Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


España, deprimida

10/06/2022

Tremendo: comentarista reconocido, compara lo que ha ocurrido a España con Argelia y, antes, con Marruecos, con aquel desastre de Annual que tanta vergüenza y dolor provocó entre los españoles. En Annual murieron bastantes personas (once mil soldados españoles, se dijo), y sospecho que poco tuvo que ver aquella victoria de Abd-el-Krim en 1921 en el entonces protectorado español de Marruecos con esta crisis diplomática que los portavoces oficiales, comenzando por el presidente del Gobierno, se empeñan en minimizar. Pero a cada cual lo suyo: ni esto es tan irrelevante como pretenden desde el Gobierno, ni se puede asemejar a una catástrofe bélica como aquella. Mal irán las cosas si desde las propias filas patrias, cada cual por su lado, nos instalamos en la exageración deprimida.
España ha sido siempre un enano frente a la diplomacia combativa en el Magreb. Nunca hemos sido capaces de responder a los movimientos amenazadores y a veces chantajistas de Rabat, primero con Hassan II, luego con Mohamed VI. Ni hemos sabido nadar entre las dos aguas muy turbulentas que supone tratar de ser amigos de Marruecos y Argelia a la vez. Claro que a nadie se le ocurre alojar clandestinamente, pretendiendo que los servicios secretos marroquíes no se van a enterar, al líder polisario Ghali y, tres meses y un nuevo ministro de Exteriores después, dar un giro público espectacular en las tradicionales posiciones españolas respecto al Sahara, abrazando las tesis de Rabat, que son, por cierto, las mismas que las de Francia, Alemania o Estados Unidos.
Lo peor no ha sido la incoherencia de este viraje, quizá necesario u obligado. Lo peor ha sido que, en sucesivas comparecencias parlamentarias, el presidente del Gobierno español ha sido incapaz de explicar por qué, cómo, con qué contrapartidas, se ha dado tan espectacular giro. Coincidiendo, encima, con un escándalo de espionaje al propio Pedro Sánchez y a varios de sus ministros más emblemáticos, escándalo en el que las sospechas sobre la autoría recaen con bastante fundamento sobre esos 'servicios de inteligencia' marroquíes que con tanta profusión operan en territorio español.
España no puede actuar con tanta ligereza en un terreno, como el vecino del sur, en el que nos jugamos mucho y con el que tenemos tantos lazos históricos. Ni puede equivocarse en sus decisiones diplomáticas, primero con la señora González Laya, que poco tenía que ver con una buena ministra de Exteriores, ahora con José Manuel Albares, a quien tengo por un diplomático experimentado y preparado, pero que actúa con elementos ajenos, dictados desde La Moncloa, a lo que debería ser la pura actividad del compromiso internacional. ¿Qué contenía el teléfono, presuntamente 'pinchado' por Marruecos, de Sánchez? Se lo preguntan los malpensados en ambientes poco amables con el Gobierno. Personalmente, no creo que deban, seriamente, albergarse tales tesis conspiratorias. Más bien me inclino a pensar en que hay presiones de Washington tras este 'trastabilleo' diplomático.
Ignoro en qué consistirán las sanciones comerciales que Argelia ha anunciado que pondrá en marcha contra España: sin duda, el gas argelino acabará saliéndonos más caro. Y las pateras este verano serán más numerosas. Y tampoco es que Marruecos, con el nuevo acercamiento de España, se haya volcado en agradecimientos y reconocimientos. Veremos qué ocurre con las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla.
Lo curioso es que España no está haciendo valer ante Marruecos la potencia económica de quien es el primer inversor en el país alauita. Ni su influencia internacional ante las autoridades de Argel. La depresión anímica es tal que preferimos refugiarnos en que Annual fue peor. Mal espíritu para encarar como anfitriones, nada menos que la 'cumbre' más importante en la historia de la OTAN, sacando pecho como 'influencers' de los intereses del mundo occidental, enfrentado a la mayor crisis bélica desde la segunda guerra mundial.
Creo que hay que variar, si no el rumbo --¿cuál es el rumbo?_, sí los enfoques: España no puede ser rehén del norte de Africa. Tiene que resolver de una vez su conflicto con los principales países de la zona, cosa que, efectivamente, no ha hecho desde que Marruecos dejó de ser un protectorado, un proceso de más de treinta años enmarcado en una de las páginas más negras de la Historia contemporánea de la política exterior española. Ni puede este tema ser objeto de controversia parlamentaria entre las distintas fuerzas políticas. ¿Cómo es posible que ni los socios del gobierno, ni desde luego, la oposición, hayan sido suficientemente informados de los sucesivos vaivenes diplomáticos y de sus derivaciones en el 'escándalo Pegasus'?
Ciertamente, Sánchez tiene que entender que ha de gobernar de otra manera. Y que la política exterior no es algo que te permita hacerte fotos junto a Biden. Pero los demás también habríamos de asumir que no se puede jugar con la Historia trayendo ahora a colación desastres como Annual. O, antes, la catástrofe de 1898. Ya lo decía Talleyrand: lo excesivo es irrelevante. Y, además, fomenta la nacional-depresión en la que nos hemos, ay, instalado, ahora agarrando la historia como pretexto para nuestros complejos y debilidades.