La apócrifa y toledana moneda de Judas

F. J. R.
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En La Puebla de Montalbán se veneró durante 164 años una supuesta moneda de la traición de Judas. El cardenal Lorenzana la declaró «apócrifa» en 1787 y se perdió su rastro

La reliquia toledana era un denario con el rostro de Baco, y en ‘30 Monedas’ emplean siclos de Tiro. - Foto: Archivo de la Nobleza

Toledo se ha convertido estos días en escenario de la segunda temporada de una de las series más aclamadas de la plataforma HBO España. El director Álex de la Iglesia ha desembarcado en la capital de Castilla-La Mancha con todo su equipo para continuar narrando los avatares de '30 Monedas', la producción de misterio, acción y terror que mezcla monstruos lovecraftianos con sectas satánicas bajo el trasfondo del poder de las monedas con las que Judas vendió a Jesucristo.

Los demonios, ocultos tras su derrota primordial «en un lugar del pensamiento de Dios que vosotros llamáis infierno», en palabras del propio Lucifer en la serie, conspiran ahora infiltrados en la Santa Sede para destruir el mundo gracias al poder oscuro de esas 30 monedas con las que se traicionó a Jesús. La trama gira en torno a la búsqueda de esos metales y Toledo, y su Escuela de Traductores, jugará un importante papel.

Todo eso es fruto de la ficción, pero, casualidades del destino (o no), Toledo ya tuvo desde antaño un vinculación con una de las monedas de plata de Judas.

La apócrifa y toledana moneda de JudasLa apócrifa y toledana moneda de JudasFue el 25 de octubre de 1623. Ese día el antiguo obispo de Segovia y Cuenca, Andrés Pacheco, entregó en depósito al cura de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, en La Puebla de Montalbán, «una de las monedas o denarios en que fue vendida la preciosa sangre de nuestro redentor Jesucristo».

La pieza se encontraba engarzada en una custodia de plata dorada y fue un regalo del obispo a su localidad de origen en un momento en el que ostentaba el cargo de inquisidor general de España, la máxima autoridad del Santo Oficio.

Nadie sabe los motivos que llevaron al hombre que regía los designios de la Inquisición a regalar tan asombrosa reliquia a su pueblo, ni tampoco cómo llegó a su poder.

La tradición popular señala, sin base documental ninguna, que fue un regalo del emperador Carlos V al obispo por los servicios prestados, pero sea como fuere lo cierto es que la moneda terminó llegando a La Puebla de Montalbán con unas órdenes muy precisas: debía estar en la parte «más decente» de la iglesia y asegurada «bajo tres llaves», una a cargo del conde de Montalbán, otra del cura de la parroquia y la última en poder del alcalde ordinario más antiguo de la villa.

Tales medidas de seguridad denotaban la importancia de la reliquia, aunque finalmente no se cumplieron las consignas del gran inquisidor y se guardó en denario «en una caja del altar colateral del Santo Cristo».

Toda esta información se sabe hoy en día gracias a la labor investigadora de la doctora de Arte María Jesús Muñoz, que preparando su tesis hace ya más de veinte años se topó con un documento en el Archivo de la Nobleza de Toledo en el que se detallaba todo.

En el fondo de los duques de Frías (caja 126, documento 38) se conserva un informe del archivero Juan Manzano con el que se pretendía recuperar en 1807 la moneda.

¿Por qué? Pues porque había sido requisada después de más de 150 años de adoración, los Jueves y Viernes Santo, por todos los fieles de La Puebla de Montalbán.

La existencia de la reliquia trascendió los límites del municipio y llegó a oídos del cardenal Lorenzana, que interpretó que su adoración había llegado demasiado lejos.

El 19 de septiembre de 1786 se puso en marcha una investigación para determinar la veracidad de la moneda, solicitándose un dibujo de la misma.

Así, se pudo comprobar que se trataba de un denario que representaba al dios Baco con cuernos taurinos y coronado con hojas de hiedra (anverso), mientras que en el reverso se le volvía a mostrar desnudo con un racimo de uvas en una mano y una piel de «cervanto, gamo o tigre» en la otra.

La investigación determinó el «paganismo» de la moneda, y la declaró «reliquia apócrifa» (falsa) en 1787.

El párroco de La Puebla reclamó sin éxito la falsa moneda, que se perdió para siempre en las brumas de la historia, quedando como único recuerdo un vaciado en plomo realizado en 1803 que conservó un noble de la época dentro de su «colección de curiosidades».

Precisamente, la persona que se encargó de requisar «el precio de la sangre de Cristo», como así denominaba el pueblo a la moneda, fue otra persona que también tuvo un 'gabinete de curiosidades'. 

El cardenal Lorenzana, coleccionista de objetos exóticos y extraños, bien pudo pasar la moneda toledana de Judas a su lista de pertenencias, perdiéndose ésta tras su muerte y el desmembramiento de su colección en un apartado de la historia que aún está por descubrirse o, quién sabe, pueda estar ya escrito en las '30 Monedas' de Álex de la Iglesia.