Una daga de 'vela' con mucha mano izquierda

Germán Dueñas Beraiz
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En las ciudades españolas de la segunda mitad del siglo XVII se pusieron de moda unas dagas que podían compartir la decoración de la empuñadura de la espada

Una daga de ‘vela’ con mucha mano izquierda

Hubo una época en la que los hombres para salir a la calle, además de ir vestidos por diferentes prendas, según la moda del momento y las circunstancias económicas de cada individuo, se echaban a la pretina, al cinto, una espada y una daga, hasta el punto de que ese tipo de espadas civiles se las denominaron como roperas. Ambas adoptaban una hoja y una empuñadura, que variaba también según la época y el pais. Al portarlas mostraban a las personas con las que se cruzaban por las angostas calles de la época, la calidad social y económica de cada persona. Además de servir como advertencia, mostrando a los viandantes que uno llevaba armas y era capaz de defenderse echando mano de ellas. Por ello se debía de portar la daga con una espada, armas dobladas, para que todo el mundo supiera que se iba armado, ya que la daga se podía ocultar bajo la ropa, y atacar de forma inesperada a quien se cruzara. Normalmente la daga se portaba cruzada por la parte trasera, asomando la empuñadura por la derecha, para ser desenvainada y utilizada por la mano izquierda. 

En las ciudades españolas de la segunda mitad del siglo XVII se pusieron de moda unas dagas que podían compartir la decoración de la empuñadura de la espada. Y que por la forma que adoptaba la protección de la mano que empuñaba la daga, que recordaba a una vela hinchada por el aire, hizo que en el siglo XIX entre coleccionistas y especialistas fueran conocidas bajo la denominación de dagas 'de vela', aunque en la época se las denominaba como 'vizcaínas' por ser fabricadas principalmente en varios centros de la zona vasca.

Estas podían ir decoradas con grabados en su parte exterior, en parte o la totalidad de su superficie. En los mejores ejemplares los motivos geométricos y vegetales se encuentran delicadamente calados, a juego con una pieza de refuerzo en su interior denominada guardapolvos.

Las hojas también tenían diferentes formas, aunque normalmente tenían formas triangulares con una parte inicial, recazo, sin filos, pero con perfiles gruesos aserrados para poder parar la espada del contrincante. También en el plano de este recazo presentan un ligero hundimiento para apoyar el pulgar y asir mejor el arma en combate. Este recazo solía tener otros dos elementos que servían para ayudar a parar la estocada de la espada del enemigo, denominados ojos y rejas.

En el ejemplar que mostramos la guarda es lisa salvo la parte más cercana a la hoja que está decorada con roleos calados de diferentes tamaños rodeando un corazón y un borde dentado en todo su perímetro. Los gavilanes, los brazos rectos que protegen la mano, son rectos y largos con diferentes secciones estando rematados en botones. La hoja por su parte tiene un fuerte recazo rectangular con bordes serrados y un hundimiento elíptico para el pulgar, así como dos 'ojos' en su extremo antes del comienzo de la hoja. Esta es de sección romboidal, larga, estrecha y de punta aguzada, de las denominadas de estoque o verduguillo,.

Estas armas eran fabricadas por espaderos o cuchilleros especializados en determinados núcleos tradicionales como Toledo o Madrid, y especialmente en diversas localidades vascas, aunque también se importaban de zonas de Italia y Alemania. En este caso en la zona del recazo aparece muy desvaída una B que posiblemente se corresponda a la marca del artífice, y que aparece en numerosas armas de este tipo existentes en muchas colecciones y museos. En este caso es un ejemplar que procede de la famosa y rica armería que los Duques del Infantado poseyeron en Guadalajara.