Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Tiempo de crisis, tiempo de subsidios

02/11/2022

Todo término que tiene delante 'ultra' viene resultando, casi siempre, 'ultra' jante, pues la vida se caracteriza por las zonas grises entre lo blanco y lo negro. Más libertad siempre es mejor, especialmente en el disfrute de los derechos, e incluso, como liberal, también creo que como principio general de economía y en el ámbito de la competencia, donde la libertad es imprescindible para asegurar la tranquilidad del ciudadano. Pero es claro que el Estado Social y Democrático de Derecho que constituye la verdadera ideología que compartimos el noventa por ciento de los españoles, no puede ni debe consagrar en cualquier ámbito, que determinadas cuestiones sociales se consigan con una libertad desestructurada.
La prueba más palpable ha sido el desorden económico que se ha producido a escala mundial por la falta de rigor en medidas de disciplina del comportamiento de los agentes económicos, o en la ausencia de control sobre las mismas, cuando existían. Creo firmemente que en la economía de mercado es importante recordar a diario que la iniciativa privada y la capacidad de decisión de los particulares deben ser la referencia primaria, pero siempre que se piense que esa libertad natural que provoca una selección (también natural y lógica, que se traduce en el beneficio del que acierta su perspectiva) no puede ser llevada hasta sus últimas consecuencias, pues no todos partimos de la misma base para afrontar la vida.
Así, la grandeza de nuestras democracias no reside en una injusta socialización de beneficios, que es lo que creen muchos ultraliberales. Se trata, simplemente, de intentar colocar a todos en una misma recta de salida, ayudando a los que, por sus circunstancias sociales, personales o físicas, parten en la carrera de la vida de una postergación. Ahora bien, en esa carrera vital, las personas ayudadas, solo las que puedan, pero esas sin excusas, han de participar explotando al máximo sus posibilidades por escasas que sean, sin prolongar el empujón de origen hasta el final del camino, para dejar que la sociedad les haga lo que los demás realizan por sí mismos. Esto último lo desconocen a veces los otros ultras, los ultrasocialistas.
La libertad de competencia, pues, tanto en el campo empresarial como vital, es una máxima, pero las sociedades actuales están en la obligación de intentar que todos tengan las mismas oportunidades en el trayecto. Por ello las pensiones, subsidios o ayudas, siempre serán consustanciales a nuestros Estados, para conseguir igualdades en el inicio de la carrera personal. Ahora bien, lo que ya no es obligación de nadie, en concreto en el ámbito económico, es la adopción y tutelaje perenne a quienes, teniendo todas las oportunidades en la competición, cambian trabajo por ayuda social. Una generalización de subsidios sin atender a causas sociales comprobadas, basada solo en la búsqueda de voto, rompe con las reglas básicas de la asistencia vital y también de la convivencia democrática.

ARCHIVADO EN: Economía, Ayuda social