Sophie Liènard. Arte en miniatura

María López Pérez
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El Museo conserva la 'vitrina de miniaturas de personajes históricos' legada por el coronel José de Baeza y Astrandi. Dentro de esta pequeña colección de retratos destaca un nombre femenino, el de la pintora francesa Sophie Liénard (1801-1875)

Retrato en miniatura de la reina Isabel II, realizado por la pintora grancesa Sophie Liénard. - Foto: Museo del Ejército

El género del retrato encontró en la 'miniatura' un soporte ideal de desarrollo. La imagen íntima se proyectó en estos pequeños formatos de amplio desarrollo desde el siglo XVI y hasta la primera mitad del XIX. Pero su importancia sobrepasó los límites de lo privado cumpliendo además una clara función pública, utilizados como regalo de intercambio de poder entre las diferentes cortes europeas. Hoy nos detenemos en esa dimensión, la de reafirmación y muestra de soberanía. El primer elemento de esta lectura oficial es la identidad de la retratada, una joven Isabel II acompañada de los elementos característicos de un retrato de corte. La escena se enmarca en un interior, rodeando a la figura los símbolos de su estatus. La joven viste un traje azul de gala, con mangas abullonadas y amplio escote; cruzando el pecho muestra la banda de la Orden de la Reina María Luisa. El perfil biográfico de la retratada está marcado por ser la primera reina constitucional española, por su juventud y su inexperiencia; recordemos que Isabel fue proclamada reina unos días después de cumplir catorce años, el 24 de octubre de 1843. La imagen adolescente de la reina encuentra el equilibrio de estatus en la rotunda presencia de los dos símbolos regios por excelencia: la corona y el cetro. A ellos sumamos la definición de la escena, especialmente a través del pesado cortinaje abierto a una arquitectura clásica, un escenario que enmarca a la joven figura y recuerda su biografía.

El tradicional modelo compositivo y el significado socio-político del objeto, dialoga con el uso de un soporte muy de moda en su época, el de la miniatura. En este caso la reina optó por un retrato sobre porcelana, técnica que triunfó especialmente en la Francia del segundo cuarto del siglo XIX. Los talleres franceses se especializaron en su producción llamando la atención de la clientela europea, siendo habitual que miembros de la nobleza española acudieran a la capital francesa para encargar un tipo de retrato no practicado por los artistas españoles. La corona, seguidora de las modas en materia del arte y estilo, tampoco escapó de este hechizo y escogió a autores reconocidos en el París del momento para encargar sus efigies. En este punto nos detenemos para  mencionar la segunda lectura de este objeto, la que nos habla de una mujer pintora y de su exquisita técnica. La fama alcanzada por Sophie Liènard, reconocida pintora de imágenes del taller parisino de Rihouet, llamó la atención de la corte española para retratar a la joven reina, mostrándola a la moda y sin perder un ápice de solemnidad. Ella firma esta imagen en miniatura  (recorriendo el lateral superior derecho, sobre la columna) como 'Sie Lienard', un detalle que no debe pasar inadvertido y nos lleva a la última lectura que queremos proponer. Nos situamos en una época en que la mujer pintora debía reafirmar su autonomía y sobretodo su  autoría. Su esposo, Justin Louis  Liènard, era pintor y ella tomó su apellido tras el matrimonio. El incluir en la firma, antes del apellido Liènard, el nombre de pila 'Sophie' o bien la abreviatura 'Sie', como en este caso, tiene una clara intencionalidad. El mundo del arte estaba acostumbrado a la firma masculina, olvidando, e incluso dejando invisible, la producción en femenino. Sophie Liènard, como cualquier autor, pretendió distinguir su obra con firma propia y autónoma, además de con un estilo de exquisito acabado. La obra en la que hoy nos detenemos es un ejemplo de que ellas brillaron en el mundo de la creación artística y de que lo hicieron en el escenario profesional, con su paleta y su pintura, igual que los hombres.