La pieza que hoy les presentamos es una de las condecoraciones más antiguas con las que cuenta el Museo del Ejército. Debemos tener en cuenta que el conjunto premial en España era muy limitado hasta principios del siglo XIX. Por las costumbres del Antiguo Régimen, era el Rey la fuente de concesión de cualquier honor debido a méritos y servicios políticos, militares o económicos. Estas concesiones podían ser de títulos como el de ‘Grandeza de España’ o los propios títulos nobiliarios, o de Órdenes como el Toisón, las Órdenes Militares Españolas (Santiago, Calatrava, Montesa y Alcántara) o, a partir de 1771, la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Hasta la creación e esta última, no existía prácticamente ninguna orden premial española, por los que los personajes relevantes de la época solían lucir las insignias de órdenes foráneas.
El sistema de recompensas por servicios militares para personajes de menor distinción como la tropa, consistía en la entrega de piezas de metales nobles como el oro y la plata. Para evitar un mal uso de estas piezas, empezaron a estamparse con la efigie del rey, dando finalmente lugar al tipo de medalla como la que nos ocupa.
Esta medalla, realizada en plata, es de forma circular, con una anilla solidaria en la parte superior. En el anverso podemos ver el busto de Carlos III mirando a la derecha, con casaca, banda y la orden del Toisón colgando del cuello, y con el pelo recogido con una cinta. Alrededor, la leyenda << CARLOS III PADRE DE LA PATRIA >>. Curiosamente, para la acuñación de este anverso se utilizó el diseño creado por Gerónimo Antonio Gil para la Medalla de la creación del Montepío de cosecheros de Málaga, fechada en 1776, con la única variación de la ausencia de la firma del autor en el corte del brazo. Por el contrario, el reverso es liso, presentando la inscripción <<AL MÉRITO>> bajo una cruz de Malta, ambas incisas.
Condecoración Carlos III padre de la patriaEste tipo de medalla, de la que no conocemos más ejemplares, fue concedida por Carlos III a los jefes indios que lucharon entre 1780 y 1781 para reprimir la rebelión encabezada por Tupac Amaru contra el poder español. El germen de esta los encontramos primeramente en la creación en 1776 del virreinato del Río de la Plata, que transfirió los beneficios económicos desde Lima a Buenos Aires. A la consecuente crisis económica del Perú se unió la presión fiscal, el abuso de los corregidores y el sistema de mitas para obligar a la población indígena a trabajar en el campo, las minas, obras públicas o servicio doméstico. Tupac Amaru intentó desde 1776 aliviar la situación de los indígenas de forma pacífica, pero tras ser desentendidas sus reclamaciones, y tras la ejecución del corregidor Antonio Arriaga en 1780, comenzaron las revueltas, que rápidamente se extendieron a otros territorios. Pero Tupac Amaru también se encontró con cierta resistencia por causas étnicas, ya que era mestizo.
Por parte española, la reacción no se hizo esperar. El virrey Agustín Jáuregui mando un Ejército de diecisiete mil hombres, realizando además concesiones a los indios para desalentar la rebeldía. Tupac Amaru fue traicionado por el criollo Francisco Santa Cruz, quien lo entregó a los realistas junto a toda su familia. El 18 de mayo de 1781, Tupac Amaru, sus familiares y lugartenientes, fueron ejecutados.