La espectacularidad y el drama de Cumbre Vieja

Mario Gómez
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José Alberto Real viajó a principios de diciembre a La Palma motivado por su afición por la fotografía y ha captado impresionantes instantáneas de la erupción de Cumbre Vieja además del drama que está suponiendo para los habitantes e infraestructuras

Pasan escasos 10 minutos de las 14:00 horas, del 19 de septiembre de 2021. La tranquila, pero volcánica isla de La Palma se resquebraja. Un estruendo se oye en casi toda la isla y el paraje de Cabeza de Vaca, cercano a la localidad de El Paraíso del municipio de El Paso, comienza un fenómeno natural que no se daba desde que en 1971 entrase en erupción el Teneguía. 

Aquella erupción alcanzó un índice de explosividad volcánica de grado 2 y duró 24 días. Entre medias, la erupción submarina de la isla de El Hierro. Cinco meses de erupción tras la que se formó una cima a 89 metros sobre el nivel del mar que en mayo de 2016 fue bautizado como volcán Tagoro.

Cumbre Vieja venía avisando. Entre 2017 y 2021 se registraron en la isla varios «enjambres sísmicos»,   que fueron intensificándose paulatinamente hasta que el lunes 13 se alcanzaron los 1500 movimientos sísmicos en la zona del parque natural de Cumbre Vieja, lo que llevó a activar la alerta de color amarillo.

Imagen del volcán de Cumbre Vieja activo.Imagen del volcán de Cumbre Vieja activo. - Foto: José Alberto RealEstos «avisos» también los percibió José Alberto Real durante su estancia de este verano en la isla, este cacereño afincado en Toledo desde hace décadas y que «ya es toledano» confiesa.

José Alberto es asiduo a La Palma, tal y como explica a La Tribuna. El servicio militar, más conocido como «la mili», le llevó a entablar una «íntima amistad» con un palmero, lo que le ha llevado en numerosas ocasiones a visitarla, sin ir más lejos este año ya había visitado la isla en dos ocasiones, y tras producirse la erupción sabía que era el momento de volver. No era exclusivamente por el hecho histórico de la erupción, que el pasado día 12 de diciembre alcanzaba los 84 días de actividad superando al Tehuya que erupcionó en La Palma en 1585, sino también su pasión por la fotografía, que le impulsó a realizar todos los trámites necesarios para acudir a la isla tomar instantáneas y volar su dron.

La experiencia duró cuatro días que no fueron «lo exitosos» que José Alberto pretendía por diversos motivos meteorológicos; es lógico, dada su pasión por este arte, con el que va más allá de captar momentos y con la que procura expresar de forma artística aquello que se encuentra ante sus ojos, «buscar algo nuevo que no se haya hecho» confiesa, y se retrotae hasta cuando con a penas 16 años tuviera entre sus manos su primera cámara fotográfica compacta. 

José Alberto Real se desplazó a La Palma a primeros del mes de diciembre.José Alberto Real se desplazó a La Palma a primeros del mes de diciembre. - Foto: José Alberto RealCon ella, logró hacer uno de sus primeros encargos en la boda de sus cuñados hace tres décadas, de la que recuerda no sólo tomar las fotos, sino también revelarlas en un pequeño estudio que habilitó en su casa para el revelado en blanco y negro, y que desde entonces le «mantiene vivo». 

Ahora «han cambiado los tiempos» no hay comparación, pero la fotografía actual le permite jugar con la exposición, la nocturnidad y desarrollar su pasión por «la fotografía submarina», que como tantos otros españoles ha sido una de las actividades que la pandemia ha hecho retomar.

Sin duda tras la pandemia, uno de los mayores acontecimientos que nos ha sobrevenido fue Filomena. La borrasca tiñó de blanco toda la geografía española, y Toledo vistió de nieve su contorno. Un hecho que José Alberto no pudo dejar   pasar y acudía a lugares que él conocía para tomar instantáneas de la ciudad. «No me gano la vida con la fotografía» recalca, pero eso no le exime de publicar algunas de sus imágenes inlcuso demandadas por organismos oficiales. «El Ayuntamiento de Toledo me ha pedido fotografías para su calendario, la Junta a veces me las publica en el blog de cultura, y puede que incluso hagan un libro recopilatorio» declara haciendo referencia a algunos de los momentos captados durante el estadío de la nieve sobre Toledo.

A La Palma viajó con su mujer. «Mi mujer venía como ayudante, dado que, para volar el dron, había que tener precaución, puesto que hacía mucho viento y era necesario controlar muchos factores» relata. Dormir no ha sido la actividad a la que más tiempo ha dedicado, «tres o cuatro horas como mucho», ya que la mayor actividad volcánica se concentraba durante la noche, «cuando empieza a caer el sol, el volcán comienza su máximo apogeo». Por ello, para aprovechar y tomar los mejores recursos audioviuales posibles, madrugaban para llegar a la zona antes de las 06:00 horas y comenzar a relizar las captaciones puesto que la toma de fotos en la zona de exclusión estaba «muy muy muy controlada».

No es asunto a pasar por alto el hecho de que estos controles sean muy estrictos, puesto que tal y como relata el propio José Alberto Real, las medidas de protección que se les exigían eran muy específicas «tanto en tipo de máscara de protección como en el resto de elementos para proteger los ojos por ejemplo» indica.

Cuando habla del volcán lo describe con términos que llaman la atención. El sonido lo compara con el reactor de un avión, mezclado con truenos de una tormenta. Es el momento de la expulsión de piroclastos el que define como más «complicado» puesto que al estar cerca, afirma que es difícil «quedarse quieto y parado y al mirar no asustarse», es «impresionante» describe, para concluir con «da realmente miedo estar al lado del volcán».

Durante algunos de los vuelos del dron, como puede apreciarse en los vídeos y fotos, se producen algunas de estas explosiones «estábamos relativamente cerca e incluso llegas a dudar si no te alcanzará alguno de los piroclastos» refiere.

Los olores cerca de la colada son incategorizable, se puede asemejar al «azufre» y en los bordes de la colada, se ve el humo y cuando cae la tarde y disminuye la luz, aún se encuentra la lava fulgurante «y eso que puede llevar ahí más de un mes». Esto no es de extrañar, pues tal y como comenta, los propios militares de la UME y miembros de la Guardia Civil les comentaban que debajo de la aparente «tranquilidad» y las piedras de la superficie de las coladas a las que se aproximaron, aún se alcanzan más de 300º centígrados, como confirman desde el Pevolca. 

Desde el Mirador de Tajuya es uno de los lugares donde mejor se contempla el fenómeno volcánico, y destaca desde ahí la «espectacularidad» de las imágenes por la noche. «Un rojo intenso o amarillento» relata mientras describe como la nube de polvo adquiere esas tonalidades originando un fenómeno «interesante, curioso, espectacular y a la vez dramático, trágico y casi apocalíptico».

Las rachas de viento, además de ser intensas jugaron en contra de los intereses de José Alberto. «Los vientos eran exagerados» relata, incluso zarandeaban los camiones de la UME, lo que nos hace tener una idea de la magnitud de los mismos, que según el propio fotógrafo indica, se ven motivados por las temperaturas del volcán que incentivan los movimientos de masas de aire.

Fotografías cargadas de contenido que exhibe en su web https://josealbertoreal.com. En ellas, carreras cortadas, colegios hundidos bajo la lava, casas desaparecidas, infraestructuras engullidas, y otras construcciones que se encuentran libres por momentos, pero que acabarán cubiertas.

Confiesa que en la vuelta a Toledo, aún le ha llevado «un par de días bajar de la nube», y a medida que va indagando en el ingente material recopilado cae en la cuenta del «desastre» que está suponiendo este fenómeno y reincide en la «espectacularidad y el drama» que está suponiendo, además del daño y el dolor ocasionado a los palmeros, porque a pesar de la cierta belleza de las imágenes, desde la zona de exclusión,  la sensación no puede ser otra tras contemplarlo que de «cruda realidad».