España, en llamas

G. F. - M. P. G. (SPC)
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La peor plaga de fuego en los últimos 15 años desata los incendios por los cuatro puntos cardinales del país. Un cúmulo de causas ha generado una tormenta perfecta de humo y brasas que ha causado ya dos muertos y arrasado ya más de 200.000 hectáreas

Una treintena de fuegos, en la peor oleada que se recuerda en más de una década, ha puesto en jaque a todo el sistema contraincendios de España. - Foto: Europa Press

España está en llamas. De norte a sur y de oeste a este. La oleada de incendios (más de una treintena) que registra este seco y tórrido verano ha puesto en jaque al país y ha dejado hasta el momento dos fallecidos, más de 200.000 hectáreas calcinadas por el fuego y miles de personas desalojadas de poblaciones cercadas por un terrorífico frente de brasas y humo. 

Son las cifras de una tragedia como no se había visto en mucho tiempo. De hecho, la de este 2022 es la peor plaga de fuego que se recuerda en España en los últimos 15 años.

¿Las causas? Son varias pero entre todas han dibujado una especie de tormenta perfecta para que las llamas no den tregua y pinten un escenario apocalíptico en esas zonas donde ahora abundan los paisajes negros, las casas calcinadas recuerdan la catástrofe, los montes pelados de vegetación dejan a la vista miles de animales muertos y un hongo de humo literalmente oculta el sol en un cielo que recuerda al de las películas con catástrofe nuclear.

Las sucesivas olas de calor han sido sin duda un factor determinante. Con los termómetros escalando hasta por encima de los 40 grados, el fuego encontró en las altas temperaturas un aliado perfecto para su expansión. 

Las condiciones de sequía en la Península Ibérica la han hecho particularmente vulnerable a los focos de fuego, en medio de una masa de aire caliente proveniente de África.

Si bien la ola de calor se extendió por toda Europa, el país más afectado ha sido España (también Portugal) donde el Gobierno reconoció un dato terrible: más de 193.000 hectáreas calcinadas solo hasta mediados de este mes de julio.

Directamente relacionado con este fenómeno se encuentra el cambio climático, una expresión repetida hasta la saciedad en los últimos años. «El cambio climático, mata». La frase la dijo el jefe del Ejecutivo el pasado lunes en O Barco de Valdeorras (Galicia) en una zona devastada para hacer un llamamiento a convertir a las políticas medioambientales en políticas de Estado. 

España, resecada por el calentamiento global, arde violentamente. La alteración del clima por el efecto invernadero que generan las emisiones de gases se traduce en los fuegos sin control repartidos por Galicia, Andalucía, Cataluña, Castilla y León, Extremadura, Aragón y Andalucía... solo por citar los enclaves con los focos que registraron una mayor gravedad. 

Sin embargo, hay técnicos medioambientales que opinan que convertir a esa transformación del clima en el gran chivo expiatario es un recurso fácil que simplifica en exceso el problema. 

Más allá del innegable papel que juega en la sucesión de incendios, los expertos señalan otros factores como el abandono rural, la gestión forestal, la infradotación de medios o la mejora de las condiciones laborales.

Prevenir... en invierno

«Los incendios se apagan en invierno». La frase lleva años repitiéndose como reproche y arma arrojadiza hacia las administraciones para poner de manifiesto la necesidad de la prevención, la gestión integral de los bosques y la prioritaria recuperación de los espacios agrícolas.

Mantener a las brigadas forestales operativas todo el año y no solamente durante los meses de verano es una vieja reivindicación que, a la vista de los hechos, debería contemplarse más pronto que tarde. No son pocos los grupos ecologistas que opinan que la raíz del problema es la falta de efectivos dedicados durante todo el año, sobre todo en invierno, a la prevención, vigilancia y cuidado de los montes.

Otros motivos son el abandono creciente del medio rural y un excesivo proteccionismo (tal vez mal entendido) que prohíbe las tradicionales quemas de rastrojos sin antes pasar por una red burocrática que lleva a muchos propietarios de fincas a desatenderlas y en consecuencia a que se acumule una cantidad ingente de material seco que ahora arde como la yesca. 

La mano del hombre también está presente. Los expertos enfatizan que no llega a un 10 por ciento el número de incendios que son originados por causas naturales, mientras que el 90 por ciento restante responde a imprudencias, accidentes, o a acciones malintencionadas del ser humano, los pirómanos que tanto abundan en zonas rurales.