Veinte años como tatuador oficial. ¿Cómo comenzó?

En enero de 2003 recibí la licencia porque anteriormente fue todo un poco más underground. Era una época en la que no existía realmente una legislación.  Yo no inventé el tatuaje, ni mucho menos en Toledo. Anteriormente hubo gente que montó cosas, pero nunca de manera legal, en algún piso o incluso en algún local. De hecho, cuando pedí la licencia al Ayuntamiento, tardó un tiempo. Le pregunté que a qué se debía esa demora, que me pusieran las mismas normas de otros establecimientos, y me contestaron que nadie había solicitado licencia, que yo era el primero y que quería dejar todo bien claro para los que viniesen detrás. Me tocó abrir el melón por parte del Ayuntamiento y de Sanidad, que desconocían el terreno totalmente.

Siempre me he preguntado si el apodo de Kutulo tiene que ver con Lovecraf.

No, no tiene nada que ver. Es un apodo de un hermano mayor, así que yo en realidad soy 'Kutulo chico'. Mi hermano Mario es el original. 'Kutulo chico' fue un apodo que nunca quise tener pero al final me tuve que acostumbrar a él, y no se sabe la procedencia.

¿Han cambiado mucho las técnicas y gustos de la gente en dos décadas?

Ha cambiado muchísimo todo. El tatuaje fue una moda que llegó a España y a Toledo después. Pero llegó para quedarse. Las tendencias de lo que te van pidiendo van cambiando dependiendo de la moda o de gente que va marcando, como futbolistas o el mundo de la música. Cuando yo empecé, en los noventa, se llevaban letras chinas y tribales. Todo ha ido evolucionando y han ido mejorando mucho los tatuadores a nivel artístico, como en cualquier otro terreno del arte. Todo se va modernizando bastante, aunque lo tradicional sigue estando allí, va a estar siempre.

Los materiales también han evolucionado mucho. Aquí también permanece lo tradicional, y se le suma una serie de nuevas tecnologías. Al final es todo más de lo mismo con medios más sofisticados.

Según las estadísticas, lo que más piden los clientes es nombres y letras. ¿Es su caso?

Se hace un poco de todo. Eso va en función no solo del estudio, sino del artista. Cuando yo empecé, un tatuador era 'el tatuador' y hacía de todo lo que pedían, desde un nombre, a un oriental o un tribal. Ahora estamos un poco más especializados, aunque en mi caso, como vengo de la vieja escuela, he hecho de todo, soy aprendiz de todo maestro de nada.

Será moda, pero el tatuaje está claro que es un arte milenario.

Antes de que se introdujera como moda estética, lo tenemos en un terreno más underground, incluso lo musical. Me sorprendió mucho, por ejemplo, el seguimiento que tenía en bandas de metal, gente que venía de Nueva York en los noventa tan tan tatuada, cosa que aquí no se veía. Era una influencia callejera. Antes lo relacionaban mucho a lo oscuro, a lo callejero, lo militar y lo carcelario.  El tatuaje vino en definitiva de un ámbito más underground, pero poco a poco se fue estableciendo en la sociedad y ha cambiado mucho.

Porque ¿considera el tatuaje un arte?

Totalmente, a máxima potencia. Ya no es solo el acto de tatuar, sino lo que conlleva, los preparativos de diseño y dibujo. Cuando la gente me pregunta qué hacer para empezar, le digo que lo primero, no coger una máquina, sino coger unos lapiceros, y empaparse bien en el arte y el dibujo. El arte, el dibujo y la creatividad es la base de todo esto.

¿Tarda más en hacer el diseño que el plasmarlo en la piel?

Por norma, no quita que haya un diseño más minimalista, se te pueden ir horas y un tatuaje de un par de horas llevar seis de diseño. Aunque otras veces te fluye de tal manera que haces un pequeño sketch en media hora y con él eres capaz de llevarlo a la piel y vas improvisando y te tiras tres horas.

¿Cuál es el diseño más complicado al que se ha enfrentado?

Para mí llevan mucha responsabilidad los retratos familiares. Puedes hacer una ballena o un colibrí y si te sale el ojo mal no es lo mismo que en un retrato.

¿Y los tatuajes que más le han gustado?

He tenido muchos, sobre todo, tatuajes que me llenan en gustos personales, o a personas a las que tengo mucho afecto. También ha habido otros que me han dejado el sentimiento más plano. Normalmente, los tatuajes te dan satisfacción a no ser que te hagan seguir un patrón que no puede quedar como tú quieres. A veces me he negado a hacer cosas porque no iban con mi forma de trabajar o de pensar.

¿Es cierto que las mujeres aguantan mejor que los hombres?

El que es duro es duro, tanto hombre, como mujer. He tenido casos de hombres muy corpulentos que los he tronchado en los dos primeros pinchazos y gente aparentemente muy débil que ha aguantado una sesión muy grande. El umbral del dolor va en función de cada uno.

 ¿Cuál es el presente del tatuaje en España y en Toledo?

En Toledo ha cambiado mucho la situación en unos años, ha crecido y ha proliferado mucho, tanto para bien, como para mal. Eso lo podría generalizar a todo el país. Al igual que está creciendo mucho el nivel, desde mi punto de vista no debería valer cualquier cosa. Hay un nivel grandísimo en lo artístico y lo profesional, pero también ha crecido lo underground y lo malo, hay gente muy mala tirando precio y rompiendo mercado. Hay gente con criterio que busca un tatuaje para toda la vida y pide un artista concreto y también hay un mercado muy mediocre para un público que solo busca precio y le da igual lo que le hagan. Creo que la gente debería invertir en su salud, no escatimar, que busquen artistas, no sitios donde solo les hagan precio.

Ahora su estudio es La Rosa Muerta.

Kutulo, la verdad, no me parecía un nombre muy comercial, pero me conocía así todo el mundo. Hace unos años quise empezar un proyecto con otra persona, que al final he seguido yo solo, y no quería que ese proyecto fuera con mi nombre.