Una estrella que nació bailando

María Albilla (SPC)
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La ilustradora Megan Hess recoge con su peculiar forma de dibujar la elegancia de Audrey Hepburn, una actriz que nunca soñó serlo

Una estrella que nació bailando

Ella misma se definió como «tímida y mejor bailarina que actriz», aunque brilló con fulgor en la era dorada de Hollywood. Lo cierto es que Audrey Hepburn nunca aspiró a quitarse las puntas de ballet hasta que tuvo que aceptar que el ahínco, su pasión y su profesionalidad no serían suficiente para triunfar. La II Guerra Mundial se había interpuesto entre ella y el baile haciéndole perder los mejores años de aprendizaje, pero la gracilidad que había adquirido con la práctica le acompañaría para el resto de su vida. 

La sutilidad de sus movimientos le hizo tener un halo tan personal y tan para siempre que ahora la ilustradora Megan Hess ha decidido combinar el particular estilo de la actriz con su característica forma de dibujar dando forma al volumen Audrey Hepburn. Elegancia natural. Publicado por Lunwerg esta misma semana, el libro coincide con el aniversario del fallecimiento de la intérprete el 20 de enero de 1993, solo tres meses después de que fuera diagnosticada de un cáncer de apéndice. Aquel día el mundo lloró a una estrella, a una madre, a una amiga, y a una gran defensora de la acción humanitaria.

Aunque siempre ansiara dedicarse al baile, es imposible entender sin ella la historia del cine. Para siempre quedarán Vacaciones en Roma, Sabrina o Desayuno con diamantes, películas en las que brilló por su estilo hasta el punto de que pudo intervenir en el vestuario. Porque lo cierto es que su carrera tampoco se puede comprender sin la influencia de la moda.

En el largometraje que protagonizó en la capital italiana junto a Gregory Perk, cuenta Hess que Audrey declinó amablemente llevar cualquier prenda que no contara con su aprobación e incorporó importantes cambios en los diseños de la legendaria Edith Head. 

Insistió -y consiguió- llevar escotes más sencillos, cinturones más anchos y calzado más bajo. A nadie se le escapa que la imagen de la princesa Ana paseando en una Vespa ataviada con una falda ancha, una camisa blanca con las mangas subidas y un pañuelo atado al cuello se convirtió en un referente cultural.

Flechazo

Otro de los hitos en el campo de la moda se produjo justo antes de rodar Sabrina. Hepburn y Givenchy, musa y genio, serían inseparables hasta el final de la vida de la belga. Todo ocurrió cuando ella, aún desconocida para el gran público, acudió al taller del incipiente diseñador parisino para preguntarle si podría diseñarle trajes a medida para la película. Al parecer Gyvenchy esperaba a Katherine Hepburn, más famosa que Audrey, pero se le clavaron «sus hermosos ojos, el pelo corto, las cejas gruesas, los pantalones diminutos, la pequeña camiseta u los zapatos de bailarina». Siempre el baile rondándole... Finalmente le convenció. Aquel vestuario sería galardonado con un Oscar y ella reconocería que ese fue el momento en el que la moda entró en su vida.

Eterna será también la escena inicial de Desayuno con diamantes en la que su personaje, Holly Golightly, enfundada en un vestido negro de Givenchy, se apea de un taxi en una Quinta Avenida desierta y contempla el escaparate de Tiffany.

Cuando Audrey abandonó los platós, era famosa por su estilo e incomparable elegancia. Era toda una estrella. Sin embargo, la siguiente etapa de su vida la llevaría lejos de la gran pantalla y de la moda y se convertiría en el legado más valioso de todos. Entre 1988 y 1993 viajó por los cinco continentes como embajadora de buena voluntad de la ONU. También se dedicó a su familia y halló la vida con la que siempre había soñado en una mansión rústica del siglo XVIII situada en un pequeño pueblo suizo.

Su legado de amor continúa hoy vivo en sus hijos. Luca Dotti dirige el Fondo para la Infancia de Audre Hepburn, mientras que Sean Hepburn Ferrer es el presidente honorario de la Sociedad Audrey Hepburn para el Fondo de Estados Unidos pro Unicef.