El espectáculo final

Galena Koleva (SPC)
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La voz de Elvis resonó por última vez en junio de 1977 en un concierto en Indianápolis que supo a despedida

El espectáculo final

Cerca de 18.000 personas abarrotaban aquel 26 de junio de 1977 el Market Square Arena de Indianápolis sin saber que presenciaban el último concierto de Elvis Presley. Aquel fue el broche final de una gira sin descanso que le llevó a recorrer varias ciudades estadounidenses, pocas semanas antes de su trágica muerte.

Por aquel entonces, su sobrepeso, sus problemas personales y sus sonadas adicciones a ciertas sustancias habían propiciado una imagen que se alejaba mucho de sus años dorados, pero lo cierto es que El rey generó interés hasta el último de sus suspiros y miles de asistentes se rindieron ante una leyenda que fue capaz de demostrar hasta el fin de sus días su pasión por la música y el espectáculo.

Durante casi una hora y media, Elvis enloqueció a la multitud. Enfundado con su mítico Traje del Sol Azteca, de bordados dorados y pedrería de colores, en homenaje a la cultura de México, abrió el concierto guitarra en mano y entonando la canción See See Rider. A ella le siguieron versiones y temas clásicos como Jailhouse Rock, Hound Dog o I got a woman. Las malas habladurías aseguraban que su exceso de peso -rozaba los 120 kilos- le habían convertido en un hombre incapaz de volver a seducir con sus icónicos bailes. El declive era evidente, pero Elvis no dejó de mover su cadera y piernas en ningún momento, haciendo alarde de su apodo. Eso sí, en algún momento, pareció olvidar ciertas letras e incluso tuvo que echar mano de alguna que otra chuleta para salir del paso.

Nada de eso consiguió frenar la euforia y el clímax llegó al final, cuando conmocionó a los asistentes con un Can't help falling in love que hoy más que nunca sabe a despedida. Poco antes de terminar el espectáculo, reconoció, uno por uno, el trabajo de la banda de músicos que le acompañaba. Era algo a lo que tenía al mundo acostumbrado, pero esa noche Elvis Presley desprendía aires de melancolía: uno de los momentos más emotivos tuvo lugar cuando subió a su padre al escenario.

Al terminar su función, y como venía siendo habitual, los megáfonos de la sala anunciaron el ya popularizado 'Elvis ha abandonado el edificio' para dispersar a los asistentes. Lo que no sabían es que lo abandonó para siempre. Su voz resonó allí por última vez.