso siempre entretiene.

Al drama y a la comedia. Hay algo mágico en que miles de años después sigamos fascinados por tragedias como Edipo o Antígona o Medea. Con la tragedia clásica los hombres y mujeres exorcizamos el mal, descendemos a los abismos más oscuros del alma y nos purificamos al acabar la representación, o la lectura, porque a nosotros no nos sucede lo que a esos personajes tan desgraciados. O que sigamos riendo con las comedias del genial Aristófanes o del hilarante Plauto. Al fin y al cabo inventaron el teatro ¡y los musicales!

Y eran muy explícitos en el amor y el sexo. Diría que más que nosotros en pleno siglo XXI.

Vivían el sexo con más libertad que nosotros y con más normalidad. Nos ha costado 1.500 años (desde que se diluyó el mundo romano) recuperar esa normalidad. Vivían la homosexualidad y la bisexualidad con más normalidad. No les importaba el sexo de la persona con la que alguien se acuesta.

¿Quizá no hemos evolucionado tanto como nosotros pensamos; no tanto en la técnica, claro, como en el pensamiento?

Hemos evolucionado desde el punto de vista técnico, tecnológico y en la salud. Pero en la condición humana sigue siendo la misma. Y los clásicos son los que dan respuesta a los grandes interrogantes de la vida: son autoayuda de la buena. Marco Aurelio, Séneca, Cicerón, Horacio, ayudan para la vida. 

Tenían también su piquito de oro porque a buenos oradores no les ganaba nadie...

Los que inventan la oratoria y la comunicación son los clásicos. Y los que la enseñan. Ya dijeron que lo más importante era la comunicación verbal, ¡y no tenían tele! La mejor escuela de comunicación es leer los grandes discursos de los clásicos. De hecho, en las escuelas de negocios y en los MBA en Estados Unidos los estudian. En España, no. Tenemos que mejorar en ese sentido. 

Nuestros políticos no son siempre los mejores con el don de la palabra. ¿A quién recomendaría leer a Pedro Sánchez? ¿Y a Isabel Díaz Ayuso? ¿Quién para Núñez Feijóo? ¿Y a Irene Montero, que siempre está enfadada

A los líderes políticos les recomendaría mi libro y que, a partir de ahí, elijan. Y a todos les recomendaría Tito Livio cuando habla de las virtudes de un responsable de las cosas comunes, es decir, un político. El historiador romano reivindica los valores de los fundadores de Roma. Los cito en latín, porque no hace falta traducir: pietas, virtus, iustitia, clementia, libertas, concordia, moderatio, modestia y disciplina. Estos son los principios que, desde los orígenes, guiaron al pueblo romano y los que hicieron grande a Roma. Después de 2.100 años estos valores siguen siendo fundamentales.

Para insistir en esto de que son modernos, cuéntenos, por ejemplo, qué une al director de cine Steven Spielberg con Ovidio, poeta romano que nació cuatro décadas a.C. 

Es genial. Shakespeare recrea completamente el mito clásico de Píramo y Tisbe que cuenta Ovidio en las Metamorfosis, una de sus obras de teatro más famosas. Es el drama universal de los amantes de Verona, Romeo y Julieta, en el que el enfrentamiento de las dos familias de los enamorados (los Montesco y los Capuleto) impide la realización de su amor. Al final, Romeo se suicida pensando que Julieta ha muerto y, cuando esta lo ve, se quita la vida también. En esta historia se basa uno de los musicales más famosos del siglo XX, West Side Story, con la música del genial Leonard Bernstein. Del mito clásico de Ovidio a uno de los grandes musicales del XX, llevado al cine en 1961, con Natalie Wood como protagonista, en una película que ganó 10 premios Oscar. Y hace dos años Steven Spielberg rodó de nuevo el musical. Los clásicos escriben historias eternas. 

¿Y a Tucídides con JFK?

John F. Kennedy es uno de los iconos del siglo pasado, uno de los mitos de nuestra era. Más de dos milenios después, hay un momento estelar, cuando JFK toma posesión como presidente de Estados Unidos (20 de enero de 1961) y en su discurso pronuncia esta frase: «No te preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti; pregunta qué es lo que tú puedes hacer por tu país». La frase es de Tucídides, que puso en boca del gobernante ateniense Pericles esas mismas palabras, en un discurso memorable, defendiendo la democracia en un momento de guerra (como ahora la democracia y la libertad se defienden frente al genocidio de Putin contra Ucrania). ¿Hay algo de más actualidad que estas palabras de Tucídides reivindicando la verdad frente a las noticas falsas, ahora las fake news? La primera de las manipulaciones empieza por el lenguaje. Así ha sucedido siempre, y lo sufrimos -¡y de qué manera!- en nuestra época. Hace 2.500 años, Tucídides ya denuncia la manipulación del lenguaje por los populistas

Habla de la civilización grecorromana como un «momento mágico» en el que se crearon las bases de nuestra civilización. ¿Cuál sería para usted otro de esos momentos en la Historia? ¿O caso no hay nada comparable?

Hay un momento mágico de la historia de la humanidad en el que se crean las bases de nuestra democracia, de nuestra civilización, de nuestra cultura, ese momento es el de las culturas griega y romana hace miles de años. Es un momento irrepetible. Hay otros Momentos estelares de la humanidad, como tituló Stefan Zweig, la invención de la imprenta, la de internet... pero no son nada comparados con el mundo clásico, porque en estos casos hablamos de la forma, que ha cambiado el mundo, sí, pero no el contenido. Los clásicos son el contenido.

La Filosofía, el griego, el latín, están pasando a un segundo plano en los planes educativos. ¿Qué consecuencias puede traer esto?

En los otros grandes países de Europa (España es uno de los grandes) se estudia más latín -y griego-. Aquí estamos por detrás de Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia. Tenemos que ponernos a su nivel, nos llevan ventaja en el estudio del latín, y eso que países como el Reino Unido o Alemania tiene lenguas y culturas que no proceden de la lengua y cultura latinas como las nuestras.

Aunque se hayan desterrado los textos clásicos, en la actualidad hay muy buenos datos de lectura a juzgar por la venta de libros. Si, como decía Borges, «la buena literatura anima a leer más literatura»… ¿Leer Locos por los clásicos llevará a ahondar en Aristófanes, Homero o Eurípides?

Eso es lo que pretendo. Es un libro pensado para los que no los han leído nunca, para los que no saben ni que existieron Homero o Virgilio, para los que piensan que Sócrates es un futbolista brasileño o Platón un defensa central uruguayo. Van a alucinar con lo geniales que son. Y también para los que los recuerdan con horror, que se les aparecen por la noche en pesadillas porque tuvieron que examinarse de alguno de ellos: se van a reconciliar con estos autores. Los van a descubrir y disfrutar 

¿Cuál sería su triada de indispensables si tuviera que recomendar la obra solo de tres?

Esto es como tener que elegir entre tu padre y tu madre. Que el lector elija al azar esos tres. Son todos imprescindibles, formidables, inspiradores y estimulantes. Hay 36, hay donde elegir, tiene viajes maravillosos, viajes a la Luna, una guerra de las galaxias, batallas, amor, sexo, pasión, luchas por el poder, libros sobre la felicidad, sobre el sentido de la vida… Por algo son clásicos y durante miles de años la humanidad los ha leído con devoción. 

La representación femenina es escueta en este compendio y se limita a los Poemas de Sulpicia. ¿Quién era ella y dónde radica su importancia?

Hay muchas mujeres en el libro, Safo, la gran poeta griega (Platón dijo que las Musas no eran nueve, sino 10, porque había que añadir a Safo). Sulpicia, una de las pocas escritoras romanas. Las dos escriben sobre amor y sobre amor libre. Pero hay más mujeres, históricas, como la fascinante Cleopatra, una mujer para la eternidad. O mujeres mitológicas, como Antígona, Medea, Lisístrata. Antígona, de Sofocles, es de una modernidad absoluta. Dice: «Yo me rebelo contra el poder de los hombres». Y Lisístrata, de Aristófanes, encabeza una huelga de sexo de las mujeres de Atenas y Esparta, que están enfrentadas en una guerra civil una contra otra, una huelga de sexo para que los hombres paren la guerra. ¡Y triunfan! Su lema es haz el amor y no la guerra.

¿Cómo hubiera cambiado el mundo si ellas hubieran sido las autoras referentes de los textos clásicos?

Hemos avanzado en igualdad en las últimas décadas, ¡y lo que nos queda! En la foto, reciente, de los líderes de la OTAN, eran casi todos hombres. Mujeres como Cleopatra, que representa el empoderamiento de las mujeres; o Antígona, la que se rebela contra el poder de los hombres; o Lisístrata, la que para la guerra, son de una radical modernidad.

En otro orden de cosas, ¿está intentado poner la toga de moda o es su traje de gala para la puesta de largo de cada libro? 

Los romanos nos enseñan que hay que reírse de uno mismo. En la escena de la memorable película de los Monty Phyton ¿Qué han hecho los romanos por nosotros? nos citan tres cosas: el latín, el derecho y el humor. Nuestra manera de sentir y hacer el humor (y el amor) viene de los romanos, cada pueblo tiene su humor, claro. Los romanos se reían de todo y de ellos mismos para empezar. Es algo sanísimo. Yo me pongo la toga (que, por cierto, pesa un montón, ¡mide más de tres metros!) para reírme de mí mismo.