«Hay que potenciar el apoyo mental en el cáncer de mama»

M.G
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La responsable de la Unidad de Mama del Hospital Universitario de Toledo comenta los avances del programa experimental de un dispositivo sin radiación que actúa de mamógrafo, y habla de la necesidad de continuar con la investigación

Cristina Romero, responsable de la Unidad de Mama del Hospital Universitario de Toledo - Foto: David Pérez

Esta semana se ha celebrado el Día Muncial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, una enfermedad con una gran incidencia que cada vez es menos silenciosa, ¿no? 

Sí. Con este día pretendemos visibilizar esta enfermedad que, aunque tiene una buena alternativa, es muy incidente, afecta también a mujeres muy jóvenes, y atenta directamente sobre el seno familiar. Este año incidimos también en el diagnóstico, ya que Europa se ha pronunciado sobre los cribados después de pasar una racha en la que estaban en entredicho. En febrero ya dijeron que no solo es necesario la realización de los cribados, también que se deben bajar las edades y se han puesto de tope el año 2025 para que los países europeos adapten sus campañas de cribado e incluyan a las mujeres a partir de los 40 años. 

Castilla-La Mancha es pionera porque es de las pocas comunidades que tiene la edad de cribado en 45 años, pero ya se habla de la evidencia y del beneficio en las mujeres de 40 años, algo que me parece muy importante. 

Además, los tratamientos están avanzando mucho y este año también nos estamos centrando en visibilizar la enfermedad metastásica de la mama. Afortunadamente, son pacientes capaces de sobrevivir la enfermedad a tiempo, pero también es cierto que los avances en relación a los tratamientos tienen una dificultad administrativa añadida y en unas circunstancias complicadas que suponen mucha ansiedad porque se dispone de poco tiempo. 

Por tanto, hay que visibilizarlo e intentar conseguir esa empatía para tener toda la evidencia científica necesaria y más tratándose de una institución pública donde los tratamientos se pagan con fondos públicos. Es obvio que tiene que haber evidencia científica, pero los pasos administrativos deben ser ágiles. 

Dice que es conveniente bajar la edad de las revisiones a los 40 años... ¿Y por debajo de esa edad?

Ahora mismo no porque es una prueba que no es inocua del todo. La mamografía tiene una radiación mínima y por debajo de los 30 años tenemos menos incidencia de enfermedad y al final hay que aplicar el riesgo-beneficio. Se tiene mucha patología benigna, muy poca incidencia de cáncer y tenemos que hacer un daño, con lo que las cuentas de esa triangulación no salen. Otra cosa sería tener dispositivos sin radiación y ahí las reglas del juego podrían cambiar. 

En el caso del cáncer metastásico se sigue reclamando una mejora en los tratamientos y que sean más personalizados.

En general, ahora se avanza hacia una medicina personalizada y es algo muy bueno. Por ejemplo, en los cribados se aplican ritmos diferentes y unas pruebas se hacen con carácter anual y otras bianual, una tecnología diferente porque quizá a una mujer con alto riesgo es más conveniente realizarle una resonancia en lugar de una mamografía. También si hay enfermedad se inicia un camino con la inmunohistoquímica de la personalización de tratamientos y la idea ahora es conseguir en enfermedades metastásicas personalizar esos tratamientos. 

Y cuando no se pueda curar, el objetivo es cronificar el cáncer, ¿no?

Sí, claro. Si ya ha debutado así o en la evolución de la enfermedad ha ocurrido de esa manera el objetivo es conseguir una buena calidad de vida y de mantenimiento. Para lograrlo estamos en un constante devenir de tratamientos nuevos, algunos basados en inmunología. Se están abriendo nuevos caminos gracias a los avances tecnológicos y estamos viviendo un tiempo en el que la tecnología avanza rapidísimo. En este caso, se pretende que la estrategia sea ágil. 

Las cifras suelen ir siempre acompañando a esta enfermedad. La incidencia del cáncer de mama está aumentando en España desde hace años y en estos momentos la cifra es de 33.000 casos anuales. ¿Se está avanzando en conocer los motivos que la desencadenan?

Hay un cierto aumento de la incidencia, y también está bajando la edad. Por eso, la Unión Europea dice que hay evidencias de beneficios al hacer las mamografías a los 40 años y se está admitiendo que el riesgo de enfermedad es suficientemente importante para rebajar la edad. Hay que pensar que el cáncer de mama es una enfermedad de países desarrollados, pero la buena noticia es que hay muy buenos tratamientos. 

El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) está estudiando el posible papel de 34 genes en el desarrollo del cáncer de mama.  Se supone que es un avance importante porque tampoco se conocen tantos, ¿no?

Nosotros vemos agrupación familiar. Lo primero que se pregunta en una consulta es si se tienen antecedentes en la familia. Tenemos dos genes claramente detectados, BRCA-1 y BRCA-2, que únicamente explican entre un 3 y un 5% de los cánceres, del resto no. 

De alguna manera, está claro que hay alguna parte genética que se nos escapa viendo las asociaciones claras de incidencia en determinadas familias, sin encontrar una relación con los genes que ya sabemos que lo producen. Es ahí donde se está incidiendo y estudiando para ser capaces de detectarlos, otra cosa es cómo lo manejemos.

En la personalización de los cribados, por ejemplo, hay ahora un estudio llamado 'My personal breast screening', que se ha montado en  Europa, en el que participan varios países, aunque España no está, y en esa campaña se están reclutando mujeres de manera voluntaria en dos grupos, uno que sigue su revisión normal acorde a los criterios del país y otro grupo con mujeres con una serie de factores que sabemos que afectan, como la obesidad y la densidad mamaria, con un test de saliva genético y ahí se están determinando los BRAC y algunos alelos que parece que tienen cierta relación. 

Con todo eso se están determinando unos seguimientos especiales y la idea es reclutar 85.000 mujeres, aunque los resultados del proyecto van con retraso por la pandemia, y analizar qué ocurre en la detección y la evolución de las pacientes. Según los resultados y la sensación que tenemos todos, las consultas van a ser cada vez más personalizadas, las pacientes nos contarán los antecedentes, determinaremos unos perfiles y se establecerán los cribados personalizados. 

Todo ello implicará un esfuerzo por parte de las administraciones muy importante y exigirá también una buena coordinación, con lo que habría que trabajar poco a poco. La evidencia científica es lo más importante, por eso siempre insisto en la importancia de continuar con la investigación.

La incidencia de cáncer de mama se centra especialmente en un tramo de edad, en mujeres entre 50 y 69 años, una edad en la que la menopausia cumple un importante papel. ¿Tiene mucha relación?

El cáncer de mama es principalmente hormonal y sí la tiene. Sabemos que el pico máximo de incidencia está ahí y por eso desde el principio se determinó que estas mujeres iban a ser el corte de los cribados.

Se habla mucho de tratamientos, avances y otras cuestiones relacionadas con el cáncer de mama, pero parece que se deja en un segundo plano la salud mental, algo vital en estos casos.

Contaría mil cosas, la verdad. Tenemos que volver a insistir porque es un tema que afecta al seno familiar y a las mujeres. Es algo que no por sabido que tiene buena solución no dejas de tener que asumirlo y en ese proceso siempre viene bien la ayuda. También es imporante que esa ayuda se extienda a la familia y continúe porque más tarde llega el miedo de superación del tratamiento, cuando le dices a una paciente que ya no vuelva hasta al año, miedo a las revisiones, a las recaídas...

Además, hay que tener en cuenta todas las visitas de hijas de pacientes a las que no les fue bien y fallecieron y continúan viniendo a hablar conmigo y me sorprende que no esté articulada esta ayuda posterior. La sociedad necesita ese apoyo de cuidado mental y lo estamos viendo en todas las edades -en jóvenes también- y tendríamos que continuar potenciando este tipo de ayudas porque es muy positivo. 

Hace días saltaba a un medio de comunicación que la vacuna del cáncer está bastante avanzada y podría estar lista antes de 2030. ¿Servirá también para el cáncer de mama?

Sí. Se está buscando vacunar contra los tumores con mayor incidencia y lógicamente los de mama entran. Cuanto más sabemos de esta enfermedad más avanzamos porque ya se sabe la relación del sistema inmunólogico, cuando reconoce o no la célula que tiene que reparar, y por ahí se está trabajando.

¿Esta ofreciendo los resultados esperados el proyecto 'Mammowave', un dispositivo de mamografías sin radiación, que se implantó de manera experimental en Toledo hace un año y entra su segunda fase?

El proyecto entra en una segunda fase y tiene resultados muy prometedores. La idea es que todas las mujeres que vengan al hospital a su revisión van a continuar haciéndosela con normalidad porque aún no tenemos evidencia científica con este nuevo dispositivo, pero pueden prestar su generosidad para esta nueva técnica que es inocua. 

De esta manera, se pueden comparar los resultados de ambas técnicas y si finalmente consiguiéramos ver 10.000 casos y su seguimiento a dos años analizaríamos si finalmente se podrá utilizar este dispositivo en el futuro, siempre que ofrezca los mismos resultados que una mamografía. Sería algo muy positivo al tratarse de una técnica inocua.

Aún no hay evidencia científica, pero los resultados dan una sensibilidad muy alta, casi al 100%, ¿no?

Sí. Tiene una sensibilidad muy alta y también una especificidad muy alta. Y se comporta muy bien en la mama densa, que es ahora donde tenemos principalmente el problema con las mamografías. Es que este tipo de mama hace que sea un poco menos transparente, por decirlo de alguna manera, y sabemos que el 'Mammowave' tiene mejor rendimiento. Con lo que si es inocuo y tiene tan buen rendimiento nos abre un camino, sobre todo, para la gente joven muy interesante. Por eso, estamos tan entusiasmados con esta línea de investigación. 

Imagino que es muy difícil poner fecha para que este dispositivo tan novedoso y prometedor pueda salir al mercado.

Si conseguimos reclutar muchas mujeres para probarlo ya sería para mí una fecha maravillosa, pero aunque todo saliera a pedir de boca son cuatro años de estudio y tendríamos que repetirlo en otros entornos porque la investigación te lo exige. Puede funcionar muy bien en Toledo, pero también hay que estudiar qué pasaría si coloco el aparato en la India, por ejemplo, en Suiza o en Madrid, con lo que se alarga el tiempo. 

Ojalá que de aquí a diez años podamos mandar una carta a los Reyes Magos cambiando el paradigma porque la técnica se lo merece, necesitamos una herramienta inocua y nos permitirá ponerla en un montón de sitios que ahora mismo ni siquiera cuentan con una mamografía, como ocurre en países pobres. En esos lugares lo único que tienen las mujeres es la autoexploración y resulta muy complicado.

Y también tocaría que las administraciones se mojen en inviertan a buen ritmo.

Sí. Pero lo que menos me preocupa es eso porque si los datos son aplastantes la administración estaría encantada porque, al fin y al cabo, tampoco es que las mamografías sean baratas. Además, la Consejería de Sanidad está invirtiendo mucho dinero en campañas de prevención y cuentan como una de las principales partidas. Es dinero bienvenido y no creo que si hay que implantarlo haya problemas de recursos. 

El año pasado se dieron bastantes casos de efectos secundarios de las vacunas covid en el pecho. ¿Sigue dándose este problema o ha ido desapareciendo?

Ahora ya no es tan impactante como al principio. Antes desconocíamos la reacción y era la primera vez que todo el mundo, de manera atenuada o no, contactaba con el patógeno, y nuestro sistema inmunológico se revolucionó. Siempre le digo a las mujeres que los ganglios están ahí y es bueno que estén porque tienen que defendernos tanto de un bicho malo que viene de fuera como de una célula mala de un cáncer. Conforme se han ido repitiendo las vacunaciones, la incidencia ha bajado muchísimo en complicaciones.

Hace un año se detectaban importantes retrasos en atención y en pruebas en el hospital de Toledo por efecto de la pandemia de covid. ¿Se ha ido corrigiendo en la unidad?

Estamos muchísimo mejor y cogiendo carrerilla para que cada vez estemos mejor. Todavía tenemos un poquito de calaje, pero espero que a lo largo de este año acabemos de igualarnos y recuperemos todo el tiempo perdido. También tengo que alabar a la medicina de Primaria, que colabora mucho y nos mandan muchas mujeres fuera de campaña para recuperar el tiempo perdido. 

Además, el hospital ahora ha hecho un gran esfuerzo y ha creado una cuenta de correo para que las mujeres puedan comunicarse con la unidad de una manera mucho más fluida para cambiar su cita y que nadie se quede sin su cribado. Hasta ahora sólo teníamos la cita telefónica y es más problemático porque el hospital recibe muchas llamadas.

En el Congreso Europeo de Cáncer de Mama, celebrado hace dos años, se trató el papel de las bacterias intestinales en asociación con la quimioterapia como mejora en los tratamientos. ¿Se ha avanzado más? 

Sigue avanzando y va a ser algo muy positivo. Al final, todo ese tipo de información es lo que nos permite actuar en función de los efectos secundarios y ser más efectivos en todo el planteamiento. Tendemos más a saber por qué pasan las cosas y a personalizar tanto los diagnósticos como los tratamientos. El objetivo final es ir a una medicina mucho más personalizada. Tardaremos todo lo que tengamos que tardar, pero siguiendo el camino pasito a pasito, sin perderse, llegaremos. Lo importante es no dejar el camino.