Una daga con mucho arte

Germán Dueñas Beraiz
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La Fábrica de Armas de Toledo elaboraba desde el siglo XIX todo tipo de objetos profusamente decorados, como es el caso de esta daga del armero Zuloaga que se conserva en el Museo del Ejército

Una daga con mucho arte

Las armas en muchas ocasiones trascienden de su papel inicial de instrumento para la defensa o el ataque. Los materiales, las decoraciones, las inscripciones o sus propietarios, las dotan de todo tipo de valores añadidos que trascienden de su propia naturaleza. En algunos casos estas cuestiones se llevan tan al extremo, que el arma pierde su naturaleza armera convirtiéndose, por ejemplo, en una obra de arte en si misma.

Esto pasó en el siglo XIX dentro del movimiento romántico, donde las armas del pasado fueron objeto de estudio y representación. Se copiaron modelos del renacimiento y del barroco, decorándose con todo tipo de técnicas y motivos para deleite de coleccionistas y curiosos, y como alarde de artesanos y armeros.

Así la famosa Fábrica de Armas de Toledo elaboraba desde el siglo XIX todo tipo de objetos profúsamente decorados. Siendo en la mayoría de las ocasiones copias de piezas históricas relevantes, y en otras, piezas basadas en interpretaciones de armas antiguas.

También algunos talleres privados se dedicaron a este tipo de trabajos. Siendo este ejemplar que presentamos un buen ejemplo de esta tendencia. Se trata de una pieza que basada en la dagas de mano izquierda o de vela, comunes en la segunda mitad del siglo XVII en la corte española, despliega todo el conocimiento técnico y artístico sus creadores atesoraban. Esta formada por una hoja de sección triangular con filo corrido y contrafilo aserrado en su primer tercio con recazo, falso recazo y ojos. Guarnición con pomo achatado, puño y guarnición de vela con guardapolvos y gavilanes largos rematados en botón. Toda ella está bellamente ornamentada a base de un trabajo de cincelado con motivos renacentistas, trofeos militares, y especialmente motivos vegetales formados principalmente por hojas de parra y vides, y un dios clásico ¿Baco? en el centro del exterior de la guarda.

La vaina es totalmente metálica y se encuentra así mismo completamente cincelada, pavonada y damasquinada parcialmente, repitiendo los motivos clásicos a base de figuras mitológicas y alegóricas, mascarones, trofeos militares y nuevamente hojas de parra y racimos de uva. En el brocal presenta inscripciones por ambas caras: «S.M. Madrid año 1847/ Zuloaga arcabucero» que identifica tanto a su autor como la fecha de fabricación.  

Eusebio Zuloaga y González (1808-1898) fue el director y propietario de varios talleres que realizaron este tipo de objetos a mediados del siglo XIX. Este armero de origen eibarrés, pero nacido en Madrid, formaba parte de una de las más antiguas y longevas familias de artesanos armeros de nuestro país, llegando a desempeñar varios cargos de importancia en la Armería Real de Madrid, ostentando incluso el título de Arcabucero de su Majestad. Fue becado por Fernando VII en Francia en el taller de uno de los más reputados armeros franceses, Jean Lepage, quien ostentó a su vez el cargo de Armero del Emperador, con Napoleón, y Arcabucero Real, con Luis XVIII. Tras varios viajes por Europa para completar su formación estableció una fábrica de armas en Eibar en 1840 y otro taller en Madrid poco después, donde se dedicó a la fabricación de armas militares y de lujo. Allí también creó todo tipo de objetos artísticos, entre los cuales figuraban modelos de armas antiguas reinterpretados y profusamente decorados al estilo romántico de la época. Estos ejemplares se vendían a coleccionistas y miembros de la realeza y nobleza española, y muchos de ellos se presentaron a concursos internacionales, especialmente en las Exposiciones, tanto nacionales como Universales, tan en boga durante el siglo XIX, ganando incluso numerosos premios, como por ejemplo en la Exposición Universal de Londres de 1851.