Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


El postureo

24/06/2022

El postureo no solo es el gran mal del político; es la pandemia del siglo XXI que se extiende sin control y es capaz de derribar las torres más altas. Como en todo, generalizar es caer en el error, porque hay excepciones de aquellos que llevan una vacuna incorporada -sin necesidad de dosis- que les hace inmunes a un contagio. Son los menos, casos muy aislados ante una enfermedad que no entiende ni de edad ni de condición social.
Es obvio que los virus no afectan a todos por igual; el del postureo, tampoco. Y en los primeros puestos de ese ranking se sitúa el presidente del Gobierno. A Pedro Sánchez le puede el ansia por la foto fácil, aun a riesgo de quedar en evidencia en el mismo instante o con el paso de los meses. Lo que vivió el miércoles en Otero de Bodas es la prueba más evidente. No acostumbra a pisar la calle y cuando lo hace es con una cohorte de seguridad y de pelotas a sueldo dispuestos a parar cualquier queja por mínima que sea. Ese filtro se lo saltó un vecino de la comarca de la Sierra de la Culebra.
Sánchez se bajó del helicóptero -movimiento que ya de por sí es noticia- con el ánimo de pegarse un baño de multitud en una zona en la que no abunda ni la población ni tampoco la paciencia. Son de esas escenas que, por mucho que se preparen, siempre dejan algún agujero para la sorpresa. A la sinceridad todavía le quedan resortes para hacer frente a la impostura. Ese vecino, con gorra visera y camisa de cuadros al estilo de las mantas de los pastores, se dirigió al presidente. Pedro Sánchez se dio la vuelta y se fue a por él, intuyendo que ahí podía haber foto. Hasta que vio el tono y escuchó el reproche: «Ya hemos perdido la sierra de la Culebra. Ahora queda la de la Demanda. ¡Vete y quémala!». Antes de que el paisano acabara la frase, Sánchez ya había entendido que no había resquicio alguno para el postureo y que se tenía que dar la vuelta, tratando de calmar al señor de la camisa de cuadros: «Vamos a arreglarlo». Y nada como tocar el orgullo de los que han perdido gran parte de su historia y de sus vidas: «¿Arreglarlo?, ¿tú?… ¿tú arreglar?».
Esa guardia pretoriana de pelotas, todos con sueldo público, responde: «si no va, mal, y si va, también». Aquí no hay duda de que el presidente hace lo correcto, aunque reciba el cabreo general de los que ven sus montes arrasados. De eso no hay duda, pero sería conveniente que volviera pronto para comprobar si el dinero prometido llega, si el 'vamos a arreglarlo' se cumple. Ocurre siempre y lo hemos visto muchas veces. Para frenar la indignación se hace un anuncio. Ahora, el Gobierno ha comprometido ayudas por valor de 2 millones de euros. Si dice 3, 5 ó 7, los vecinos se quedan igual. Nadie se lo cree hasta que no vea que el dinero sirve para revertir el desastre, y pocas veces lo hace.
El que esté libre de postureo, que lance la primera piedra. Ojo al presidente de Castilla y León. Lleva a sus espaldas dos de los fuegos más grandes de la historia de la región. El del año pasado de Navalacruz, en Ávila, y este de Zamora. Y a Alfonso Fernández Mañueco no se le ocurre otra cosa que hacer la visita de rigor para la foto con su equipo ataviado de chalecos propios de un safari. ¡Qué necesidad! Si siguen a ese paso, ya no tendrán que camuflarse porque no quedará ni un animal vivo entre los montes arrasados por el fuego.